Muere el ingeniero de sonido Rudy Van Gelder
Estrella de los estudios de grabaci¨®n del sello Blue Note, su toque est¨¢ detr¨¢s de discos m¨ªticos como 'A Love Supreme' o 'Walkin''
?Puede un ingeniero de grabaci¨®n cambiar el curso de la historia?. La respuesta tiene un nombre: Rudy Van Gelder. ¡°Hay algo que llamo el toque Van Gelder¡±, explicaba Freddie Hubbard. ¡°Para m¨ª, ese toque es la definici¨®n perfecta de c¨®mo debe sonar un disco de jazz¡±. Responsable indirecto, o no tan indirecto, de m¨¢s de un centenar de obras maestras, el primus inter pares entre los ingenieros de grabaci¨®n de la historia del jazz falleci¨® el martes, a los 91 a?os de edad. No se han dado a conocer las causas ni el lugar en que tuvo lugar el suceso.
Hab¨ªa nacido un 2 de noviembre de 1924 en Jersey City, Nueva York. Una existencia anodina como estudiante de optometr¨ªa: nada noticiable. La vida del preadolescente Rudolph va a dar un giro radical el d¨ªa en que acuda a un estudio radiof¨®nico junto a un grupo de amigos. El joven cae de rodillas delante de la mesa de mezclas. ¡°Esto es lo que quiero ser¡±, se dice. Dicho y hecho, por 2 d¨®lares y 98 centavos adquiere un aparato de grabaci¨®n casero y convierte la sala de estar de sus padres en lo que m¨¢s tarde va a ser conocido como ¡°el legendario Estudio Hackensack¡±. Van Gelder -lo que hoy llamar¨ªamos un gafapasta con iniciativa- comienza grabando a los amigos y vecinos, alg¨²n m¨²sico aficionado¡ pronto, empiezan a llegarle los pedidos desde Nueva York. Zoot Sims, Phil Urso o Lennie Tristano solicitan sus servicios. Visto lo visto, los padres de la criatura se deciden a abrir una entrada directa desde la calle a su dormitorio con ¨¢nimo de no interferir en las grabaciones. La criatura, por lo dem¨¢s, a¨²n no ha dado el salto: optometrista de d¨ªa, ingeniero de grabaci¨®n por las noches. Hasta que una de sus grabaciones cae en manos de Alfred Lion, el cofundador y copropietario de Blue Note Records, en lo que ser¨¢ el comienzo de una vieja amistad y la excusa que el m¨¢s jazz¨ªstico de los optometristas del estado de Nueva York utilizar¨¢ para emanciparse definitivamente. Tres a?os m¨¢s tarde -en 1959-, Van Gelder inaugura su propio estudio de grabaci¨®n en medio de un bosque, a unos 20 minutos en coche del centro de Manhattan. Todo cuanto contiene el edificio con forma de iglesia ha sido meticulosamente dise?ado por el escurridizo y enigm¨¢tico genio de los botones. Englewood Cliffs ¨Ctodav¨ªa en uso- va a ser su santuario. Van Gelder en persona se encarga de la disposici¨®n de las sillas, la decoraci¨®n y la iluminaci¨®n, o su ausencia, dependiendo del mood. Busca la complicidad con el artista, que se sienta como en casa, o el club. ¡°Uno iba a grabar con Van Gelder¡±, sigue Hubbard, ¡°y era como asistir a una representaci¨®n teatral¡±.
Es el?toque Van Gelder: meticuloso hasta la exasperaci¨®n, pero deslumbrante, en los resultados. Nadie, sino ¨¦l, puede posar sus dedos sobre su colecci¨®n de micr¨®fonos Neumann U-47 fabricados en Alemania (pero, incluso ¨¦l, debe utilizar guantes de cirujano). Y no solo eso: tambi¨¦n ha borrado las marcas del equipo, ¡°por si acaso¡±, especifica el interesado, sin especificar mucho. Lo que cuenta, en ¨²ltima instancia, es el resultado. Y este no puede ser m¨¢s elocuente. Discos como A Love Supreme, de John Coltrane, Walkin', de Miles Davis, y?Song for my Father, de Horace Silver, pero tambi¨¦n?Yesterday You Said Tomorrow, de Christian Scott, grabados para los m¨¢s diversos sellos, llevan la firma indeleble del genial y exasperante ingeniero de grabaci¨®n. Es el?sonido Van Gelder; un sonido duro, no exactamente din¨¢mico, pero s¨ª intenso, c¨¢lido, adaptable al artista seg¨²n sus caracter¨ªsticas. Para muchos, el sonido del Jazz. Con may¨²sculas.
Babelia
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