El cad¨¢ver gratuito
Pens¨¦ en una an¨¦cdota del estreno de 'La ventana indiscreta' cuando un portavoz de Ciudadanos dio 48 horas al PP para cerrar un acuerdo, o todo se ir¨ªa al traste
En el estreno de La ventana indiscreta, en 1954, Alfred Hitchcock estaba sentado al lado del actor Joseph Cotten y su mujer, la pianista Leonore Kipp. La proyecci¨®n discurri¨® con normalidad hasta la escena en la que Grace Kelly registra la habitaci¨®n del asesino, y de pronto este aparece por el pasillo. Kipp se puso tan nerviosa en su butaca que se volvi¨® hacia su marido, lo agarr¨® por un brazo y le dijo: ¡°Haz algo, haz algo¡±. No soportaba tanto suspense. Pens¨¦ en esta an¨¦cdota cuando un portavoz de Ciudadanos dio 48 horas al PP para cerrar un acuerdo, o todo se ir¨ªa al traste. ¡°El tiempo se acaba¡±, a?adi¨®, intensificando el suspense. El ultim¨¢tum son¨® como un grito en la oscuridad, despu¨¦s del cual se escucha un ¡°?ohhhh!¡±
Si dos partidos rivales pretenden establecer un acuerdo, las reglas de la narraci¨®n casi los obligan a que, un poco antes de sellarse, parezca que va a descarrilar. Eso remover¨¢ al espectador en su silla. Lo contrario ser¨ªa sensato, eficaz y aburrido. Incluso podr¨ªa despertar suspicacias. En cambio, la amenaza del fracaso empuja el relato hacia delante. Cosa distinta es que el ultim¨¢tum sea un recurso trillado, predecible, que se emplea hasta para obligar a los ni?os a comer lentejas. Llega un d¨ªa en que no da miedo. Este peligro tambi¨¦n lo advirti¨® Hitchcock, mientras buscaba el mejor modo de hacer creer al espectador que un personaje pod¨ªa acabar asesinado.
El director brit¨¢nico le explic¨® a Fran?ois Truffaut durante la entrevista de cincuenta horas que mantuvieron en 1962, que lo habitual es filmar ¡°una noche oscura¡± en la plaza de una ciudad y situar a la v¨ªctima ¡°de pie en el c¨ªrculo luminoso de un farol¡±, mientras espera. A continuaci¨®n, se a?ade un primer plano de un gato negro a la carrera, otro de una ventana m¨¢s all¨¢ de la cual se intuye el rostro de alguien que mueve los visillos, y, finalmente, se ve un coche negro aproxim¨¢ndose. Ya todo est¨¢ preparado para que intenten asesinar al personaje. Muy utilizado, puede que el espectador ya no se tape los ojos, muerto de miedo. En cierto sentido, PP y Ciudadanos cumplen tambi¨¦n con lo que se hace habitualmente en caso de negociaci¨®n: amenazar con que el pacto se va a pique. Pero ?es suficiente? Para Hitchcock no lo ser¨ªa. En Con la muerte en los talones quiso grabar lo contrario a la escena oscura del farol, y producir el mismo suspense. ?Qu¨¦ hizo? Trasladar a Cary Grant a una llanura desierta, a pleno sol, sin ventanas, ni gatos, ni banda sonora, y en ese escenario rodar c¨®mo alguien intentaba matarlo desde una avioneta.
Cabe alegar que una negociaci¨®n no es ning¨²n intento de asesinato. Verdad. No ser¨ªa la primera vez, sin embargo, que un acuerdo deja cad¨¢veres al acabar, a veces amistosamente. No parece que vaya a ser el caso del pacto PP-Ciudadanos. Y eso que no hace tanto que Rivera so?aba con deshacerse de Rajoy. Pero una escena as¨ª, con un cad¨¢ver ca¨ªdo del cielo, gratis, no consigui¨® rodarla ni Hitchcock. Y lo intent¨®. Fascinado por las f¨¢bricas de autom¨®viles de Ford, trabaj¨® en una escena dialogada entre Cary Grant y un contramaestre de la f¨¢brica ante una cadena de montaje. Tras ellos -le cont¨® a Truffaut-, el autom¨®vil empezar¨ªa a ajustarse pieza a pieza, desde cero. Al final del di¨¢logo, Grant y el empleado se volver¨ªan a contemplar el coche totalmente montado a partir de un simple tornillo, y comentar¨ªan: ¡°?Es formidable, eh!¡±. Y en ese instante, abrir¨ªan la puerta del autom¨®vil y caer¨ªa un cad¨¢ver. A Truffaut le pareci¨® una idea maravillosa. Pero se suscitaba un problema. ?De d¨®nde hab¨ªa salido el cad¨¢ver? Del coche no, porque al principio de la escena no era m¨¢s que un tornillo. El cad¨¢ver hab¨ªa ca¨ªdo de la nada, sin m¨¢s. La idea era tan bella y gratuita que Hitchcock, que amaba las escenas gratuitas, no logr¨® integrarla en la historia.
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