Luisg¨¦ Mart¨ªn: ¡°Me arrepiento de haber sido hom¨®fobo¡±
El escritor firma una descarnada confesi¨®n sobre el tortuoso camino que recorri¨® hasta aceptar su homosexualidad
Luisg¨¦ Mart¨ªn (Madrid, 1962) sinti¨® a los 15 a?os que hab¨ªa un amor del derecho y otro del rev¨¦s y llor¨® al descubrir que a ¨¦l le hab¨ªa tocado el que cerraba las puertas de su felicidad. Hoy es radicalmente anticlerical y no demasiado religioso, pero entonces se arrodillaba y rogaba a Dios que le gustaran las mujeres: ¡°Le ped¨ªa que en mis pensamientos impuros solo hubiera chicas¡±. Pero Dios no atendi¨® sus plegarias y aquel joven se prometi¨® a s¨ª mismo que nunca nadie sabr¨ªa que es homosexual.
Hoy, Mart¨ªn, escritor, agente y cr¨ªtico literario en este peri¨®dico, est¨¢ felizmente casado con Axier. Con ¨¦l contrajo matrimonio hace 10 a?os ante 150 invitados en la primera gran traici¨®n p¨²blica a ese juramento. La segunda se titula, claro, El amor del rev¨¦s y es una descarnada confesi¨®n sobre el sinuoso camino que recorri¨® hasta que se acept¨® tal cual es. O dicho a su manera, hasta que dej¨® de ser una ¡°cucaracha¡± y se convirti¨® en ser humano.
¡ª?El libro nace m¨¢s de una necesidad personal o del af¨¢n de ayudar a quienes est¨¢n en esa situaci¨®n?
¡ªCreo poco en el altruismo del escritor, lo cual no quiere decir que no sea capaz de intentar abrir caminos y ayudar a los dem¨¢s. Pero este libro nace principalmente de la necesidad de contarme a m¨ª mismo y dar sentido a ese episodio largo de mi vida que fue tortuoso y desconcertante.
¡°La escritura me ahorr¨® psic¨®logos, deseos de suicidio y sufrimientos. No habr¨ªa podido sobrevivir sin escribir, leer y ver cine¡±
Mart¨ªn concede esta entrevista en su casa una calurosa tarde del agosto madrile?o. En su despacho, lleno de libros, se ven a primera vista varios ejemplares de esta biograf¨ªa sentimental que condensa a?os de mentiras, miedos y contradicciones. El escritor se desprende en ella de las m¨¢scaras que llev¨® y habla de la negaci¨®n de su homosexualidad y de sus fracasados intentos por ¡°curarse¡±; de las visitas a los urinarios p¨²blicos para observar el comportamiento de otros gais; de su primera relaci¨®n sexual sin preservativo en aquellos a?os de inconsciencia en los que ¡°los m¨¢s felices¡± murieron de sida; de sus amores obsesivos de juventud, su terror a ser rechazado, sus incursiones en los cuartos oscuros de locales gais, la distancia que le separaba de su familia¡
¡ª?La escritura le ha resultado dolorosa?
¡ªSoy de los que sufren escribiendo y, sin embargo, he creado esta historia en estado de felicidad literaria. Reconstruir documentalmente esa parte de mi vida, desempolvar cartas, el diario, volver a ver a gente para recordar detalles¡ me ha resultado no s¨¦ si liberador pero s¨ª constructivo.
¡ª?No se ha interpuesto el pudor?
¡ªEs posible que tenga la sensaci¨®n de que esa persona ya no soy yo, porque si no, efectivamente, no me atrever¨ªa a contar cosas que me averg¨¹enzan, como que fui a un tarotista a que me ordenara la vida. Pero siempre tuve claro que El amor del rev¨¦s ten¨ªa que ser un libro confesional. Y que ya que lo era no pod¨ªa ser pudoroso, sino sincero. La sinceridad es uno de los grandes valores olvidados en literatura.
El autor de La vida equivocada y Los amores confiados, ¡°escritor por azar¡±, conquistado para la causa por Dumas, Dostoievski y Cort¨¢zar, no naci¨® cucaracha. Se hizo cucaracha en una sociedad enferma de intolerancia que, entonces mucho m¨¢s que ahora, marginaba a las minor¨ªas. Y eso que ¨¦l jam¨¢s sufri¨® burla o escarnio alguno en su entorno. Hijo primog¨¦nito de un ingeniero y un ama de casa, este escritor y lector compulsivo ¡ªempieza unos 100 t¨ªtulos al a?o y los apunta en un Excel¡ª creci¨® en el seno de una familia que ¨¦l define como ¡°religiosa pero no beata¡±, protot¨ªpica del ¡°franquismo sociol¨®gico¡±. Pas¨® sus primeros a?os en San Viator, un reputado colegio de curas del barrio de Usera. De puertas afuera, el centro, en cuya revista ya firm¨® sus primeros art¨ªculos, ten¨ªa fama de progresista. Pero sus aulas no estaban libres de ¡°cl¨¦rigos trogloditas¡± que equiparaban masturbaci¨®n a asesinato: ¡°Al cometer ese acto impuro salen del cuerpo [seres humanos microsc¨®picos] y quedan muertos. Ya no sirven para lo que tienen que servir. Y t¨² te conviertes en un asesino¡±, escribe que les dec¨ªan. En una atm¨®sfera as¨ª, dif¨ªcil confesar que te mueres de deseo tras rozar deliberadamente los genitales de un compa?ero durante un recreo¡
Culpo de mi sufrimiento a la educaci¨®n religiosa. Todav¨ªa en 2016 la Iglesia sigue teniendo ministros que son, algunos de ellos, delincuentes y otros descerebrados.
¡ª?Cu¨¢nto culpa de su sufrimiento ¡ªy el de otros homosexuales de su generaci¨®n¡ª a la educaci¨®n religiosa?
¡ªAbsolutamente todo. No soy nada antirreligioso. De hecho, creo que la religiosidad forma parte de la ¨®rbita intelectual de cualquier persona inquieta y curiosa. Pero s¨ª soy anticlerical. Creo que la Iglesia hoy, en 2016, en Alcal¨¢, en Getafe, en Valencia¡, sigue teniendo ministros que son, algunos de ellos, delincuentes y otros descerebrados. Y todos ellos, con p¨²lpito, siguen teniendo eco en la gente aunque por fortuna no tanto como hace d¨¦cadas. Esos curas, a los que les ha salido un Papa rana que no pone el foco en las alcobas, son los que al final mantienen esa homofobia que est¨¢ en las escuelas. La Iglesia es una pieza fundamental de esto y lo ser¨¢ de la desactivaci¨®n.
¡ªAcaban de denunciar a una web que ofrece terapias para ¡°curar¡± a homosexuales y a¨²n hay agresiones a gais¡
¡ªLa homofobia no desaparecer¨¢ pero s¨ª el trauma de la vida imposible, de cercenar el amor, la obligaci¨®n de vivir fingiendo, cas¨¢ndote con una mujer aunque te gusten los hombres. De esas y otras situaciones disparatadas he querido dejar testimonio. En 2000 yo no pensaba que me pudiera casar ¡ªel PP ha tenido que tragarse esa ley¡ª, pero los acontecimientos fueron desboc¨¢ndose y en Espa?a eso se lo debemos a Pedro Zerolo y Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, porque aqu¨ª no hab¨ªa un movimiento gay m¨¢s potente que en Francia ni la sociedad era m¨¢s permisiva. La educaci¨®n sigue siendo una asignatura pendiente, y falta una ley que endurezca los castigos de odio, pero socialmente ya no hay marcha atr¨¢s. No hay forma de que convenzan a mis sobrinas, que han convivido con sus t¨ªos con naturalidad, de que ser gay es una perversi¨®n del demonio.
¡°Mi familia no estaba preparada para comportarse de otra forma en este entorno hom¨®fobo. Jam¨¢s pens¨¦ en pedirles cuentas por no ayudarme¡±
Mart¨ªn, hoy licenciado en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica y director de la revista E?e, no pod¨ªa so?ar con esta realidad cuando ingres¨® en el instituto, donde dice haber descubierto la libertad, el idealismo de izquierdas y a Cort¨¢zar. En aquellas aulas se enamor¨® tres veces de otros tantos chicos y tres veces guard¨® el secreto porque la cucaracha hab¨ªa empezado su metamorfosis pero a¨²n se resist¨ªa a aceptarla. Le¨ªa enciclopedias m¨¦dicas, art¨ªculos divulgativos sobre homosexualidad, ensayaba las caladas para parecer masculino al fumar, se convenc¨ªa a s¨ª mismo de que le gustaban las mujeres hasta que la realidad se le impon¨ªa implacable¡ Ten¨ªa un miedo irracional a ser descubierto y rechazado que solo confesaba en cartas que, a veces, no llegaba a enviar, y en un diario que un d¨ªa apareci¨® con el candado sospechosamente abierto.
¡ª?Le ayud¨® la escritura?
¡ªMe ahorr¨® muchos psic¨®logos, deseos de intento de suicidio y mucho sufrimiento. Yo no habr¨ªa podido sobrevivir sin escribir, sin leer y sin ver cine.
¡°Si hubiera habido alg¨²n modo de suicidio para cobardes, seguramente me habr¨ªa apuntado¡±, dice al recordar un desenga?o amoroso
Hay un pasaje en el libro que da cuenta de esa angustia expresada en escritos ¨ªntimos que le tuvo alejado de su familia. Mart¨ªn lloraba su secreto en la habitaci¨®n y sus padres, preocupados, entraron a hacerle preguntas. ¡°Concibieron las causas m¨¢s extraordinarias, pero no llegaron a imaginar nunca la verdadera¡±, lamenta. ¡°Siempre he recordado aquel episodio como una prueba del desconocimiento y del oscurantismo que hab¨ªa en la sociedad espa?ola en esos tiempos acerca de la homosexualidad: mis padres, que no ten¨ªan prejuicios singulares ni profesaban ideolog¨ªas exc¨¦ntricas, eran capaces de creer que yo era un asesino antes de pensar que me sent¨ªa atra¨ªdo sentimental y er¨®ticamente por los hombres¡±. ¡°Mi familia¡±, dice, ¡°no estaba preparada para comportarse de otra forma en este entorno hom¨®fobo. Jam¨¢s pens¨¦ en pedirles cuentas por no ayudarme¡±.
Mart¨ªn lleg¨® a someterse a tratamiento con una psic¨®loga que le prescrib¨ªa como terapia para ¡°curarse¡± elegir chicas y seducirlas. La ¨²ltima se llamaba ?ngeles y la despidi¨® a la puerta de un autob¨²s. Fue, escribe, su ¡°¨²ltimo instante de heterosexualidad¡±. Desde entonces, y hasta que lleg¨® Axier, se dej¨® ir, se convirti¨® en asiduo de los anuncios de contactos, busc¨® sexo en locales gais, se resarci¨® del tiempo perdido con m¨¢s de 200, 300 chicos. Hasta mont¨® una agencia matrimonial para homosexuales. Las m¨¢scaras que se hab¨ªa ido quitando poco a poco durante sus a?os de universidad cayeron definitivamente entonces. ?C¨®mo ocurri¨®? Fue todo un proceso que no podr¨ªa entenderse sin dos vivencias que tuvo durante aquellos a?os. Una tiene que ver con la literatura y la libertad y sucedi¨® en Par¨ªs en 1981. Una noche de diciembre se cruz¨® con un chico y se atrevi¨® a sostenerle la mirada. Es la primera vez que se sinti¨® libre y fue, en parte, gracias a Cort¨¢zar, que les hab¨ªa invitado a ¨¦l y a un amigo a entrevistarle en su casa, despu¨¦s de que lo pusieran a caldo en un fanzine por atender solo a los medios poderosos.
Socialmente ya no hay marcha atr¨¢s. No hay forma de que convenzan a mis sobrinas de que ser gay es una perversi¨®n del demonio
El otro es un episodio de desenga?o. Mart¨ªn se enamor¨® de un tal Arturo. Irracionalmente, porque solo le conoc¨ªa de vista. Pero sufri¨® tanto al no ser correspondido que lleg¨® a pensar que ¡°vivir era un acto innecesario¡±. ¡°Fue el momento en el que el dolor fue m¨¢s lacerante y estuvo m¨¢s quintaesenciado¡±, recuerda. ¡°Si hubiera habido alg¨²n modo de suicidio para cobardes, seguramente me habr¨ªa apuntado¡±.
¡ªHa escrito que este libro es un inventario de arrepentimientos y mentiras. ?De qu¨¦ se lamenta m¨¢s?
¡ªDe haber sido lo suficientemente d¨¦bil y vulnerable como para aceptar lo que no deber¨ªa haber aceptado, de haber perdido tantos a?os de mi vida, de haber dejado pasar tantas ocasiones de ser feliz. Me arrepiento tambi¨¦n de haber sido hom¨®fobo en el modo en el que son hom¨®fobos los homosexuales. De haber aceptado que se trataba de seguir en las catacumbas y llevar una vida discreta, de asumir que no hac¨ªa falta hacer exhibicionismo, que la pluma era una mamarrachada¡ Todas esas tonter¨ªas que se siguen diciendo, incluso desde p¨²lpitos homosexuales. En cualquier caso, lo del arrepentimiento es una forma ret¨®rica de hablar porque en el fondo uno deber¨ªa arrepentirse cuando cree que ha tenido la opci¨®n real de hacer otra cosa y yo no tengo la sensaci¨®n de haber podido hacerlo.
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