Edward Albee, en la monta?a rusa
'?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?' fue un descomunal zambombazo de la sulf¨²rica y desmesurada vivisecci¨®n de un matrimonio
La c¨¦lebre frase de Scott Fitzgerald ¡°no hay segundos actos en las vidas americanas¡±, referida a los artistas, no deja de ser un clich¨¦ generalizador. Desde luego no casa con dramaturgos como Edward Albee, fallecido el pasado viernes a los 88 a?os. Cierto que tuvo enormes ¨¦xitos, pero tambi¨¦n una serie de estruendosos fracasos que en otro pa¨ªs le habr¨ªan expulsado muy pronto del circuito. Albee irrumpe como un extra?o meteorito en 1958 con The Zoo Story, que ha de estrenar en Alemania porque en Nueva York se la rechazan una y otra vez: ¡°demasiado europea¡±, le dice un productor. A su manera, el productor ten¨ªa raz¨®n, porque Albee era hijo de O¡¯Neill, de Miller y de Tennessee Williams, pero, como salta a la vista en su pieza de debut, del existencialismo y del entonces llamado ¡°teatro del absurdo¡±.
La rabia y el dolor visceral de The Zoo Story, que permanece cuatro meses en cartel en el Off Broadway, marcan una nueva forma de contar en el teatro americano. William Layton la da a conocer en 1963 en el Bellas Artes, en adaptaci¨®n libre y sesi¨®n ¨²nica. En 1971, que es cuando muchos la descubrimos, formidablemente interpretada en el TEI de Magallanes por Antonio Llopis y Jos¨¦ Carlos Plaza, Historia del zoo segu¨ªa golpeando.
Despu¨¦s de The Zoo Story, Albee estrena varias piezas cortas (entre ellas The Death of Bessie Smith y The Sandbox, de 1969, y The American Dream, de 1960) que no conocen el favor del p¨²blico ni de la cr¨ªtica.
En 1961 llega el descomunal zambombazo de ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?, esa sulf¨²rica y desmesurada vivisecci¨®n de un matrimonio, casi una puesta al d¨ªa, con humor negr¨ªsimo, del teatro de Strindberg, triunfa en Broadway y en la pantalla, y afianza su nombre en medio mundo. En nuestro pa¨ªs la estrenan en 1966 Mary Carrillo y Enrique Diosdado en el Goya madrile?o, a las ¨®rdenes de Jos¨¦ Osuna. Otros montajes destacables son el que a finales de los 90 protagonizan Nuria Espert y Adolfo Marsillach vuelven a llevarla a la escena, y en 2012 dirige Daniel Veronese, primero con Emma Vilarasau y Pere Arquillu¨¦, en el Romea, y luego con el t¨¢ndem Carmen Machi-Arquillu¨¦, en La Latina.
En la d¨¦cada de los sesenta, Albee busca nuevos caminos. Tiny Alice (1964), una elegante y enigm¨¢tica pieza sat¨ªrica protagonizada por John Gielgud e Irene Worth, permanece cuatro meses en cartel, pese a las malas cr¨ªticas. Adapta con mediano ¨¦xito The Ballad of the Sad Caf¨¦ (1963), la novela breve de Carson McCullers, pero se estrella con su versi¨®n de Malcolm (1965), de James Purdy, y los di¨¢logos de Breakfast at Tiffany¡¯s (1966), de Capote, un musical con libreto de Abe Burrows y partitura de Bob Merrill, que ni siquiera llega a estrenarse en Broadway.
Tampoco funcionan Everything in the Garden (1967), sobre una obra de Giles Cooper, que en 1971 interpretaron aqu¨ª Fernando Guill¨¦n y Gemma Cuervo, ni el programa doble formado por Box y Quotations from Chairman Mao Tse-Tung (1968), que no sobrepasa las doce funciones.
Su mejor trabajo de esa ¨¦poca es, a mi juicio, A Delicate Balance (1966), que le vali¨® su primer Pulitzer: de nuevo el infierno de la pareja, empapado en alcohol y desesperaci¨®n, pero con un humor m¨¢s sutil y una inquietante clave on¨ªrica. Se ha repuesto muchas veces, con excelentes repartos, y es formidable su filmaci¨®n a cargo de Tony Richardson, en 1973, con Katherine Hepburn, Paul Scofield, Lee Remick, Joseph Cotten y Kate Reid. Mario Gas la dirigi¨® en el Lliure (Un fr¨¤gil equilibri, 2011), con un sensacional trabajo de Rosa Novell.
En los setenta se lleva un segundo Pulitzer por Seascape (1974), pero la obra apenas dura dos meses. All Over (1971), muy cercana al Pinter m¨¢s po¨¦tico, se queda en cuarenta representaciones. The Lady from Dubuque (1977) cuenta con ocho preestrenos y doce funciones. El mayor desastre, por la altura del empe?o, es su versi¨®n de Lolita, de Nabokov, en 1981. La cr¨ªtica la despedaza en los preestreno y vuelve la cifra fat¨ªdica: doce funciones y tel¨®n r¨¢pido. Esa t¨®nica sigue, tristemente, en los ochenta, a juzgar por los datos del Internet Broadway DataBase, hasta que en 1990, cuando casi todos le consideraban ya un dramaturgo perdido en la experimentaci¨®n, como el ¨²ltimo Tennessee Williams, Albee vuelve a la palestra con el inesperado ¨¦xito de Three Tall Women, una fin¨ªsima comedia amarga sobre las dif¨ªciles relaciones de Albee con su madre. No despega del todo en el off Broadway (aunque consigue su tercer Pulitzer), pero triunfa en el West End, con Maggie Smith, Frances De la Tour y Anastasia Hill. En el Lara (Tres mujeres altas, 1995) la dirigi¨® Jaime Chavarri, con Maria Jes¨²s Vald¨¦s, Mag¨¹i Mira y Silvia Mars¨®.
Y en 2002, de nuevo el ¨¦xito con The Goat or Who Is Sylvia, una pieza que firma un Albee oto?al pero que, por su valent¨ªa y ferocidad, bien pod¨ªa haberla firmado un dramaturgo adolescente. Jos¨¦ Mar¨ªa Pou asisti¨® a su estreno en el John Golden Theatre de Broadway, protagonizado por Bill Pullman y Mercedes Ruehl, y al acabar, entusiasmado, llam¨® a su agente para que comprara los derechos. En Nueva York hizo 300 funciones; dur¨® cinco meses en el Almeida londinense, con Jonathan Pryce y Kate Fahy, y en Espa?a, Pou obtuvo uno de los mayores ¨¦xitos de su carrera: La cabra tuvo tres montajes entre 2005 y 2007, con Marta Angelat (en catal¨¢n) y, en castellano, con Merc¨¨ Ar¨¢nega y Amparo Pamplona.
En sus ¨²ltimos a?os, Albee escribi¨® una precuela de Historia del Zoo, que con el t¨ªtulo de At Home at the Zoo (2009), narraba lo que suced¨ªa en el hogar de Peter antes de su encuentro con Jerry. Y se dedic¨® a dirigir e impartir talleres en su Fundaci¨®n para J¨®venes Autores en Montauk (Long Island, Nueva York), como narr¨® recientemente el novelista catal¨¢n Albert Forns en Jambalaia, donde Albee, retratado con afecto e iron¨ªa, aparece como personaje tutelar de un grupo de aspirantes a escritores.
Babelia
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