El quijote como v¨ªctima de los t¨®picos
Refutar las pistas falsas proporcionadas por algunos t¨®picos es clave para combatir las actitudes negativas ante la lectura de la monumental obra de Cervantes
Mi libro ne¨®fito, el pen¨²ltimo, Don Quijote, el poder del delirio, contiene, dicho sin jactancia, ciertas aportaciones novedosas, algunas de las cuales se contraponen a lugares comunes que vienen jugando un papel importante en el modo de entender el Quijote.
He podido comprobar que si bien la mayor parte de las actitudes negativas ante la obra monumental de Cervantes radican en personas sometidas en su infancia a la lectura de esta novela universal realista, existe un sector de personas desconcertado por las pistas falsas proporcionadas por algunos t¨®picos. Por esto es importante desenmascararlos asumiendo una actitud topicoclasta (perd¨®neseme el neologismo).
De frente nos topamos con la afirmaci¨®n tajante de Vladimir Nabokov (1), famoso escritor ruso americanizado, de que ¡°es in¨²til buscar una unidad estructural en este libro¡±. Si nos resistimos a esta afirmaci¨®n y leemos el Quijote atendiendo, como se?ala el insigne maestro de las letras Am¨¦rico Castro (2), a la vez a las l¨ªneas y las entrel¨ªneas, con un ¨¢nimo abierto al tiempo a la parodia, a la ilustraci¨®n y la espiritualidad, nos percatamos de que los dos tomos del Quijote est¨¢n conexionados por una unidad estructural que es la historia personal de Don Quijote de La Mancha.
Don Quijote, una ficci¨®n de ficci¨®n, una doble ficci¨®n, una figura literaria en suma, cobra en la m¨¢gica pluma de Cervantes un perfil humano, desplegado en forma de una historia personal.
Nace el caballero Don Quijote como producto de la transformaci¨®n delirante del hidalgo Alonso Quijano. Este hidalgo se transmuta en caballero al ser presa de un delirio de autometamorfosis global megal¨®mano (de grandezas).
Una definici¨®n del delirio al alcance de todos es presentar este fen¨®meno psicopatol¨®gico como una reconstrucci¨®n desrazonada de la realidad, mantenida con una convicci¨®n profunda e impermeable a las experiencias personales y la refutaci¨®n l¨®gica. Lo que falla en el delirio es el sentido de la realidad. Constituye el delirio un emblema de lo que antes se llamaba locura y desde hace casi dos siglos, psicosis.
El delirio de autometamorfosis del que nace Don Quijote engloba la identidad y la autoimagen con un significado de grandeza. El cambio de identidad se manifiesta por el ingreso en la profesi¨®n de caballero andante (una Orden extinguida dos siglos antes), la apropiaci¨®n de un nuevo nombre (recordatorio en su sufijo de Lanzarote, el caballero de la Tabla Redonda m¨¢s envidiado por mantener amores secretos con la reina Ginebra), la transformaci¨®n de una r¨²stica labradora, gracias a un intercambio de miradas honestas, en la amada princesa Dulcinea y la conversi¨®n de su jamelgo, un fam¨¦lico roc¨ªn, en un brioso corcel apodado Rocinante. Asimismo se engrandece su autoimagen sinti¨¦ndose transmutado en un joven herc¨²leo, valiente, famoso y un seductor irresistible. Su tarjeta de presentaci¨®n dec¨ªa: ¡°Yo soy el valeroso Don Quijote de La Mancha, el desfacedor de agravios y entuertos¡±.
Lo ¨²nico respetado por la trasmutaci¨®n delirante del hidalgo era su condici¨®n humana y su g¨¦nero masculino. Cervantes pudiera haber presentado a su criatura con apariencia de un animal, tal vez como un drag¨®n, o como una mujer, tal vez una amazona. Tambi¨¦n pudiera haber recurrido a un ser h¨ªbrido, como un centauro o una sirena. Lope de Vega, su magn¨ªfico rival, propuso convertir a Don Quijote en una figura femenina, en su obra La dama boba, en 1613: ¡°Que ha de haber un Don Quijote mujer que d¨¦ que re¨ªr al mundo¡±, observaci¨®n que le sent¨® muy mal a Cervantes.
La oposici¨®n de algunas mentes privilegiadas a admitir el trastorno mental que constituye a Don Quijote como persona forma parte de un mecanismo de negaci¨®n esgrimido ante algo que sorprende o desconcierta, con la finalidad de recuperar la estabilidad emocional y el dominio cognitivo de la situaci¨®n. El Quijote es una monumental novela psicopatol¨®gica y polifac¨¦tica: psicopatol¨®gica porque se centra en la historia personal de un paciente mental glorioso, y polifac¨¦tica porque en torno a su eje quijotiano se erige una serie de planos de diversa tem¨¢tica, dedicados a la sociolog¨ªa, la historia, la religi¨®n, la filosof¨ªa, las ciencias y otros.
A partir de la primera salida, el cuadro cl¨ªnico de Don Quijote se integra en cuatro dimensiones:
*La euforia patol¨®gica te?ida con irritabilidad e ilustrada con el delirio de grandezas mencionado.
*La hiperactividad, en forma de multiplicaci¨®n de iniciativas y de fantas¨ªas.
*La locuacidad y el entrometimiento en la vida de los dem¨¢s.
*La reducci¨®n del sue?o y del apetito (en la boda de Camacho no prob¨® bocado).
Don Quijote se encauz¨® como una existencia hipomaniaca arraigada en la conciencia moral y las dos categor¨ªas existenciales b¨¢sicas (el tiempo y el espacio), todo lo cual se detalla en mi monograf¨ªa.
Su evoluci¨®n en forma de un trastorno bipolar se establece con la aparici¨®n de ondas melanc¨®licas m¨¢s o menos fugaces y las caracter¨ªsticas de dos secuencias clave. La ¨²nica r¨¢faga melanc¨®lica mantenida con cierta tenacidad fue la provocada por el encantamiento de Dulcinea (Quijote II, cap¨ªtulo 11).
Las dos secuencias patognom¨®nicas de un trastorno bipolar acontecen respectivamente en Sierra Morena (Quijote I) y en la Cueva de Montesinos (Quijote II). La entrega de Don Quijote a la penitencia en Sierra Morena se despliega en forma de una alternancia entre las cabezadas contra las piedras, la musitaci¨®n de un mill¨®n de avemar¨ªas, los suspiros o los ayes desesperados, y las piruetas de alegr¨ªa, los versos rom¨¢nticos o los c¨¢nticos de amor, en suma un estado mixto maniacodepresivo. Por otra parte, su espeluznante y t¨¦trica enso?aci¨®n en la Cueva de Montesinos constituye, a la luz de la ciencia actual, una parasomnia espec¨ªfica de los pacientes bipolares, y como tal vivida como si fuera una realidad y tuviera una duraci¨®n muy dilatada. A su salida de la gruta, Sancho, con el reloj en mano, afirma que la estancia en la cueva ha durado una hora, mientras que Don Quijote asegura que ha permanecido en ella tres d¨ªas, rodeado de un cortejo de mujeres desoladas y desesperadas, sometidas al encanto mal¨¦fico del mago Merl¨ªn. Una pintura negra de Goya.
La vida de Don Quijote, gobernada por el delirio, un delirio de pensamiento y de acci¨®n, se consagra al deber y al amor. La presentaci¨®n de Don Quijote como un bienaventurado o un portador de valores universales tomados de la escala de Max Scheler, constituye un t¨®pico espiritualizado insostenible. Don Quijote no fue un predicador de bondades, sino un caballero andante que trat¨® de cumplir con su deber, polarizado en el imperativo categ¨®rico de Inmanuel Kant: ¡°Cumple con tu deber¡± o ¡°haz lo que debes¡±.
Con arreglo a los estatutos de caballer¨ªas, la actividad del caballero andante ha de dedicar una atenci¨®n preferente a la protecci¨®n de la mujer contra el forzamiento de los malandrines, los follones (holgazanes) o los gigantones y a velar por su honra. Don Quijote se pas¨® de rosca en este punto, al extender la funci¨®n caballeresca a dispensar a la mujer un control machista tratando de protegerla contra ella misma, dada su fr¨¢gil condici¨®n moral, as¨ª como se erigi¨® en director falocr¨¢tico del destino de la mujer proporcion¨¢ndole felicidad, tal como ¨¦l mismo establece: ¡°Evitarles marcharse a los ochenta a?os como la madre las hab¨ªa parido, sin haber tenido la oportunidad de disfrutar terminando con su virginidad¡±.
La actitud erot¨®mana de Don Quijote, distribuida en ocasional (creer que toda mujer pr¨®xima se enamoraba de ¨¦l) y permanente (delirio erot¨®mano referido a Dulcinea) se despoj¨® del tema sexual tomando una elevaci¨®n plat¨®nica. Aqu¨ª surgen dos inc¨®gnitas: una, ?de d¨®nde proven¨ªa su erotoman¨ªa generalizada? y, otra, su marcado se?alamiento plat¨®nico. En los estados de exaltaci¨®n vital de car¨¢cter hipomaniaco o maniaco, la libido se encuentra hiperactivada. Su configuraci¨®n como una pulsi¨®n plat¨®nica se debi¨® a ciertas variables (la avanzada edad, el largo celibato, la supremac¨ªa caballeresca del deber sobre el placer y alguna m¨¢s) pero no a la ingenuidad sexual de Don Quijote.
De descartar el t¨®pico de la ingenuidad se encarga el propio Don Quijote cuando refiere a Sancho el cuento de la viuda: ¨¦rase una viuda a la que sus familiares y amigos trataban de apartar de un amante carcomido por ¨ªnfimas cualidades personales, a lo que ella replic¨® ¡°para lo que yo le quiero sabe m¨¢s que Arist¨®teles¡±.
El t¨®pico de la quijotizaci¨®n de Sancho suele aducirse para explicar el radical cambio experimentado por el escudero en el Quijote II. Sancho no lleg¨® nunca a compartir el delirio de su se?or. Siempre mantuvo una insalvable distancia al respecto, como manifest¨® con rotundidad en distintas ocasiones. Con la duquesa y sus doncellas se desahog¨® mediante una larga confidencia, de la que aqu¨ª acotamos un p¨¢rrafo: ¡°Lo primero que digo es que yo tengo a mi se?or Don Quijote por loco rematado¡± (II, 35). Lo que retuvo a Sancho como escudero fue el v¨ªnculo de amistad con su amo.
Sancho Panza, una vez alejado de la cuadra, sencillamente por el disfrute de la asidua compa?¨ªa con gente com¨²n, sin precisar asistir a un master universitario ni contar con el apoyo de un profesor, el tonto y necio de la Primera Parte del Quijote, experiment¨® un profundo giro en su mentalidad en el Quijote II. Fue entonces cuando se le dijo por doquier que pensaba y hablaba como un catedr¨¢tico, un can¨®nigo o un fil¨®sofo. El primer expresidente de la II Rep¨²blica espa?ola, Niceto Alcal¨¢ Zamora (3), jurista de profesi¨®n, le colm¨® de elogios como administrador de la justicia en la ?nsula Barataria, rematando con la sorprendente afirmaci¨®n de considerarlo ¡°excelente juez, mejor sin duda que muchos letrados de la universidad¡± (III).Yo mismo he comentado la vertiginosa ascensi¨®n mental de Sancho como un proceso de socratizaci¨®n, que lo convirti¨® en un disc¨ªpulo aventajado del fil¨®sofo maestro de la cultura oral. Sancho fue el ¨¦xito de Don Quijote: un cerebro rescatado.
La intervenci¨®n del enfrascamiento en la lectura, ¡°durante el d¨ªa, de turbio en turbio, y durante la noche, de claro en claro¡± como causa de la psicosis de Don Quijote, representa un gazapo manejado por Cervantes para reforzar sus argumentos contra los libros de caballer¨ªas y halagar a los inquisidores, los enemigos natos de la lectura y los libros. A comienzos del siglo XVI se hab¨ªa quemado en Espa?a un mill¨®n de libros por orden del cardenal Cisneros. Cuando Don Quijote comenz¨® a devorar libros ya se hab¨ªa iniciado el cuadro de su euforia hiperactiva delirante. Por otra parte, entre los hidalgos de aquel tiempo era muy com¨²n la afici¨®n a leer libros de caballer¨ªas con la finalidad de cultivar sus fantas¨ªas doradas de transformarse en caballeros.
A todo ello se agrega que el trastorno bipolar delirante iniciado en una edad involutiva obedece a una determinaci¨®n gen¨¦tica al 90%. De modo que es un cuadro causado por los genes bipolares sin apenas necesidad del concurso de un factor externo. Reconozcamos finalmente, y Cervantes lo sab¨ªa mejor que nadie, que el h¨¢bito de la lectura es muy favorable para la salud mental del individuo. En definitiva, la entrega desmedida a los libros de caballer¨ªas del hidalgo constitu¨ªa un s¨ªntoma, y no una causa, facilitado por la supresi¨®n precoz de la necesidad de dormir.
El c¨¦lebre J?accuse, de Zola toma aqu¨ª tres orientaciones topicoclastas:
*Acuso a algunos comentaristas del Quijote de haber practicado una lectura sesgada de la novela cuando la presentan como un texto filos¨®fico o teol¨®gico, tal vez esot¨¦rico, inaccesible al lector corriente.
*Acuso de furibundos anticervantistas a un sector de escritores de la Generaci¨®n del 98, presidido por Miguel de Unamuno y el joven Azor¨ªn, cuando se proclamaban quijotistas regeneradores de Espa?a y consideraban el Quijote superior al talento de su autor.
*Sobre todo y ante todo: acuso de cervanticidas a los que niegan la enfermedad mental encarnada en Don Quijote, cuando el mismo Cervantes presentaba a su h¨¦roe, el protagonista de la novela, como ¡°un loco de remate¡±.
(1) Nabokov, Vladimir: El Quijote. Barcelona, Grupo Zeta, 1987.
(2) Castro, Am¨¦rico: El pensamiento de Cervantes. Madrid Editorial Cr¨ªtica, 1987, pp. 7-17.
(III) Alcal¨¢ Zamora, Niceto: El pensamiento de El Quijote visto por un abogado. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, 1947, pp. 116 y ss.
Francisco Alonso-Fern¨¢ndez es catedr¨¢tico em¨¦rito de la UCM y miembro de la Real Academia Nacional de Medicina. Sus dos ¨²ltimos libros: Don Quijote, el poder del delirio, (Editorial Hoja del Monte) y Depresi¨®n: todas las respuestas para entenderla y superarla, en colaboraci¨®n con Rosi Rodr¨ªguez Loranca (Editorial Lo Que No Existe).
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