Mitos, h¨¦roes y logros en serie
Nuevos contextos industriales y formas de consumo han elevado un formato que no es buen cine sino sobresaliente televisi¨®n
El t¨ªtulo original del libro Hombres fuera de serie (Ariel), de Brett Martin, aportaba un matiz muy ¨²til para entender la identidad diferencial del fen¨®meno de la nueva ficci¨®n televisiva: Dif?ficult Men. Behind the Scenes of a Creative Revolution (Hombres dif¨ªciles. La revoluci¨®n creativa entre bastidores). Lo de Difficult Men alud¨ªa, en primera instancia, al car¨¢cter a menudo volc¨¢nico y conflictivo de los art¨ªfices de esa supuesta revoluci¨®n: los showrunners, esos guionistas-productores-gestores que encarnan la idea de autor¨ªa en este nuevo contexto creativo y que, por lo general, son responsables del concepto de cada serie, directores de guion y garantes de su cohesi¨®n tanto narrativa como est¨¦tica. Pero ¡°hombres dif¨ªciles¡± tambi¨¦n define a la perfecci¨®n al personaje-tipo que ha presidido algunas obras clave como Los Soprano, House of Cards o Breaking Bad. Tras una larga tradici¨®n de ficciones televisivas tranquilizadoras, dise?adas para fomentar el consenso familiar a trav¨¦s de un modelo de ocio bals¨¢mico, estas nuevas series construyeron sus tramas alrededor de la figura central de un h¨¦roe ambiguo, cuando no directamente perverso, alterando de manera radical las mec¨¢nicas de identificaci¨®n con el h¨¦roe televisivo.
La predilecci¨®n por personajes irredimibles ha sido quiz¨¢ la mayor transformaci¨®n que ha tra¨ªdo consigo esta nueva era de ficciones de lujoso envoltorio ¡ªhay quien dice que esto no es una Edad de Oro de la televisi¨®n, sino de la producci¨®n¡ª y seductor star-system ¡ªel medio se ha convertido en refugio de sobresalientes actores desterrados de un Hollywood con sequ¨ªa de productos adultos¡ª: estos hombres irreparables como Walter White o Tony Soprano ya no pueden ajustarse a los tradicionales arcos dram¨¢ticos de ascensi¨®n y ca¨ªda, a menudo rematada en cat¨¢rtica redenci¨®n, sino que han propiciado un nuevo modelo de relato entendido como un sostenido trenzado de crisis, capaz de reflejar el estado de suspensi¨®n permanente de un tiempo fracturado y amoral.
Algunas series han logrado acceder a la categor¨ªa de cl¨¢sicos ¡ªLos Soprano, The Wire¡ª, pero tambi¨¦n es cierto que este fen¨®meno, que, de entrada, se explica por la consolidaci¨®n de nuevos contextos industriales ¡ªla incorporaci¨®n en la producci¨®n propia de cadenas de pago¡ª y de nuevas formas de consumo, tambi¨¦n ha inspirado muchas de esas frases de Todo a Cien que merecen ser puestas en cuarentena. Por ejemplo, aquella que sostiene que, ahora mismo, el mejor cine est¨¢ en televisi¨®n; argumento f¨¢cilmente desmontable si uno se pregunta d¨®nde est¨¢ el elemento medular del lenguaje cinematogr¨¢fico ¡ªla puesta en escena¡ª en estas producciones regidas, por lo general, por una realizaci¨®n funcional m¨¢s o menos trascendida por contundentes dise?os de producci¨®n. Ha habido puntualmente estimulantes zonas de confluencia entre ambos ¨¢mbitos ¡ªtrabajos televisivos en los que David Lynch, ?Todd Haynes, Olivier Assayas o Ra¨²l Ruiz pudieron canalizar buena parte de su identidad estil¨ªstica¡ª, pero el relato de largo recorrido para la pantalla dom¨¦stica ¡ªcon sus ritmos y estructuras capitulares¡ª muy poco tiene que ver con los m¨¢rgenes de libertad que permite un buen relato cinematogr¨¢fico. Dicho de otra manera, la nueva ficci¨®n televisiva mantiene un razonable nivel de excelencia, pero el medio a¨²n no est¨¢ preparado para acoger, por ejemplo, a su Apichatpong Weerasethakul o a su Tsai Ming-liang. La nueva ficci¨®n televisiva no es buen cine, sino sobresaliente televisi¨®n. Lo que ya es m¨¢s que suficiente.
Tambi¨¦n es frecuente considerar estas series como las primeras ficciones televisivas con ambici¨®n e impronta autoral. En los mismos or¨ªgenes del medio, a trav¨¦s de los espacios dram¨¢ticos retransmitidos en directo, creadores como Paddy Chayefsky, Rod Serling o Reginald Rose conformaron un temprano star-system de guionistas cuyo sentido del realismo acab¨® influyendo a las coet¨¢neas producciones cinematogr¨¢ficas. Horace and Pete, la serie creada por Louis C. K. para su web, supone un sincero homenaje a esos or¨ªgenes, realizado con conocimiento de causa. Eran los tiempos de Doce hombres sin piedad, Marty y R¨¦quiem por un peso pesado, testimonio de que el medio naci¨® con esas aspiraciones art¨ªsticas, que algunos creen hallazgo de HBO.
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