El legado del anarquismo
El 4 de noviembre de 1936, hace ahora 80 a?os, sucedi¨® un hecho trascendental e irrepetible: anarquistas entraron en el Gobierno de una naci¨®n
El 4 de noviembre de 1936, hace ahora 80 a?os, cuatro dirigentes de la CNT (Confederaci¨®n Nacional del Trabajo) y de la FAI (Federaci¨®n Anarquista Ib¨¦rica) ¡ªFederica Montseny, Juan Garc¨ªa Oliver, Joan Peir¨® y Juan L¨®pez¡ª entraron en el nuevo Gobierno de la Rep¨²blica en guerra presidido por el socialista Francisco Largo Caballero. Era un "hecho trascendental", como afirmaba ese mismo d¨ªa Solidaridad Obrera, el principal ¨®rgano de expresi¨®n libertario, porque los anarquistas nunca hab¨ªan confiado en los poderes de la acci¨®n gubernamental, su objetivo siempre hab¨ªa sido abolir el Estado, con su pr¨¦dica del antipoliticismo y de la acci¨®n directa, y porque era la primera vez que eso ocurr¨ªa en la historia mundial. Anarquistas en el Gobierno de una naci¨®n: un hecho trascendental e irrepetible.
Desde que Giuseppe Fanelli lleg¨® a Espa?a en noviembre de 1868 hasta el exilio de miles de militantes en los primeros meses de 1939, el movimiento anarquista protagoniz¨® una fren¨¦tica actividad propagand¨ªstica, cultural y educativa; de huelgas e insurrecciones; de terrorismo y de violencia; de revoluciones abortadas y sue?os igualitarios.
El anarquismo arrastr¨® tras su bandera roja y negra a sectores populares diversos y muy amplios. Arraig¨® con fuerza en sitios tan dispares como la Catalu?a industrial, en donde adem¨¢s, hasta la Guerra Civil, nunca hab¨ªa podido abrirse paso el socialismo organizado, y la Andaluc¨ªa campesina. Si se convirti¨® tras la Primera Guerra Mundial, de forma extraordinaria, en un movimiento de masas ¡ªel ¨²nico pa¨ªs de Europa en que eso sucedi¨®¡ª fue porque supo construir toda un red cultural alternativa, proletaria y campesina, de ¡°base colectiva¡±. Pero como en ese recorrido le acompa?¨® a menudo la violencia, su leyenda de honradez, sacrificio y combate, cultivada durante d¨¦cadas por sus seguidores, fue siempre cuestionada por sus enemigos, a derecha e izquierda, que resaltaron la afici¨®n de los anarquistas a arrojar la bomba y empu?ar el revolver.
Acabada la guerra, las c¨¢rceles, las ejecuciones y el exilio metieron al anarquismo en un t¨²nel del que no volver¨ªa a salir. Mas no fueron solo la larga dictadura y la represi¨®n las que se lo tragaron y le impidieron volver, renacer tras la muerte de Franco, para convertirse ya un movimiento residual durante la consolidaci¨®n de la democracia. Espa?a experiment¨® desde la d¨¦cada de los sesenta cambios econ¨®micos importantes, con un notable impacto en la sociedad. La distancia existente entre 1939 y los primeros a?os de la transici¨®n parec¨ªa insalvable.
Hab¨ªa emergido una nueva cultura pol¨ªtica y sindical. Se hab¨ªa impuesto la negociaci¨®n como forma de institucionalizar los conflictos. Nuevos movimientos sociales y nuevos protagonistas hab¨ªan sustituido a los de clase, a los de esa clase obrera a la que se le asignaba la misi¨®n hist¨®rica de transformar la sociedad. El proletariado rural hab¨ªa descendido considerablemente y ya no protagonizaba huelgas. El analfabetismo se hab¨ªa reducido de forma dr¨¢stica y ya no era, como se declaraba en el Congreso de la CNT de 1931, esa "lacra (...) que tiene hundido al pueblo en la mayor de las infamias".
Los factores ambientales y culturales que hab¨ªan permitido en ¨¦pocas anteriores la apelaci¨®n a mitos ancestrales y mesi¨¢nicos, eso que Gerald Brenan llamaba la "religiosidad al rev¨¦s", f¨¢ciles de reconocer en el anarquismo pero tambi¨¦n en otros movimientos obreros de tipo marxista, eran ya historia. Aquel Estado d¨¦bil, que hab¨ªa posibilitado la ilusi¨®n y el sue?o de que las revoluciones depend¨ªan solo de las intenciones revolucionarias de obreros y campesinos, se hab¨ªa mudado en uno m¨¢s fuerte, eficaz e intervencionista. El consumo hac¨ªa milagros: permit¨ªa al capital extenderse y a los obreros mejorar su nivel de vida. Sin el antipoliticismo, y con obreros que abandonaban el radicalismo ante la perspectiva de mejoras tangibles e inmediatas, que prefer¨ªan el coche y la nevera al altruismo y al sacrificio por la causa, el anarquismo flaqueaba, dejaba de existir.
Pero, pese a que hoy el anarquismo sea solo historia, muy denigrada por otras ideolog¨ªas y partidos parlamentarios, no hay ninguna duda de la validez y actualidad de algunos de sus planteamientos, como su cr¨ªtica al Estado, al poder pol¨ªtico y a las im¨¢genes distorsionadas que siempre se transmiten desde arriba sobre el desorden y el espontane¨ªsmo. Los anarquistas siempre pensaron que el Estado no pod¨ªa hacer iguales a las personas y no parece que estuvieran muy equivocados, si vemos los resultados del comunismo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en otros pa¨ªses. Nunca intentaron poner en marcha vastos proyectos de ingenier¨ªa social, como hicieron el comunismo y el fascismo, con las consecuencias que tambi¨¦n conocemos. No fue la historia del anarquismo un lecho de rosas, pero hubo en ella algo m¨¢s que bombas y pistolas.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza y Visiting Professor de la Central European University de Budapest.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.