Michel Onfray: el inquisidor
El fil¨®sofo es acusado de seguir el juego al Frente Nacional al acusar a la izquierda de haber construido un pueblo a medida
Michel Onfray (Argentan, 1959), fil¨®sofo, iconoclasta, libertario, girondino, epicuriano, nietzscheano, de derecha para algunos, de izquierda, para otros. Se pueden usar una serie de ep¨ªtetos para clasificar a alguien que ha concentrado recientemente los ataques de la prensa francesa. La pol¨¦mica se desata con algunas declaraciones controvertidas de Onfray contra dirigentes, intelectuales, fil¨®sofos, escritores, sobre todo, el hecho de reprocharle a la izquierda de turno haber abandonado al ¡°pueblo franc¨¦s¡± a la deriva demag¨®gica de la extrema derecha. Lo que ha sido el boomerang de temporada: algunas personas piensan que es el mismo Onfray quien hace el juego al Frente nacional al acusar a la izquierda de haber construido un pueblo a medida, con minor¨ªas y comunidades ¨¦tnicas o sociales (homosexuales, trans¡), en una suerte de ¡°clientelismo pol¨ªtico¡± que habr¨ªa abandonado la verdadera lucha de clases. El ¡°pueblo¡± lamentablemente est¨¢ conformado muchas veces por emigrantes: la mano de obra barata.
Uno de los ¨²ltimos libros de Michel Onfray, Cosmos (Paid¨®s Ib¨¦rica 2016), intenta un trabajo ecum¨¦nico en lo que ser¨ªa un ¡°ant¨ªdoto anti-nihilista¡±, una forma de pensar el mundo a partir de una visi¨®n menos pasiva. Como me dijo en la corta entrevista que mantuvimos en un caf¨¦ de Castelnau-Magnoac, de la regi¨®n de los Pirineos, lo que le interesa es la ¡°verdad¡± y solo la verdad, ascesis de fil¨®sofo irreprochable sino fuese porque este trabajo se convierte en una verdadera inquisici¨®n. Onfray es un fil¨®sofo en la l¨ªnea de Nietzsche, la ¡°filosof¨ªa a martillazos¡± que transforma en moralista a quien la ejerce para increpar a todos aquellos que hayan participado a una suerte de ¡°parodia planetaria¡± de la verdad. A saber, todo lo que ir¨ªa en contra el pensamiento claro, l¨®gico, luminoso y transparente. No es que seamos indiferentes a su necesidad de desmontar qu¨¦ se esconde detr¨¢s de teor¨ªas que han dominado la modernidad occidental: el sicoan¨¢lisis de Freud, el marxismo, el existencialismo. O los movimientos como Dada, Cubismo, Surrealismo, los?ready mades de Duchamp, el arte conceptual, etc¡ Es que es casi inhumano pensar de manera tan visceral y global: desde la epopeya de Gilgamesh hasta los cantos sagrados del ?frica negra o las leyendas de Polinesia, pasando por relatos de la mitolog¨ªa n¨®rdica hasta el cine documental y el ?frica fantasma del criticado Michel Leiris, adem¨¢s de los haikus como el s¨²mmun de una visi¨®n po¨¦tica del Cosmos. En este rastreo de se?ales de una suerte de complot contra la verdad, no hay reposo, Onfray, y lo que empieza con un relato hermoso del padre que muere entre sus brazos una noche estrellada, termina con una dec¨¢logo de lo que ser¨ªa una ¡°vida buena¡±, para usar el t¨¦rmino filos¨®fico. A saber, como el rechazo de todo pensamiento m¨¢gico y regreso al Cosmos para luchar contra el nihilismo, el mundo animal como ejemplo para el hombre, construcci¨®n de una frugalidad alimentaria hasta lograr ubicarse m¨¢s all¨¢ del bien y el mal (sic). Esta ontolog¨ªa materialista, como la denomina, ser¨ªa la base de un nuevo materialismo radical. Su lucha es entonces contra el sicoan¨¢lisis por oscurantista, el arte moderno por impostor, el existencialismo por ser lo contrario del humanismo, el feminismo de Simone de Beauvoir por ser una farsa, el evidente manique¨ªsmo del judeo-cristianismo, la filosof¨ªa de Foucault, Merleau-Ponty, L¨¦vinas, los cuadros de Goya, Monet y Picasso por celebrar el arte ¡°b¨¢rbaro¡± de la corrida bajo la protecci¨®n de autores como Michel Leiris o Ernest Hemignway.
Esta ¡°enciclopedia Breve¡±, tan larga, de Onfray, liquida, sin bondad, todo h¨¦roe (o hero¨ªna) considerado con pies de barro. Admitamos ese trabajo saludable de de-construcci¨®n que no se inscribe en una decolonizaci¨®n al no poner en duda el eurocentrismo de su empresa, ya que conocer la verdad y nada m¨¢s que la verdad, con lo que se tiene a la mano, sin poner en duda sus fuentes, es posible para Onfray. De ah¨ª que Sartre y Beauvoir (sus personajes m¨¢s detestados junto con Freud) hayan sido colaboracionistas, ella por haber entregado guiones a una radio de Vichy, y ¨¦l, por haber colaborado en una revista af¨ªn al r¨¦gimen. Sus ataques a Freud, han ennegrecido p¨¢ginas enteras y merecido la respuesta de Elisabeth Roudinesco, quien intent¨® mostrar los trescientos errores que conten¨ªa. Ochenta libros publicados, los ¨²ltimos cada vez m¨¢s lapidarios, m¨¢s radicales para destruir esta doxa dominante. El arte del silogismo de Onfray ha exasperado a mucha gente y le ha asegurado un lugar de hijo r¨¦probo en el mundo intelectual. Nadie niega que sus libros toquen fibras sensibles, solo que sin todos esos h¨¦roes ca¨ªdos que deja despedazados por el camino, no hubi¨¦semos llegado hasta aqu¨ª (caminante se hace camino al andar) y no entender¨ªamos el presente. Ahora me acusan de ser un fascista, me dice con una expresi¨®n crispada, vestido de negro, la voz es clara, rotunda, no admite interrupciones, ¡°no es una conversaci¨®n¡±, resalta, la entrevista es vertical. Intento preguntarle por esa relaci¨®n con el padre, por su infancia, por su pasado evocado en el libro, por este mundo dominado por la sed del dinero y del poder, por esa incapacidad patol¨®gica para confeccionar un ¡°nosotros¡±, quisiera preguntarle muchas cosas, pero la entrevista se entrampa, y hay un desaf¨ªo, una tauromaquia, tan detestada por Onfray, en el proceso: coger al toro por las astas y no desviarse de sus temas. Mientras tanto pensaba, ?qu¨¦ hay de ese hombre que perdi¨® a la mujer amada a edad temprana, de la p¨¦rdida de referentes, de su soledad, de su aislamiento reciente, se puede resistir tantos ataques, se puede escribir tanto y sin reposo, se puede acusar tanto? Misterio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.