Sal¨®n urbano
El Prado expone durante un mes los distintos proyectos que compitieron por la ampliaci¨®n del Sal¨®n de Reinos que finalmente har¨¢ el estudio Foster-Rubio
El concurso para la nueva ampliaci¨®n del Museo del Prado ¡ªla recuperaci¨®n del Sal¨®n de Reinos en el que Felipe IV impresionaba a sus invitados bajo los escudos de sus 24 reinos¡ª ha sido tan ins¨®lito como revelador. Parec¨ªa imposible que tantas primeras figuras de la arquitectura se pusieran a pensar un proyecto de restauraci¨®n e interiorismo que, sin embargo, ha resultado ser un ejercicio de urbanismo. Lo que resulta revelador es que aun trat¨¢ndose del rescate de una reliquia hist¨®rica, las propuestas han puesto sobre la mesa los problemas de las ciudades europeas. Esto es: el trato que se da a las capas de memoria, la manera en la que se acoge o dirige a los ciudadanos y la imaginaci¨®n con la que se armoniza el entorno de antiguos s¨ªmbolos del poder que quieren transformarse en s¨ªmbolos c¨ªvicos.
Lo que explica el inter¨¦s de los arquitectos planetarios es que asociar su nombre al Prado significa coserlo a la eternidad. Al demandar a los participantes haber construido un buen n¨²mero de museos, el Prado se aseguraba, adem¨¢s, un ganador experto. Los contrastados atributos de los ocho finalistas promet¨ªan un enfoque plural con diversos grados de riesgo y control pl¨¢stico. [Los proyectos se exhiben durante mes y medio en el claustro de los Jer¨®nimos] Hace lustros que el museo del siglo XXI dej¨® atr¨¢s el icono llamativo para pasar a tender lazos urbanos. En eso consist¨ªa este concurso, en conservar, despreciar o unir las partes que la historia hab¨ªa desunido demostrando m¨¢s o menos sumisi¨®n ante esa historia.
El meticuloso rescate del Sal¨®n de Reinos y de la pintura de su b¨®veda ¡ªlos escudos de los reinos¡ª ha sido compartido por todos los arquitectos. As¨ª, parec¨ªa evidente que el ganador no deb¨ªa jugar sus cartas a ese reducto interior sino m¨¢s bien apostarlas a la relaci¨®n entre el vestigio de un palacio del siglo XVII y la ciudad del futuro. Por eso, la peatonalizaci¨®n del entorno ¡ªtransformando las calles en una gran plaza p¨²blica¡ª ha cobrado protagonismo y la cara del proyecto ¡ªsu fachada sur¡ª con la decisi¨®n de mantener o no una cubierta en mansarda han concentrado las mayores discrepancias. La propuesta ganadora, de los estudios Foster y Rubio, declina conservar esa cubierta y la sustituye por otra de zinc que libera las salas de columnas y se estira como marquesina enmarcando la escalinata de acceso. Esta propuesta tiene la extra?a virtud, o defecto, de ofrecer no una sino dos posibles fachadas. La m¨¢s conservadora hace m¨¢s permeable la a?adida en el siglo XIX. La segunda, la convierte en una columnata y permite que la mano tecnol¨®gica de Norman Foster llegue al suelo y no se quede solo en la cubierta. La propuesta de Cruz y Ortiz, que seg¨²n fuentes de la pinacoteca pele¨® hasta el final, planteaba lo que tan bien saben hacer los autores de la ampliaci¨®n del Rijksmuseum: limpiar ¡ªeliminando la cubierta para destacar las torres herrerianas¡ª y ordenar. Una rampa monumentalizaba la accesibilidad. Chipperfield, con B720, y Souto de Moura a?ad¨ªan una nueva capa de historia sumando un volumen de acceso. Y OMA convert¨ªa el museo en puerta, recortando un pasaje p¨²blico al levantar el edificio, es decir, al demoler parte de su planta baja.
Ver, durante un mes, c¨®mo ser¨¢ y c¨®mo pudo ser el nuevo Prado en manos de los mejores arquitectos multiplica la ciudad. Y resume la arquitectura de nuestra era.
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