Y al cabo, nada os debo
Soy clase media, lo confieso, y no s¨¦ si debo atizarme 30 latigazos por encontrarme en tan vergonzosa posici¨®n
Estoy perpleja. Yo dir¨ªa que tanto como los j¨®venes espa?oles, aunque los de mi quinta padezcamos nuestra particular perplejidad generacional. Imagino ahora mismo, por ejemplo, los esca?os del Congreso y visualizo a una derecha que saca pecho al advertir que sus imperdonables errores se premian con m¨¢s votos; observo a un partido socialista carente de liderazgo, al que no sabr¨ªa por qu¨¦ habr¨ªa hoy de prestarle mi voto, y me fijo, m¨¢s a la izquierda, en los pol¨ªticos de Podemos, donde confluye IU, que desde hace poco declaran no querer apelar m¨¢s a la clase media ya que, decididamente, aspiran a convertirse en el partido de la clase obrera.
Soy clase media, lo confieso, y no s¨¦ si debo atizarme 30 latigazos por encontrarme en tan vergonzosa posici¨®n. Recurrir¨ªa a los versos de Machado: ¡°Y al cabo, nada os debo; deb¨¦isme cuanto he escrito./ A mi trabajo acudo, con mi dinero pago/ el traje que me cubre y la mansi¨®n que habito,/ el pan que me alimenta y el lecho en donde yago¡±, pero no definir¨ªan en su complejidad la verdadera situaci¨®n en la que algunos padres, madres e hijos de clase media nos encontramos. Con nuestro dinero, completamos la modesta pensi¨®n de nuestros padres y con nuestro dinero propiciamos la independencia de nuestros hijos. Cierto es que no todos tienen la suerte de contar con un dinero que les permita corregir las carencias del sistema, pero estoy segura de que son muchos los progenitores que, entendiendo que sus hijos necesitan ser plenamente adultos, hacen lo que est¨¢ en sus manos para no prolongar una indeseada juventud. Dicho esto, ?qu¨¦ pecado cometimos o cometemos para que hayamos acabado arrojados a este desamparo ideol¨®gico?
Le¨ª hace unos d¨ªas un imprescindible art¨ªculo de Joaqu¨ªn Estefan¨ªa,??No future!: no es pa¨ªs para j¨®venes, en el que daba cuenta del ensa?amiento de la crisis con los j¨®venes. Un 92,5% de los menores de 30 a?os son contratados temporales. Solo el 20% ha conseguido emanciparse. A estas alturas sue?an con el viejo denostado mileurismo, sobreviven por mil trabajillos de poca monta, retrasan el nacimiento de los hijos y, de vez en cuando, acuden a los padres a pedir ese tipo de pr¨¦stamo o ayuda que les permita salir a flote. Esto es as¨ª en un porcentaje lamentablemente alto. Pues bien, a esos pensamientos me hab¨ªan llevado las cifras de Estefan¨ªa cuando lleg¨® a mi puerta un libro, Volveremos, escrito por las periodistas Noem¨ª L¨®pez Trujillo y Estefan¨ªa S. Vasconcellos, presentado como una Memoria oral de los que se fueron durante la crisis. Estas dos periodistas, nacidas ambas en el 88, podr¨ªan ser dos ejemplos m¨¢s de los emigrantes que han entrevistado, porque ambas tuvieron su experiencia en el extranjero. Ahora, de vuelta a Espa?a, sobreviven como casi todos los j¨®venes que comienzan en mi oficio: un texto por aqu¨ª y un reportaje por all¨¢; eso s¨ª, con el firme prop¨®sito de que la precariedad no condene al fracaso la firme vocaci¨®n que las anima.
Un d¨ªa, decidieron echar mano del Skype y se pusieron en contacto con j¨®venes que, no queriendo sufrir los trabajos precarios (?de mierda?) que les ofrec¨ªan, pusieron tierra por medio: Londres, Montevideo, Luxemburgo, Par¨ªs, Toronto, Colonia. Sus voces est¨¢n ah¨ª, pero tambi¨¦n las de los padres que dejaron atr¨¢s en Espa?a, e incluso el testimonio de una joven que a punto estuvo de irse pero no se atrevi¨® a abandonar a su madre, a punto estuvo de ser desahuciada. Este libro, en el que las periodistas callan para que sus protagonistas hablen en sus propios t¨¦rminos, cuenta los diferentes momentos de estos viajes a¨²n sin regreso: por qu¨¦ decidieron irse, los duros inicios en el nuevo pa¨ªs, el mordisco de la nostalgia y la mirada hacia un futuro incierto.
Ninguno de ellos se presenta a s¨ª mismo como v¨ªctima, porque en su viaje est¨¢, por encima de todo, la pretensi¨®n de un futuro mejor, pero s¨ª reflexionan sobre la inexplicable tardanza del Gobierno socialista en reconocer la existencia de la crisis y la nula voluntad pol¨ªtica de los populares de hacer de Espa?a un pa¨ªs en el que merezca la pena ser joven, sin que est¨¦ penalizado con sueldos m¨ªnimos y horarios abusivos. El hallazgo de este peque?o pero intenso libro es que el lector lo termina familiarizado con cada historia en concreto y a cada voz le a?ade la de una familia dolorosamente dividida. La experiencia del extranjero sirve, y mucho, pero la imposibilidad de volver azota tanto al que se ha ido como a los que se quedan. Aunque, as¨ª lo cuentan, en nuestro pa¨ªs siempre hay un padre o una madre que cada poco les recuerda: aqu¨ª siempre tendr¨¢s tu casa. Sean de clase obrera o media, tanto da.
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