Puccini ¡®renaissance¡¯
Gran ¨¦xito de la versi¨®n original de Madama Butterfly en la inauguraci¨®n de la temporada del Teatro de La Scala de Mil¨¢n
La Scala de Mil¨¢n corre el riesgo de convertirse en el templo pucciniano que nunca fue. Tras el fracaso de Madama Butterfly, en la fat¨ªdica y ¨²nica representaci¨®n que tuvo el 17 de febrero de 1904, el compositor de Lucca marc¨® distancias con el teatro milan¨¦s. No volvi¨® a estrenar aqu¨ª ninguna ¨®pera el resto de su vida, pues para la premi¨¨re de Turandot sus huesos descansaban en Torre del Lago. Ha tenido que pasar m¨¢s de un siglo y una d¨¦cada para que se resta?asen las heridas con Madama Butterfly.Y la sanaci¨®n ha sido celebrada recuperando la fracasada versi¨®n original en una nueva producci¨®n que inaugur¨® ayer oficialmente la temporada de ¨®pera del teatro milan¨¦s.
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Una ¡°Prima della Scala¡± convertida en reparaci¨®n moral de Puccini, pero cuyo ¨¦xito puede suponer la consolidaci¨®n de su renacer como un compositor tan admirado por los especialistas y la cr¨ªtica como por el p¨²blico.
Recuperar la versi¨®n original de 1904 no es un affair filol¨®gico. Madama Butterfly marca en Puccini la transici¨®n del modelo verdiano al wagneriano. De la concentraci¨®n dram¨¢tica, habitual en La Boh¨¨me y Tosca, a la extenuaci¨®n y el estatismo que representa un t¨ªtulo con dos actos de acci¨®n continuada y duraci¨®n wagneriana. Hay muchos aspectos de esta ¨®pera que recuerdan a Trist¨¢n e Isolda, un t¨ªtulo que Puccini cita precisamente al comienzo del segundo acto.
Riccardo Chailly supo encontrar con su direcci¨®n el tono ideal para defender esta versi¨®n. Ayudan sus galones de gran sinfonista del repertorio centroeuropeo, pero tambi¨¦n la sangre mediterr¨¢nea de un gran maestro de foso. Su versi¨®n ha sido la m¨¢s wagneriana sin dejar de ser la m¨¢s pucciniana. Aporta un inteligente manejo de los motivos conductores de la ¨®pera, que resultaron determinantes en el primer acto. Cada fragmento ahora recuperado introduc¨ªa contraste y cohesi¨®n al conjunto. Como la naturalidad con la que se pasa de la ligereza del borrach¨ªn Yakusid¨¦ al dramatismo de Lo zio Bonzo.
MADAMA BUTTERFLY
Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica y m¨²sica de Giacomo Puccini. Con Mar¨ªa Jos¨¦ Siri, Bryan Hymel, Annalisa Stroppa y Carlos ?lvarez. Coro y Orquesta del Teatro de La Scala. Direcci¨®n musical: Riccardo Chailly. Direcci¨®n esc¨¦nica: Alvis Hermanis. Mil¨¢n, Teatro de La Scala, 7 de diciembre.
La direcci¨®n esc¨¦nica de Alvis Hermanis ha sabido sacar un enorme partido visual a estas novedades de la versi¨®n de 1904. El r¨¦gisseur let¨®n adopta con inteligencia la est¨¦tica japonesa sin caer en el mero exotismo. Por ello el uso del kabuki aporta dinamismo o la arquitectura tradicional japonesa subraya el ambiente claustrof¨®bico de la ¨®pera. Su direcci¨®n dram¨¢tica resulta mod¨¦lica y, en especial, de la protagonista. Pocas producciones han desarrollado tan claramente el drama interior que vive Cio-Cio-San. La geisha que se mete en el papel de esposa americana y termina haci¨¦ndose el harakiri. Un c¨ªrculo dram¨¢ticamente perfecto que se resalta adem¨¢s en el vestuario.
La soprano uruguaya Mar¨ªa Jos¨¦ Siri fue la gran triunfadora de la noche. Su encarnaci¨®n de la protagonista japonesa alcanz¨® la intensidad psicol¨®gica de una Isolda. La voz no es grande pero la maneja con suma inteligencia y equilibrio como demostr¨® en la famosa aria Un bel di vedremo. Bryan Hymel es un tenor quiz¨¢ demasiado l¨ªrico para Pinkerton, pero destac¨® con solvencia en el primer acto. La italiana Annalisa Stroppa fue una excelente Suzuki y un Sharpless de lujo el espa?ol Carlos Alv¨¢rez.
Bien el resto del reparto y muy interesante la parte de Kate Pinkerton que dispone en esta versi¨®n de 1904 de una intensa escena al final con Cio-Cio-San. El evento oper¨ªstico escal¨ªgero cont¨® con la habitual combinaci¨®n de glamour y medidas de seguridad, aunque no asisti¨® por razones obvias el presidente de la Rep¨²blica Italiana, Sergio Matarella.
Babelia
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