Hombres, devolvednos la cortes¨ªa
Conviene que comencemos a leer y hablar de pol¨ªtica sin entregar la voz cantante al paso que marcan nuestros diputados
Este s¨¢bado quiero hablarles de un libro que viene muy a cuento. Conviene que comencemos a leer y hablar de pol¨ªtica sin entregar la voz cantante al paso que marcan nuestros diputados. Hoy quiero mostrarles mi entusiasmo por un libro que ve la luz esta semana, La importancia de no entenderlo todo, de Grace Paley. Esta mujer fue tantas cosas que casi no sabe una por d¨®nde empezar. Naci¨® en 1922 en el Bronx y muri¨® en 2007. Algunos la conocimos por la edici¨®n que Anagrama public¨® de sus cuentos y ese ¨²nico volumen sirvi¨® para que algunos la am¨¢ramos. Alguien dijo que a Paley se la lee para amarla. Pero el libro que me encantar¨ªa que leyeran es una recopilaci¨®n de sus experiencias como activista. Grace, con esa familiaridad se la nombraba, lleg¨® al feminismo, a la literatura, al activismo contra la guerra del Vietnam, a las protestas sociales inspirada por su vida diaria. Era una de esas amas de casa, al estilo de Alice Munro, que escrib¨ªan a ratos en la cocina, cuando los ni?os estaban en la escuela, pero al contrario que Munro su esp¨ªritu fue siempre social, alegre, comprometido, gregario, callejero, valiente. No vivi¨® la maternidad de manera conflictiva, sino que se sirvi¨® de ella para escuchar la voz de las mujeres y entablar conversaciones en los parques del barrio. Grace nos cuenta su crianza en un hogar de jud¨ªos rusos que encontraron en Nueva York refugio tras ser expulsados por el zar. En las conversaciones familiares encontr¨® su primera instrucci¨®n pol¨ªtica, por ser sus padres socialistas, pero a lo largo de su vida optar¨ªa por el compromiso con las causas concretas.
Todo est¨¢ contado en la prosa de Grace de manera tan vital y alegre que parece que a esta mujer no le costara trabajo dejar a los cr¨ªos de la escuela para unirse luego a los que tozudamente se manifestaban contra la guerra. Una de aquellas sentadas la llev¨® a la c¨¢rcel durante unos d¨ªas y esa experiencia est¨¢ en el libro. Tiene la facultad de encontrar la comedia y la humanidad hasta en tan crudas circunstancias. Estar en la c¨¢rcel fue una manera de entablar conversaci¨®n con las otras presas, prostitutas, rateras, drogadictas, madres como ella; en la maternidad encontr¨® Paley la ternura y el coraje.
La leo y siento que me contagia su falta de miedo y su resistencia ante la adversidad. Sus editores le reclamaron desesperadamente una novela pero ella no amaba tanto la literatura como para dejar de intervenir en los conflictos que agitaron su tiempo. Todo se cuenta a trav¨¦s de su vida, comenzando por sus reflexiones sobre el aborto, que entiende como una dura experiencia aunque confiesa no haber sentido culpabilidad alguna. Escribe lo que piensa. Ah¨ª reside el valor de su voz. Una puede imaginar a esa mujer inquieta de pelos siempre alborotados entablar una conversaci¨®n con uno de los polic¨ªas enviados para dispersarlos. Encuentra al ser humano en cualquier ser humano.
Defensora de la resistencia pac¨ªfica, empecinada, que no se rinde, que apela a la desobediencia civil si es preciso. Junto a otras madres tozudas consigui¨® detener los planes del director de obras p¨²blicas de NY, Robert Moses, de atravesar Washington Square con una autopista. Fueron esas mujeres, lideradas por Jane Jacobs, las que plantaron cara al Ayuntamiento y se atrevieron a reclamar una ciudad m¨¢s amable para sus hijos. La presencia de los ni?os en este libro es constante, y s¨ª, se?ores, hablamos de pol¨ªtica. Grace viaja a Vietnam para observar que la guerra desbarata tan abrasivamente la vida de la gente com¨²n que ya nada volver¨¢ a su ser. Los ni?os muertos, los ni?os hu¨¦rfanos, pero tambi¨¦n los ni?os que se quedan atr¨¢s en las clases de lectura de los colegios p¨²blicos de su barrio. ?De d¨®nde sacaba la fuerza esta mujer?
De fondo, siempre se aprecia, por supuesto, la lucha de una sociedad de iguales, hombres y mujeres, blancos y negros. Cuenta que en un viaje hacia el sur, cuando los negros ten¨ªan prohibido ocupar los asientos de los blancos, Grace le ofrece a una madre que de pie carga con su ni?o dormido, llevarle al cr¨ªo en sus brazos. Un hombre blanco, observa la escena, mira al beb¨¦ con desprecio y dice, ¡°¨¦se tendr¨ªa que estar colgado de un gancho¡±. Grace abraza al beb¨¦ que duerme confiado en sus brazos y es, dice, como si hubiera sido un presentimiento del nieto (tambi¨¦n negro) que muchos a?os despu¨¦s amar¨ªa.
Hay que leerla. La pol¨ªtica no puede dejarse solo en boca de los pol¨ªticos. Cierras el libro queriendo parecerte a ella, a la feminista que amaba a los hombres, y que dec¨ªa con sorna: ¡°Las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haci¨¦ndolo con gran inter¨¦s porque era como leer acerca de un pa¨ªs extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortes¨ªa¡±.
Babelia
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