M¨¢rtires en la cocina
En 'Pesadilla en la cocina', Chicote hurga en la herida, humilla a los farsantes y machaca sin contemplaciones
Imagino el regocijo de la productora de Pesadilla en la cocina cuando el dizque cocinero mexicano de un restaurante de Madrid le arre¨® un empuj¨®n a Alberto Chicote despu¨¦s de que el chef espa?ol le desquiciara acorral¨¢ndole entre las sartenes, llam¨¢ndole de todo menos cocinero. El objetivo, divertir y si fuera posible escandalizar, ya estaba cumplido desde el momento en que el pinche azteca perdi¨® los estribos: ¡°?No me toques!¡± ¡°?Te he dicho que no me toques!¡±. Y Chicote le toc¨®.
La nueva temporada de la adaptaci¨®n espa?ola de Kitchen Nightmares sube en el rating vigorosamente porque cebarse con el inepto, romper al quebradizo y hacer llorar al arruinado es tan f¨¢cil como robar a un borracho. No obstante, el exorcismo practicado por el chef con ilusos que abrieron un restaurante como pudieron haber abierto una zapater¨ªa tiene su m¨¦rito: permite calibrar visualmente el abombamiento de la car¨®tida de los aventureros cuando se les abronca en las narices, escuchar las risas o maldiciones de los corrillos de empleados y actualizar el inventario espa?ol de tacos y vulgarismos.
Pero v¨ªctimas y victimarios juegan la partida de com¨²n acuerdo, firmando un contrato. Los due?os de restaurantes agonizantes parecen suscribirlo casi a ciegas: son las v¨ªctimas dispuestas al martirologio para salvar sus negocios, y Chicote, el victimario, el despiadado fiscal, que hurga en la herida, humilla a los farsantes y machaca sin contemplaciones. Yo he llegado a aplaudir cuando desenmascara.
Los propietarios asumen que para conseguir publicidad y una reforma gratuita de sus locales tienen que ofrecer la otra mejilla despu¨¦s del primer tortazo del cocinero presentador, que no es Castelar hablando pero se hace entender perfectamente.
M¨¢s all¨¢ del sensacionalismo, el programa tiene un valor sociol¨®gico: es un zarzuelero parque tem¨¢tico de emprendedores incompetentes, socios caraduras, padres amargados por el fracaso de sus hijos, y trabajadores de medio pelo, pagando el pato o llev¨¢ndoselo a casa. Sin esos magn¨ªficos ingredientes no habr¨ªa programa.
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