Furia sarracena con toque franc¨¦s

El mundo del ballet es tambi¨¦n v¨ªctima de las modas y las corrientes. ¡°El Corsario¡± est¨¢ otra vez en el candelero, y hasta Madrid, que es una de las peores capitales europeas para la programaci¨®n de danza, ha tenido dos Corsarios ¨²ltimamente: la temporada antes pasada el del English National Ballet en los Teatro del Canal (abril 2014) y ahora la versi¨®n de Viena en el Real, mismo escenario donde en septiembre de 2006 ya estuvo el Mariinski de San Petersburgo con la versi¨®n cuasi can¨®nica de Piotr Andreievich G¨²sev (1904-1987) , donde ya dirigi¨® la orquesta de la casa madrile?a el mismo Ovsianikov.

El ballet ¡°Le Corsaire¡± se basa en el poema m¨¢s venal (y hasta quiz¨¢s el¨ªpticamente algo autobiogr¨¢fico) de Lord Byron, pi¨¦nsese que el propio bardo sufri¨® un naufragio en una isla griega y bautiz¨® a su hija natural con el nombre de Medora, entre otras coincidencias nada casuales. El argumento del ballet, aun rozando ese casi tierno absurdo de los grandes t¨ªtulos rom¨¢nticos, no se despega demasiado del poema, y dibuja, en un terreno de m¨¢ximas, la inveterada lucha entre el bien y el mal, la redenci¨®n a trav¨¦s del amor y sobre todo la recurrencia de la ambientaci¨®n orientalista y ex¨®tica, hablando de un orientalismo mistificado, edulcorado y muchas veces cercano al pastiche. El dibujo, la est¨¦tica, puede recordar a las pinturas de Delacroix, Ingres, G¨¦r?me y hasta Mariano Fortuny. Odaliscas, el har¨¦n, los bazares, los piratas (que no bucaneros: esos solamente los hab¨ªa en el mar Caribe), sarracenos crueles, todo eso est¨¢ presente en el ballet que nos ocupa.

La nueva y cuidadosa revisi¨®n de la redacci¨®n musical es el elemento m¨¢s novedoso e importante, un trabajo cuidadoso y hecho a conciencia que el propio Richard Bonynge ha elogiado. La compleja partitura sobre la matriz de Adolphe Adam, contiene materiales de hasta 11 compositores, entre ellos L¨¦o Delibes (adem¨¢s de ¡°El Jard¨ªn Animado¡± esta vez se usa el gran adagio de ¡°Sylvia¡±), Cesare Pugni, Riccardo Drigo, Yuli Gerber (de su ballet hecho con Petipa: ¡°Trilby¡± quedan aqu¨ª varios fragmentos adem¨¢s de la famosa variaci¨®n masculina), Piotr Oldernburg y Nikolai Troubetzkoi, entre otros, lo que se ya he llamado antes ¡°una selva intrincada de papel pautado¡± donde ha trabajado con rigor el pianista Igor Zapravdin, respaldado por los orquestadores Thomas Heinisch, vien¨¦s, y el h¨²ngaro G¨¢bor Ker¨¦nyi.

Legris no se marca ninguna salida de tono, su registro, experiencia y formaci¨®n lo hace mantenerse en los m¨¢rgenes que se?ala el canon con un notable buen gusto y hasta entusiasmo, atiende al desarrollo de la t¨¦cnica, modela el virtuosismo extremado que hoy es casi fiebre global y se permite un detalle justificado: suprimir en el famoso paso a dos al esclavo Al¨ª, que es un a?adido tard¨ªo, haciendo bailar a Conrad en su lugar. No es grave, am¨¦n del desastre que significa tal supresi¨®n para ballet¨®manos ansiosos y furiosos. Una demostraci¨®n de coherencia de Legris est¨¢ reflejada en c¨®mo trata la lectura del Pas de Forbans (o de los piratas), respetando el estilo tan terrenal de una danza de car¨¢cter muy reglada de antiguo y sus intensidades.

La fallida escenograf¨ªa de Spinatelli en el Real funciona a¨²n menos que en Viena y la luz tuvo evidentes desajustes. En el reparto de nuevo como invitado Vadim Muntagirov (primer bailar¨ªn del Royal Ballet de Londres) en el rol de Conrad (ya hab¨ªa bailado en Canal en 2014); Liudmila Konovalova con su t¨¦cnica y refinamiento en Medora; la vienesa Natascha Mair defendiendo una Gulnare muy digna, y dos italianos de nueva generaci¨®n con grandes valores: Francesco Costa diciendo a las claras que posee talento y fuerza esc¨¦nica como Lanquedem, y sobre todo Davide Dato en su potente Birbanto, un artista singular y expresivo, de salto sobrecogedor y capaz de imantar la escena con su br¨ªo, limpieza y entrega.