¡®La La Land¡¯, est¨¦tica brillante, lirismo cre¨ªble
Tras un brillante preludio llega una historia de amor bien contada, juguetona y c¨¢lida durante mucho tiempo
LA CIUDAD DE LAS ESTRELLAS
Direcci¨®n: Damien Chazelle.
Int¨¦rpretes: Ryan Gosling, Emma Stone, Rosemarie Dewitt.
G¨¦nero: musical. EE UU, 2016.
Duraci¨®n: 128 minutos.
No existe la tibieza entre la cinefilia cuando se refieren al g¨¦nero musical. O sienten un amor incondicional hacia la expresi¨®n de los sentimientos mediante el baile, las canciones y la m¨²sica o les provoca una notable pereza e incluso animadversi¨®n. Nunca ha sido mi g¨¦nero favorito y existen ¨¦pocas en las que goz¨® de muy promocionado esplendor en Hollywood que me resultan cargantes. De acuerdo en algunas evidencias: es fant¨¢stico ver bailar al dandi Fred Astaire, qu¨¦ piernas tan maravillosas las de la sensual Cyd Charisse, y c¨®mo no emocionarse asistiendo a la inigualable explosi¨®n de alegr¨ªa del enamorado Gene Kelly cantando y danzando bajo la lluvia. Tambi¨¦n me divierte mucho La leyenda de la ciudad sin nombre y siento la cercan¨ªa de la l¨¢grima y emoci¨®n duradera cada vez que ese borracho sin estrella que le ampare, ese personaje tragic¨®mico que interpreta conmovedoramente el gran Lee Marvin, susurra con voz aguardentosa y expresi¨®n desolada el estado de su alma en la preciosa Estrella errante, o constatar la audacia, la sordidez y la inteligencia de Pennies from heaven,el musical m¨¢s tr¨¢gico e injustamente maldito de la historia del cine.
Aunque Whiplash, anterior pel¨ªcula del director Damien Chazelle, que contaba la tortuosa relaci¨®n entre un desp¨®tico profesor de jazz y un alumno que pretende ser bater¨ªa, tuviera un punto original y perturbador, tampoco me muero de ansia por ver su musical La ciudad de las estrellas. Tambi¨¦n me han contado que le han concedido infinitos Globos de Oro y que la cr¨ªtica se ha relamido con ella, razones muy insuficientes para que me acerque con regocijo a un musical.
La primera y espectacular secuencia logra que me olvide de mis prejuicios. Se produce una explosi¨®n de vitalidad terap¨¦utica, c¨¢nticos y bailes tan contagiosos como admirablemente filmados entre los agobiados conductores que se juntan en el atasco matinal en una autov¨ªa de circunvalaci¨®n que rodea Los ?ngeles. Es el brillante preludio a una historia de amor bien contada, juguetona y c¨¢lida durante mucho tiempo, finalmente triste (hay que tener coraje y determinaci¨®n para lograr que Hollywood te consienta un desenlace amargo en una pel¨ªcula musical), de un romanticismo cre¨ªble, nada empalagoso.
Los personajes no son un prodigio de originalidad. Ella, una fatigada aspirante a actriz que ya no soporta m¨¢s el rechazo, las inservibles pruebas, las dudas sobre el propio talento, a punto de lanzar la toalla. ?l, un pianista de jazz que se rebela contra el hecho de que esta hechizante m¨²sica est¨¢ agonizando y que debe corromperse o banalizarse para conseguir nuevas audiencias, obsesionado con crear un templo en el que sobreviva el esp¨ªritu de Bill Evans, de Monk, del arte que alimentaron los cl¨¢sicos.
El arranque y el on¨ªrico cierre son antol¨®gicos. A su lado el centro decae, ya he sido testigo otras veces de historias similares, pero tambi¨¦n es audible y visible. Hay m¨²ltiples homenajes, incluido uno alargado al insoportable James Dean en Rebelde sin causa. Ryan Gosling, el hombre que las enamora a todas, especialista en ca¨ªdas de ojos y coqueter¨ªa casual, actor que me carga un poquito (excepto en Drive) otorga credibilidad y encanto a su personaje. Enma Stone no es guapa, pero s¨ª buena actriz. Y puede ser sexy. Y adem¨¢s, cantan y bailan ambos m¨¢s que aceptablemente. A los actores y actrices estadounidenses de toda la vida, los directores les pueden pedir lo que quieran. Seguro que lo hacen bien.
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