La escritura de hierro y de cristal
"No me manifiesto por las calles, solo escribo libros", dec¨ªa Todorov sobre su car¨¢cter insumiso
Primavera de 2012. Hab¨ªa que fijarse en sus manos, c¨®mo fueron avanzando por la vida, con qu¨¦ delicadeza se acariciaban, parec¨ªan mensajes solitarios de su mente, qu¨¦ dolor mostraban. Como si todo el cuerpo del hombre ya enfermo se concentrara en la pureza de cristal y hierro de esas manos. Tiempo atr¨¢s fueron blancas, pulimentadas entre libros, y sus ojos eran risue?os, asombrados, su nariz huesuda, sus gestos ligeros en la silla. Un par de a?os m¨¢s tarde la silla le estorbaba, le dol¨ªa el cuerpo y hasta en los ojos estaba ese dolor f¨ªsico explicando en susurros lo que hab¨ªa pasado en el Este del mundo, de donde vino a liberarse a Par¨ªs. Sus gafas cristalinas, su voz ya apagada, como si estuviera dictando una ¨²ltima lecci¨®n ante alumnos at¨®nitos que saben que asisten a la clase final del maestro.
Primavera de 2016. Hablaba as¨ª, con ausencia de pasi¨®n, como si aguardara que la tarde y el d¨ªa siguiente fueran pasos de un tiempo en el que ya no se sent¨ªa bienvenido. La materia de conversaci¨®n era un libro suyo contra el odio, a favor de la compasi¨®n. Insumisos, Galaxia Gutenberg. Pasternak (?y Stalin!, qu¨¦ dolor), Solzhenitsyn, Mandela, Germaine Tillion, Malcolm X¡ Recorri¨® la biograf¨ªa de esos personajes en busca de un lugar com¨²n que los confrontara con la vida del siglo XX, tan cruel en todas partes, tan esperp¨¦ntica en su propio pa¨ªs, Bulgaria: la insumisi¨®n. ¡°Contra el odio y a favor de la compasi¨®n¡±, dijo que escrib¨ªa. Pregunt¨® por Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, su amigo, su vecino. ¡°Ah, escribe sobre Camus. Otro insumiso¡±. Abrazaba el pasado de los que fueron ejemplo acaso para su vida misma. Cuando ya la tarde era de plomo en su tiempo de hombre vencido por la evidencia de un dolor que no se dec¨ªa salt¨® esta pregunta: ¡ª?Usted se siente insumiso?¡ªS¨ª y no. En algunos aspectos me siento que no trato de confirmar opiniones, me siento a menudo en desacuerdo. No me manifiesto por las calles, solo escribo libros, lo que no es una vida peligrosa. As¨ª que depende desde qu¨¦ punto de vista.
A?os atr¨¢s, en Miami, en M¨¦xico. La mirada de un escolar tranquilo, esa cara de la que recuerdo, como si los estuviera viendo, sus ojos vivos. Y ahora, cuando ya no est¨¢, viene a mi memoria su espalda dolorida diciendo adi¨®s de la puerta chica de su buhardilla. Al lado hay un parque. ?l estaba orgulloso de ese olor a plantas que ten¨ªa la vida. Hasta entonces.
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