Groix, la isla donde no se puede mentir
La escritora Lorraine Fouchet reflexiona sobre la incomunicaci¨®n y la felicidad en 'Entre el cielo y Lu'
El aire salino de la isla bretona de Groix adquiere, en la imaginaci¨®n de Lorraine Fouchet (Neuilly-sur-Seine, 1956), efectos purificadores para el alma: ¡°All¨ª no puedes mentir, no puedes hacer trampas¡±, dice la escritora francesa, que ha convertido el reducto de tierra del que se enamor¨® hace 14 a?os en protagonista de su primera novela traducida al espa?ol, Entre el cielo y Lu (Roca Editorial, 2017). Sus personajes, una familia que se re¨²ne en su lugar de origen por el entierro de la abuela Lu, comienzan a revivir en la isla a medida que resuelven una trama de secretos, afectos reprimidos y reproches silenciosos que los distanciaba. ¡°En todas las familias hay cosas que no son dichas, a las que no se quiere mirar, aunque por supuesto se junten por Navidad y en los cumplea?os¡±, reflexiona la autora, que ahonda en su obra en el problema de la incomunicaci¨®n como ra¨ªz de la infelicidad humana.
Los personajes de Fouchet ¡ªhija del ministro del general De Gaulle Christian Fouchet¡ª, recorren en su decimos¨¦ptima novela el camino espiritual que ella misma hace cada vez que monta a su perro en el coche y sale de Par¨ªs en direcci¨®n a Groix. ¡°En Par¨ªs o Madrid la vida va muy r¨¢pida, la gente va a sus trabajos y quiere parecer alguien. En la isla no importa c¨®mo vayas vestido, solo importa la solidaridad, porque en un sitio con unos 1.500 habitantes la gente realmente se ayuda. No puedes ped¨ªrselo a otros, no hay nadie m¨¢s¡±, explica la escritora, que asegura que cada vez que desembarca en esa isla de 14 kil¨®metros cuadrados se quita ¡°la armadura y los artificios¡±. ¡°No puedes decir que no est¨¢s, porque la gente te ve. O que est¨¢s en un sitio cuando est¨¢s en otro, porque ven tu coche. Y te sientes mejor persona, no s¨¦ por qu¨¦¡±, dice la ganadora del Premio Anna de Noailles de la Academia Francesa en 1998, por su novela Ch?teau en Champagne.
Frente al Atl¨¢ntico, en su peque?a casa blanca de contraventanas azules, la escritora francesa escribi¨® una historia coral en la que cada personaje es un compartimento estanco que narra en primera persona su percepci¨®n, descubriendo las razones y traumas de sus comportamientos, a veces malvados. ¡°Creo que nadie es realmente malo. Aunque ser¨ªa muy dif¨ªcil salvar a Hitler¡±, afirma Fouchet, que aprendi¨® durante sus clases de Psiquiatr¨ªa, en la carrera de Medicina, que ¡°cuando alguien es muy malo lo es por una raz¨®n¡±.
Esas razones comienzan a aflorar en su novela a ra¨ªz de la muerte de Lu, que deja encomendada por carta una misi¨®n a Jo, su marido: conseguir que sus hijos y nietos sean felices. Es entonces cuando las investigaciones del patriarca familiar comienzan a resolver el rompecabezas sentimental: ¡°Es como un puzzle en el que tienes las piezas pero nadie que haga el papel de hueco en la familia y en sus corazones. El hecho de que Lu muera es el gran hueco, y es lo que hace que al final el puzzle se recomponga, parad¨®jicamente¡±, reflexiona la autora, para quien la circunstancia de la muerte o la enfermedad hace que la vida cotidiana se pare y ¡°uno vea que las ¨²nicas cosas importantes son el amor, el compartir y la bondad. Y entonces todo lo dem¨¢s deja de ser importante¡±.
Fue otra muerte, en 1996, la que ense?¨® a la escritora que ¡°la vida es preciosa y puede interrumpirse en cualquier momento¡±, y la decidi¨® a dedicarse enteramente a la literatura. ¡°Fue un d¨ªa en el que estaba trabajando y tuve que firmar el certificado de muerte de la escritora Marguerite Duras¡±, recuerda la autora, que trabaj¨® durante 15 a?os en el Samur en Par¨ªs. ¡°Muri¨® en su casa, un domingo, hace exactamente 20 a?os. Estaba en ese cuarto con esa inmensa escritora ¡ªque en realidad ya no estaba all¨ª¡ª y pens¨¦: bueno, ella lo consigui¨®, tuvo la vida que quer¨ªa¡±. Fouchet es m¨¦dico porque su padre, el ministro del general De Gaulle, lo hab¨ªa querido, pero su sue?o era escribir. Lo dese¨® desde que, de peque?a, ve¨ªa por su casa a autores como Andr¨¦ Malraux, Fran?ois Mauriac y Andr¨¦ Maurois. ¡°Yo vi a escritores, y eran gente de carne y hueso, que com¨ªa, beb¨ªa y ven¨ªa de visita. Si esos amigos de mi padre lo hac¨ªan, yo tambi¨¦n pod¨ªa hacerlo¡±.
As¨ª que, en un segundo, cambi¨® de vida. Comenz¨® a decirse la verdad, como los personajes de Entre Lu y el cielo. Como el ejecutivo que vuelve a hablarse con su padre, la hija minusv¨¢lida que supera que aquel novio la abandonara hace 10 a?os, o la cu?ada que deja de sobreproteger a su hija por el trauma de su hermano peque?o muerto. ¡°Tengo piezas de todos ellos¡±, reconoce Fouchet, que acude el d¨ªa 7 de cada mes a una cena con amigos en Groix, como su personaje Jo. ¡°Todos estamos en el Titanic, que se va a hundir, pero podemos elegir nuestro baile y nuestra m¨²sica. As¨ª que yo eleg¨ª mi m¨²sica. Y mi m¨²sica en este libro es un baile de la Breta?a¡±.
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