Los ¡®Splash Brothers¡¯ son ellos
Guillermo Gim¨¦nez y Antoni Daimiel estimulan el inter¨¦s de la NBA con transmisiones y programas llenos de ingenio
Guillermo Gim¨¦nez y Antoni Daimiel ser¨ªan capaces de convertir en un gran show televisivo un torneo de curling o un concilio de mormones. Se ocupan de la NBA con erudici¨®n y rigor, pero la autoridad en la materia ha terminado subordin¨¢ndose a sus facultades en el arte de la comunicaci¨®n. Interesa lo que nos cuentan, sobre todo si media el ¨¦xtasis de Curry, LeBron, Leonard o Cousins, pero interesa a¨²n m¨¢s c¨®mo nos lo cuentan. Especialmente cuando los cortes que atragantan el partido ¡ªtiempos muertos, cheerleaders, obligaciones comerciales¡ª permiten que prevalezca la sinton¨ªa de ambos en su lenguaje, en sus ocurrencias, en su originalidad, hasta el extremo de transformar la rutina del relleno en el contenido m¨¢s interesante de las madrugadas.
Y no es que Gim¨¦nez y Daimiel relativicen la importancia de la NBA. Lo que hacen es estimular los bajones. Y resucitar las pausas del juego. Convertirlas en un espect¨¢culo alternativo. Y hacerlo sin otros recursos que ellos mismos. Vampiros ingeniosos. Tipos de humor inteligente. Periodistas que oscilan de la estad¨ªstica al costumbrismo. Que sufrieron de ni?os a Torrebruno. Que jugaron en campos de cemento. Y que ser¨ªan capaces de permanecer tres horas delante de la c¨¢mara sin guion ni se?al trasatl¨¢ntica.
Les ocurre como al ta?edor de la¨²d que hab¨ªa aprendido a hacer m¨²sica sin necesidad del instrumento. Y es verdad que la NBA puede engendrar un espect¨¢culo extraordinario, no digamos cuando sobrevienen los playoffs o cuando Durant juega contra Westbrook en la histeria de los asuntos pendientes, pero Gim¨¦nez y Daimiel han sido capaces de mantenernos insomnes en un partido anest¨¦sico de los Nets contra los Mavericks. El espect¨¢culo son ellos. Han creado incluso una jerga propia de expresiones. Y han entroncado con todas las generaciones, aunque muchos de sus gui?os excitan la atenci¨®n de quienes amanecimos en la NBA con la ingravidez de Julius Erving, de quienes tuvimos pesadillas con las aristas de Meneghin, de quienes asistimos al nacimiento del triple, de quienes lloramos a Fernando Mart¨ªn y de quienes descubrimos en L.A.84 que el gran baloncesto requer¨ªa so?ar mucho y dormir poco.
Es la generaci¨®n de Piti Hurtado y de Ram¨®n Fern¨¢ndez, "costaleros" ambos de Daimiel y de Gim¨¦nez no s¨®lo en algunas transmisiones, sino en un programa que Movistar emite los jueves, Generaci¨®n NBA, y que se ha consolidado como un modelo de televisi¨®n ameno, informal, desenfadado, pero tambi¨¦n riguroso y serio.
De hecho, visten los cuatro de chaqueta oscura para solemnizar el contenido. Y el uniforme los convierte en los verdaderos Splash Brothers, cuatro amigos que nos lo hacen pasar muy bien porque lo pasan muy bien ellos. Y porque han roto la cuarta pared entre la televisi¨®n y los hogares. Se han convertido en familia. Y han transformado el gran artificio de la "tele" en un extraordinario ejercicio de naturalidad.
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