?Qu¨¦ oficio, se?or, qu¨¦ oficio!

A veces, algunas noches, pienso en la Espert, en Pou, en Sacrist¨¢n, en la Velasco, y me pregunto en qu¨¦ lugar andar¨¢n, girando a esa cierta edad en la que ¡°los particulares¡±, como dec¨ªa Piru Navarro, est¨¢n en casita con la familia. ?Las giras! Y esas frases que van dejando de usarse: la gira por el norte, gira por los pa¨ªses hermanos, lo arreglaremos en gira... Sacrist¨¢n me contaba su primera gira, en 1962, con el Teatro Popular Espa?ol de Jos¨¦ Gordon Paso. ¡°Una compa?¨ªa montada con gente que iba cuesta abajo, apenas empez¨¢bamos, veintitantos en avi¨®n y los ba¨²les en barco. Se perdi¨® el equipaje y tuvimos que hacer todo el repertorio con la misma ropa, ropa de calle: Bodas de sangre; Ant¨ªgona de Anouilh, y Esta noche es la v¨ªspera, de Ruiz Iriarte, y alguna otra que ahora no recuerdo. Hab¨ªa gente que dec¨ªa: ¡®?Qu¨¦ modernos son estos espa?oles!¡¯. Llev¨¢bamos a?o y medio cuando Pascual Mart¨ªn y yo, en Bolivia, como Butch Cassidy y Sundance Kid, decidimos que ya no pod¨ªamos m¨¢s, y lo echamos a cara o cruz, y gan¨¦ yo, y nos volvimos¡±. Sacrist¨¢n me cuenta tambi¨¦n sus siete papeles por 30 duros en el Julio C¨¦sarde Tamayo, devorando el muslo de pollo que Rodero no se com¨ªa en escena, pensando que el futuro no estaba all¨ª sino en la venta de libros del C¨ªrculo de Lectores, hasta que Pedro Mas¨® le contrat¨® para cuatro pel¨ªculas. ¡°Con t¨ªtulo y fecha de rodaje¡±, y se dijo: ¡°Va a hacer teatro do?a Mar¨ªa Guerrero¡±. Pero volvi¨®.

Pou recuerda noches de los sesenta, en provincias, ni un bar abierto al acabar las funciones, la compa?¨ªa en una farmacia de guardia, comprando potitos de beb¨¦s para echar algo al buche. Pero sigui¨®. La Espert cuenta una lejan¨ªsima gira de chichinabo. El primer actor, de capa ca¨ªda, la tom¨® con ella, le cambiaba el texto, le pon¨ªa la zancadilla para que tropezara en escena. Y cuando hac¨ªa Hamlet, al salir a escena el entarimado era tan endeble que se hundi¨® en la madera hasta las rodillas. Sali¨® del agujero y sigui¨®.

Hay cientos de historias as¨ª, heroicas y tremendas, que los c¨®micos evocan con el humor de la distancia. Como dice Ram¨®n Barea: ¡°?Qu¨¦ oficio, se?or, qu¨¦ oficio!¡±. Giras de antes y de ahora mismo, donde tantos grupos siguen escuchando la frase: ¡°A ver cu¨¢ndo os podemos pagar¡±. Y eso cuando la escuchan¡­

Acurrucado en mi camita, mientras afuera llueve, ¡°con verdadera crueldad¡±, pienso ahora en Pou y la gira de S¨®crates, en la Espert con Incendios y en la Velasco con Reina Juana, y en Sacrist¨¢n volviendo a Argentina para hacer Caminando con Antonio Machado. Y pienso en aquella vieja historia de c¨®micos perdidos en la noche, en invierno, en mitad de ninguna parte, el autob¨²s calado en la cuneta, y empieza a nevar, y siguen caminando, muertos de fr¨ªo, hasta que de pronto ven una luz en una ventana, y a trav¨¦s de la ventana una familia feliz, en torno al fuego, a punto de zamparse la cena de Navidad, y un c¨®mico le dice a otro: ¡°Pobre gente, qu¨¦ vida m¨¢s aburrida¡±.