James Baldwin regresa
Era un escritor negro, y no disimulaba que era homosexual, pero se negaba a ser etiquetado o reducido a una identidad de grupo
Una de las voces m¨¢s limpias y l¨²cidas que pueden escucharse ahora mismo es una voz del pasado. James Baldwin muri¨® hace ahora 30 a?os, pero su voz hablada y escrita cobra una presencia m¨¢s imponente todav¨ªa porque est¨¢ sonando desde el pasado en una ¨¦poca en la que las cosas y los nombres se disuelven a toda velocidad en el olvido. En las librer¨ªas de Nueva York hay expositores con todos sus libros. La Library of America, lo m¨¢s cercano a la Pl¨¦iade en un pa¨ªs poco dado a las solemnidades culturales, acaba de sacar un volumen con sus ensayos completos. Y desde hace unos meses se mantiene en cartel un documental en torno a ¨¦l, I Am Not Your Negro, dirigido por Raoul Peck.
Un documental puede ser simult¨¢neamente un trabajo riguroso de investigaci¨®n y una obra de alta categor¨ªa est¨¦tica. El valor hist¨®rico de I Am Not Your Negro es inseparable de su originalidad y su belleza narrativa. Y James Baldwin da mucho de s¨ª como protagonista de una historia filmada. Su manera de vestir en los primeros a?os sesenta se parece en su afilada elegancia a la de los m¨²sicos de jazz de entonces y a la de los l¨ªderes del movimiento de los derechos civiles. Baldwin pertenec¨ªa a la misma generaci¨®n que los mejores entre todos ellos: la generaci¨®n de John Coltrane, de Charles Mingus, de Miles Davis, de Eric Dolphy; la de Martin Luther King y Malcolm X. Era hijo de un pastor de Harlem, y entre los 14 y los 17 a?os tuvo ¨¦l mismo una carrera ascendente como predicador pentecostal. Para apreciar la prosa de Baldwin, como las improvisaciones de John Coltrane o Mingus, hay que fijarse en un origen com¨²n que es no solo el de la m¨²sica de las iglesias afroamericanas, sino m¨¢s todav¨ªa el de los predicadores baptistas: una elocuencia ascendente, alimentada por las cadencias de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, y por las del habla callejera de Harlem.
John Coltrane model¨® esa pieza suya que es como un r¨¦quiem, Alabama, en la manera de predicar de Luther King. Cuando uno lee algunos de los ensayos mayores de Baldwin ¡ªThe Fire Next Time, por ejemplo¡ª, la voz hablada salta de las palabras escritas en virtud de la naturaleza puramente oral de su origen, de su condici¨®n de escritura que lleva en s¨ª misma una cualidad de dicci¨®n en voz alta, como un mon¨®logo de Shakespeare. En el documental, la voz de predicador y de jazzman de Baldwin suena con una inmediatez de inteligencia y de ira; y su escritura se vuelve palabra hablada cuando la lee en voz alta nada menos que Samuel L. Jackson.
El documental es un recuerdo de tres h¨¦roes asesinados que fueron amigos de Baldwin, Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King
Voces y m¨²sicas de iglesia y de jazz forman la banda sonora de im¨¢genes que revuelven el est¨®mago tanto como la conciencia. No siempre es f¨¢cil distinguir las que tienen fecha de hace 50 o 60 a?os de las que son de ayer mismo. A todo color, en una pantalla de cine, lo que creemos conocer ya bien se vuelve tan aterrador como si no lo hubi¨¦ramos visto nunca: el modo en que los polic¨ªas del sur apalean a los manifestantes negros, o en el que una chusma de hombres j¨®venes con el pelo cortado a la manera de Elvis Presley y de chicas rubias y ni?os de anuncio acosa y escupe a una estudiante negra que ha reclamado su derecho a matricularse en un instituto p¨²blico. La voz llena de ira y de una extra?a calma de James Baldwin pertenece a la misma ¨¦poca que esas im¨¢genes. Pero lo que se ve un momento despu¨¦s son barrios negros en ciudades de ahora, y la violencia policial y la exasperaci¨®n de los golpeados y los acosados se parecen tanto como si no hubiera pasado el tiempo.
El hilo del documental es un libro en el que Baldwin estaba trabajando antes de su enfermedad final, y del que dej¨® escritas 30 p¨¢ginas: un recuerdo de tres h¨¦roes asesinados que fueron amigos suyos, Medgar Evers, Malcolm X, Martin Luther King. Baldwin estaba m¨¢s cerca de King que de Malcolm X, pero era capaz de comprenderlos al uno y al otro mucho m¨¢s de lo que ellos se comprend¨ªan o se aceptaban entre s¨ª. Sus ensayos pol¨ªticos tienen la misma altura literaria que sus novelas, aunque es probable que su originalidad sea mayor. La mirada de novelista es muy ¨²til para una escritura pol¨ªtica porque impide la reducci¨®n de las personas a estereotipos y de lo complejo y lo ambiguo de la realidad a las simplificaciones ideol¨®gicas. ?l, Baldwin, era el primero en no someterse a ninguna simplificaci¨®n. Era un escritor negro, y no disimulaba que era homosexual, pero reclamaba sobre todo su derecho a no ser etiquetado ni reducido a una identidad de grupo. Su compromiso pol¨ªtico era tan radical como su libertad de esp¨ªritu. Analiz¨® y cont¨® con una profundidad incomparable los efectos de la segregaci¨®n y de la injusticia sobre el esp¨ªritu de los oprimidos, pero no estuvo menos alerta en su percepci¨®n de lo que suced¨ªa en el esp¨ªritu de los opresores: ¡°Es una ley terrible, e inexorable, que no se puede negar la humanidad de otro sin disminuir la de uno mismo¡±.
Es misterioso el modo en que un muerto puede hablarnos tan claro desde su lejan¨ªa. En los tiempos de Baldwin no exist¨ªan a¨²n las burbujas mentales en las que todo el mundo parece que tiene que abrigarse ahora, bien apretado junto a los suyos, los fieles, los justos, a salvo de los herejes y los enemigos, los que no suscriben cada m¨ªnimo art¨ªculo de la propia ortodoxia sagrada. Pero ten¨ªa los ojos bien abiertos y se daba cuenta del atractivo irresistible de la negaci¨®n de lo real: ¡°Nadie estaba interesado en los hechos. Prefer¨ªan la invenci¨®n porque la invenci¨®n expresaba y corroboraba perfectamente sus odios y sus miedos¡±.
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