La vida, tras Auschwitz
El escritor Juan G¨®mez B¨¢rcena relata el trastorno de un superviviente del campo de concentraci¨®n en 'Kanada', su nueva novela
Pilas de monturas de gafas y cristales rotos. De maletas, de zapatos y botas de cuero que casi se confunden con cuerpos. Cuando Juan G¨®mez B¨¢rcena (Santander, 1984) pis¨® Auschwitz lo que m¨¢s le llam¨® la atenci¨®n no fueron los crematorios ni las cifras del horror, sino Kanada, ese pabell¨®n en que se clasificaron y acumularon las pertenencias de todos los que entraban en el campo. Y llam¨® su atenci¨®n por lo que de teatral ten¨ªa, por haberse convertido en un museo, uno que el a?o pasado registr¨® dos millones de visitantes. Lo que le indujo una pregunta: ¡°?Habr¨ªa sido muy distinto si los nazis hubieran ganado la guerra? ?No habr¨ªan construido un lugar id¨¦ntico como conmemoraci¨®n? ¡®Mirad de lo que fuimos capaces.¡±
Su debut con el libro de relatos Los que duermen y, sobre todo, su primera novela, El cielo de Lima, que le vali¨® el Premio Ojo Cr¨ªtico en 2014, despertaron tal inter¨¦s que Luisg¨¦ Mart¨ªn dice de ¨¦l que encarna la esperanza blanca de la narrativa joven. En su tercer libro, Kanada (Sexto Piso), se asoma al Holocausto. O, m¨¢s precisamente, a qu¨¦ viene despu¨¦s. Un prisionero vuelve de Auschwitz casi deseando que su casa est¨¦ destruida, que algo f¨ªsico obstruya la inercia que dicta que debe retomar la vida donde lo dej¨®, en Budapest, con los vecinos que lo denunciaron, antes de la guerra. ¡°Todos le exigen: olvida y sal adelante. Y ¨¦l ni siquiera puede hablar sobre lo vivido. El horror no es verbalizable hasta que se ha superado. Lo que ocurre con un trastorno es justamente que el suceso traum¨¢tico se vuelve eterno presente¡±. En Kanada, escrita en segunda persona, no aparecen jam¨¢s las palabras jud¨ªo, nazi, Alemania, Hungr¨ªa, campo de concentraci¨®n, ni tampoco Uni¨®n Sovi¨¦tica ni comunismo. ¡°Es una obra en cierta forma expresionista¡±, aduce G¨®mez B¨¢rcena, ¡°la conversaci¨®n consigo mismo de una mente distorsionada, de alguien que tras sobrevivir reproduce en una casa, en una habitaci¨®n, una y otra vez Auschwitz¡±. La ¨²nica coordenada que se otorga al lector es la avenida Andr¨¢ssy, donde en el n¨²mero 60, en los s¨®tanos, se encuentran las dependencias policiales y celdas donde sucesivamente se tortur¨® a los sospechosos durante el r¨¦gimen filonazi y luego a los de signo contrario, casi a cualquiera, durante la dictadura comunista.
G¨®mez B¨¢rcena habla de la culpa, pero no tanto en la clave en que fij¨® su escritura Primo Levi: ?por qu¨¦ estoy yo aqu¨ª si otros perecieron?, sino m¨¢s bien en unos t¨¦rminos m¨¢s parecidos a los de los personajes de Kafka. O as¨ª lo pretendi¨® ¨¦l. ¡°No puedo haber recibido un castigo tan terrible por nada¡±. Defiende el escritor que aceptar que pueda darse un sufrimiento sin raz¨®n implica reconocer que en el mundo no rige la l¨®gica. ¡°Ocurre igual con la mentalidad capitalista, ese ¡®s¨¦ el mejor t¨² que puedas llegar a ser'; si compras la premisa asumes tambi¨¦n que t¨² tienes la culpa si eres pobre. No has sido lo suficientemente listo, h¨¢bil o trabajador¡±.
¡ª?Por qu¨¦ otra novela sobre el Holocausto?
¡ªPor una cuesti¨®n de memoria y de comprensi¨®n. Porque sigue fascinando c¨®mo se pudo intentar suprimir a 10 millones de seres humanos sin apenas rebeli¨®n. Porque ahora publican informaciones sobre que las mayores atrocidades las cometieron soldados bajo el efecto de la droga o sobre la influencia del ocultismo. Porque entender Auschwitz es luchar para que no vuelva a ocurrir. A m¨ª lo que me importa es lo que quienes lo perpetraron tienen de parecido conmigo, no de distinto.
¡ª?Y qu¨¦ hay de parecido?
¡ªNo quiero trazar una analog¨ªa con entonces, pero Trump es presidente de EE UU. Los grandes males no provienen, creo, de un poder controlador que lo sabe todo, sino del dejar hacer. Llegan por no haber actuado. Hoy la correcci¨®n pol¨ªtica es uno de esos males. Estar constre?ido por no poder decir seg¨²n qu¨¦ cosas favorece que, como reacci¨®n, se voten opciones electorales basadas en el odio. Y Trump est¨¢ desparramando ideas que antes, por un sentido m¨ªnimo de la verg¨¹enza, jam¨¢s se pronunciar¨ªan en alto. Y lo hace desde la Casa Blanca. Otra vez, como durante la II Guerra Mundial, hay quienes hablan de un ellos y un nosotros, de un antagonismo entre lo puro y lo impuro.
La excepcionalidad de Auschwitz
Que el crimen ha bebido del cine hasta convertirse en un espect¨¢culo lo vaticinaba Baudrillard cuando escrib¨ªa sobre los atentados del 11 de Septiembre y la guerra de Irak, seg¨²n G¨®mez B¨¢rcena. Y lo demuestra, dice, no solo que sea m¨¢s importante el impacto medi¨¢tico que el da?o que se inflige, sino la forma en que los narcos ahora imitan a los de las series o la semejanza de los v¨ªdeos de ISIS con filmes hollywoodienses. Pero en todos estos casos, seg¨²n el escritor, el enfrentamiento sigue el paradigma civilizaci¨®n contra barbarie, rebeld¨ªa contra poder. "Lo que hace excepcional Auschwitz son sus m¨¦todos: el civilizado planifica y, mediante f¨¢bricas, deliberada y ordenadamente, comete atrocidades; no es Ruanda, donde se matan en meses a machetazos. Ese matiz es ¨²nico y hace que su sombra siga presente".
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