Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, el pasajero cabreado
El poeta emprendi¨® hace un siglo una batalla legal contra una naviera tras su viaje de reci¨¦n casados con Zenobia Camprub¨ª
En 1917, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez public¨® Diario de un poeta reci¨¦n casado, obra deslumbrante, luminosa y pre?ada de modernidad. Un libro lleno de felicidad fruto de su relaci¨®n con Zenobia Camprub¨ª y que escribe en la traves¨ªa que le lleva a Nueva York, donde contrae matrimonio y en su vuelta a Espa?a. En esta obra asoma el Juan Ram¨®n maestro de generaciones, faro de la nueva poes¨ªa. Hace ahora un siglo de este libro que describe su relaci¨®n con Zenobia, pero tambi¨¦n inesperadas an¨¦cdotas de la vida cotidiana. Un Juan Ram¨®n que protagoniza una ¨¢spera historia de reclamaciones a ra¨ªz de ese viaje trasatl¨¢ntico realizado junto a su esposa desde Estados Unidos a C¨¢diz.
En los archivos de la Compa?¨ªa Trasatl¨¢ntica, la empresa de vapores que cubr¨ªa el trayecto entre ambas ciudades, se guarda la relaci¨®n epistolar protagonizada por el poeta a ra¨ªz de una reclamaci¨®n "excesiva", seg¨²n la empresa, que realiz¨® en 1916 por el deterioro sufrido por su equipaje en el viaje. Hace unos a?os, el escritor Juan Ignacio Varela Gilabert investig¨® estos papeles que bajo la apariencia de un intrascendente conflicto entre una poderosa compa?¨ªa naviera y un pasajero insatisfecho desvelan la particular personalidad del poeta.
A su llegada a C¨¢diz en el vapor Montevideo, el 21 de junio de 1916, la pareja reci¨¦n casada es toda felicidad. Juan Ram¨®n ha escrito un diario a bordo y pasean por C¨¢diz. El poeta dedica hermosos poemas a la ciudad: "Esos verdes de sulfato de cobre con cal, esos rosas de geranio, esos azules marinos, esos blancos trasl¨²cidos". Se alojan en el hotel Francia Par¨ªs, en la plaza de San Francisco, pero algo molesta al poeta hasta hacerle retrasar el regreso a Madrid y buscar un notario para emprender una reclamaci¨®n. Las ropas que estaban guardadas en el ba¨²l de viaje han llegado inservibles a causa de una filtraci¨®n de agua.
El agente en C¨¢diz de la Compa?¨ªa Trasatl¨¢ntica, Carlos Barrie, env¨ªa un informe al presidente de la naviera, Claudio L¨®pez Bru, marqu¨¦s de Comillas, buen amigo de Raimundo Camprub¨ª, padre de Zenobia. Las frases del representante desvelan el car¨¢cter hura?o del poeta. "La forma en que se present¨® el se?or Jim¨¦nez fue violenta, dej¨¢ndose decir que ¨¦l ten¨ªa la culpa por viajar en vapores que no eran de pasaje, sino cargueros y otras frases por el estilo (¡) El se?or Jim¨¦nez me parece que tiene un car¨¢cter vidrioso y desagradable". Y a?ade unas palabras del sobrecargo: "Dice que desde que entr¨® a bordo el se?or Jim¨¦nez, conoci¨® que era uno de esos pasajeros que tienen que proporcionar disgustos en la traves¨ªa".
?Estuvo de tan mal humor Juan Ram¨®n Jim¨¦nez durante la traves¨ªa? Repasando uno de los poemas, Sol en el camarote, se descubre, sin embargo, que vive instalado en la felicidad: "Mientras me ba?o viendo por el tragaluz abierto, el mar azul con sol, y cantando, luego toda la ma?ana".
Lluvia torrencial
El sobrecargo de la compa?¨ªa asegur¨® que ning¨²n otro equipaje hab¨ªa resultado afectado y que no se hab¨ªan producido problemas de filtraci¨®n en el viaje. Y argumentaba que la verdadera causa se debi¨® a que "el se?or Jim¨¦nez lleg¨® al muelle para embarcar en los momentos en que estaba? lloviendo torrencialmente y su ba¨²l ven¨ªa en el techo del coche que los conduc¨ªa".
?Fue efectivamente as¨ª? Repasemos el Diario: "Se quedan atr¨¢s, con el leve ir del barco, barriles rotos, maderas viejas, guirnaldas de humo y espumas. Volviendo la cabeza a lo de antes, que ya no es nada, New-York, como una realidad no vista o como una visi¨®n irreal, desaparece lentamente, inmensa y triste, en la llovizna". En el archivo de la naviera est¨¢ la respuesta airada del poeta ya en Madrid: "Usted sabe bien que los bultos de bodega se entregan, para esos vapores, la v¨ªspera de la salida de los barcos. El d¨ªa en que yo llev¨¦, en autom¨®vil, mis ba¨²les, hac¨ªa un sol espl¨¦ndido. Es cierto que llovi¨® el siguiente, pero mi equipaje no pudo sufrir, por mi culpa de tal aguacero".
La siguiente reacci¨®n del autor de Platero y yo fue enviar una nueva reclamaci¨®n, detallando los gastos ocasionados. "Despu¨¦s de un aprecio minucioso, sacamos un perjuicio de 4.000 pesetas por ba¨²les, trajes de se?ora y caballero, pieles de se?ora, sombreros y zapatos de se?ora (de baile y de vestir) todo lo cual ha quedado inutilizado por el agua salada".
Sin embargo, la indemnizaci¨®n por deterioro o extrav¨ªo de equipaje en el reglamento de pasajeros de la naviera estaba estipulado en 500 pesetas. En el estudio que Varela Gilabert public¨® en la Biblioteca de Temas Gaditanos de la Caja de Ahorros de C¨¢diz, depositaria de parte del archivo de la Compa?¨ªa Trasatl¨¢ntica Espa?ola, se comparan precios para calibrar la reclamaci¨®n: "Tres mil quinientas gana al a?o un catedr¨¢tico en plaza procurada por oposici¨®n. Un buen traje estaba entre las setenta y las noventa pesetas y un buen abrigo entre las ciento cincuenta", apunta Varela para subrayar c¨®mo el poeta exager¨® la cantidad.
Sin embargo, el marqu¨¦s de Comillas prefiri¨® renunciar a una batalla con una gran figura de las letras y aprob¨® el pago. El representante de la naviera accede con pesar: "Nuestro se?or presidente, por razones especiales, ha dispuesto que se satisfagan al se?or Jim¨¦nez las 4.000 pesetas que reclama". Gan¨® Juan Ram¨®n a la poderosa Compa?¨ªa Trasatl¨¢ntica una batalla que desvela su car¨¢cter "vidrioso y desagradable".
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