Lester Bangs, una pluma con vitriolo
Malpaso prepara la edici¨®n en espa?ol de los escritos del gran kamikaze de la cr¨ªtica musical, fallecido prematuramente hace 35 a?os
![Diego A. Manrique](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F67ef2981-331f-4734-adf5-28b3ce8ed8cb.png?auth=a2ed4f323016de36aeabfc80ebe7add73020c5048ed7e852d23d2eda15f96a91&width=100&height=100&smart=true)
![El crítico musical Lester Bangs, en una entrevista en WINN Radio en 1974.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EFFSBMXRHIOJ4XCI5FDFTZ5N7I.jpg?auth=d3872f5845e71d033a58b115239acc7dc0adf732bc46456c2fa7dfd5372ca69b&width=414)
Muri¨® el 30 de abril de 1982. Lester Bangs ten¨ªa entonces categor¨ªa de mito, como el m¨¢s apasionado y exigente de los cr¨ªticos de rock estadounidenses. Sus peri¨®dicos encuentros con Lou Reed despertaban expectaci¨®n ya que practicaban una lucha libre intelectual ¡ªel Moralista versus el Nihilista¡ª donde val¨ªa todo. Era capaz de salir al escenario en mitad de un concierto de la J. Geils Band y tocar un solo de m¨¢quina de escribir. Hab¨ªa probado la fantas¨ªa de actuar y grabar, al frente de Birdland o The Delinquents.
Lester quedar¨ªa inmortalizado con los rasgos de Philip Seymour Hoffman en Casi famosos (2000), donde el cineasta Cameron Crowe embellec¨ªa sus inicios en el periodismo musical, con Bangs en el papel de adulto sabio. Para los veteranos del oficio, la pel¨ªcula era una broma: reflejaba la bondad de Lester pero encajada en un cuento de hadas, alejado de su cruda realidad.
Lester pudo ser legendario en vida, pero no hizo carrera: fue maltratado por las revistas para las que trabaj¨®. En raras ocasiones tuvo v¨ªa libre para sus textos torrenciales; escribi¨® mucho m¨¢s de lo que public¨® y buena parte de sus ingresos derivaba de la venta subrepticia de discos promocionales. Su ¨²ltimo apartamento, en Nueva York, era un cuchitril. All¨ª muri¨® con 33 a?os, tras combinar alegremente analg¨¦sicos, calmantes y medicina para la gripe.
Empez¨® como cr¨ªtico de discos en 1969, cuando el rock ya era consciente de su peso cultural y luchaba por su alma: ?iba a ser puro negocio o conservar¨ªa su capacidad liberadora? Un veintea?ero marcado por una desdichada historia familiar, desde un rinc¨®n perdido de California (El Caj¨®n, cerca de San Diego) Lester mandaba cr¨ªticas destructivas de Grateful Dead o Steve Miller Band a Rolling Stone, donde precisamente consideraban sacrosantos a los grupos de San Francisco. Finalmente, le publicar¨ªan una rese?a donde pon¨ªa a parir a MC5, banda de aliento revolucionario cuyo nombre completo, los Cinco de la Ciudad del Motor, hac¨ªa referencia a sus ra¨ªces en Detroit.
Tendr¨ªa tiempo de arrepentirse: descubri¨® que, con MC5, compart¨ªa devoci¨®n por la literatura beat y el jazz de vanguardia. Le despidieron de Rolling Stone por ser ¡°irrespetuoso¡± con artistas de gran venta y encontr¨® acomodo en Creem, un mensual gamberro de Detroit que dedicaba especial atenci¨®n al rock primario. Beneficiado por la moda del periodismo gonzo, all¨ª pudo reciclarse en entrevistador y reportero.
En un mundillo particularmente c¨ªnico, Bangs buscaba correspondencia entre lo que se cantaba y el comportamiento cotidiano de las figuras. Fascinado por la ret¨®rica de The Clash, viaj¨® a Inglaterra para seguirlos en gira. La extensa cr¨®nica, publicada por New Musical Express en tres cap¨ªtulos, relataba su desencanto. Descubri¨® que su aspecto ¡ªgordito, con bigote¡ª no impresionaba a los fashionistas londinenses. Y que los fans m¨¢s d¨¦biles pod¨ªan ser humillados por el equipo de la gira, ante la indiferencia de las estrellas.
Aunque abominaba de la religi¨®n de sus padres (Testigos de Jehov¨¢), Lester nunca perdi¨® su br¨²jula moral. Posiblemente nunca lo reconocer¨ªa pero en ¨¦l lat¨ªa ese planteamiento hippy de ¡°todos debemos llevarnos bien¡±. Que pas¨® por duras pruebas: de visita en Jamaica, por cortes¨ªa de la discogr¨¢fica de Bob Marley, se top¨® con la variedad rapaz del rasta, dif¨ªcil de aceptar para alguien que combat¨ªa regularmente el racismo oculto en los c¨ªrculos del rock.
Hu¨ªa de las soluciones f¨¢ciles. Amigo de los miembros de Blondie, recibi¨® el encargo de redactar un libro sobre el grupo. Estaba concebido como un despliegue de fotos atractivas con un texto amable; Bangs decidi¨® arremeter contra el pop que encarnaba Blondie y la degradaci¨®n de la cultura popular. La relaci¨®n con Debbie Harry y compa?¨ªa no super¨® ese choque de expectativas.
Para entonces, Bangs hab¨ªa abandonado Detroit ¡ªse sinti¨® estafado por el editor de Creem¡ª?por Manhattan. Lleg¨® en una etapa ambiguamente hedonista, con el esplendor de la disco music y la explosi¨®n del sexo casual, en una ciudad econ¨®micamente hundida y m¨¢s endurecida de lo habitual. Intent¨® dar sentido a lo que ocurr¨ªa a su alrededor en escritos tan desmesurados que finalmente no se atrev¨ªa a ense?ar a los jefes del Village Voice, donde simplemente esperaban una de sus cr¨ªticas corrosivas.
Para Jim DeRogatis, autor de su biograf¨ªa (Let it blurt, 2000), Lester no tuvo tiempo de encontrar su propia voz: ¡°Era un combinado de Hunter S. Thompson, Jack Kerouac y Charles Bukowski¡±. Su legado se reduce a las dos colecciones p¨®stumas (Psychotic reactions and carburetor dung y Main lines, blood feasts and bad taste) que Malpaso promete traducir para 2018. Urge solidarizarse con el condenado a semejante tarea: Bangs escrib¨ªa como el m¨¢s culto de los adictos al speed, con dedos m¨¢s r¨¢pidos que su pensamiento.
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