Apocalipsis en la zona podrida
El paso de Sang-ho al cine de imagen real con 'Train to Busan' fue justamente celebrado, pero algunos de sus seguidores se lamentaron de sus personajes convencionales
SEOUL STATION
Direcci¨®n: Yeon Sang-ho.
Animaci¨®n.
G¨¦nero: terror. Corea del Sur, 2016
Duraci¨®n: 92 minutos.
Una historia de acoso escolar que, poco a poco, abandona rutas previsibles para hablar de c¨®mo la violencia avanza como una infecci¨®n incluso entre las figuras previamente victimizadas no parece, a priori, el material m¨¢s id¨®neo o amable para una pel¨ªcula de animaci¨®n. Tampoco lo parece el tema de la instrumentalizaci¨®n del fanatismo religioso en una peque?a comunidad donde un alcoh¨®lico maltratador aporta la ¨²nica mirada l¨²cida frente a la corrupci¨®n dominante. Y, sin embargo, el coreano Yeon Sang-ho ha tenido la osad¨ªa de construirse una s¨®lida reputaci¨®n como animador partiendo de unos planteamientos tan abrasivos: King of Pigs (2011) y The Fake (2013) demostraron que la turbiedad intr¨ªnseca a cierto cine coreano de imagen real era una frontera que tambi¨¦n pod¨ªan cruzar los registros expresivos del cine animado.
El paso de Sang-ho al cine de imagen real con la en¨¦rgica, trepidante y muy imaginativa Train to Busan (2016) ha sido justamente celebrado, pero algunos seguidores del cineasta quiz¨¢ se resintieron de la cierta inflexi¨®n convencional que en esa pel¨ªcula adoptaba la caracterizaci¨®n de sus personajes. Pero Train to Busan cuenta, por as¨ª decirlo, con una gemela mal¨¦fica: la precuela animada Seoul Station, en la que el cineasta persevera en su gusto por la ambig¨¹edad moral y por la aspereza de sus trazos descriptivos.
A pesar de un brillante cl¨ªmax ambientado en un fantasmag¨®rico edificio de pisos muestra, la pel¨ªcula pierde el pulso de la espectacularidad con Train to Busan en sus secuencias terror¨ªficas (muchas de ellas, variaciones sobre situaciones tipo del subg¨¦nero), pero ofrece lo que el incondicional de Sang-ho echaba en falta en esa cumbre del cine dionis¨ªaco: personajes antip¨¢ticos, incomodidad sostenida, eficaces sorpresas melodram¨¢ticas y, sobre todo, un inclemente diagn¨®stico de la miseria moral de una sociedad que quiz¨¢ ya estaba viviendo su merecido Apocalipsis por dentro.
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