Me entendiste con solo mirarme a los ojos
¡®Vientos de Levante¡¯, comedia vigorosa y cristalina, interpretada por seis actores de v¨¦rtigo, toca todas las cuerdas del diapas¨®n emocional
VIENTOS DE LEVANTE
Una verdad cristalina, contada mediante un ensamblaje ejemplar entre texto, interpretaci¨®n y direcci¨®n. Carolina ?frica vuelve a dar donde gusta, y donde duele, a poco que aumente la presi¨®n. Vientos de levante, su tercera comedia, habla con lograda sencillez de la fugacidad de la existencia y de la luz que la amistad, el amor y el altruismo ponen mientras transitamos por ella.
Casi todos sus personajes se hallan, como el Dante al inicio de la Divina Comedia, extraviados en medio del camino: la vida ha dado con los huesos de Carmen, Antonio y Maxi en una residencia de enfermos mentales y con los de Sebas, en la unidad de cuidados paliativos del gaditano Hospital Puerta del Mar. Tampoco Ainhoa, periodista amiga de Pepa (psic¨®loga de ambos centros), se encuentra en su mejor momento; ni Ascen, hermana de Sebas, con quien no se habla desde hace dos d¨¦cadas.
A trav¨¦s de todos ellos, la autora examina las cavidades del alma con la alegr¨ªa esperanzada del explorador pionero, pero con una mirada penetrante como el haz de un faro. Sus criaturas, las situaciones que atraviesan y las relaciones que mantienen, despiertan ternura sin rozar el ternurismo, hilaridad sin asomo de burla, buen ¨¢nimo sin cerrar los ojos al dolor, y l¨¢grimas, sin sensibler¨ªas.
Vientos de levante pulsa todas las cuerdas del diapas¨®n emocional, sin alardes de virtuosismo: va calando de a poco, como el orballo. Carolina ?frica toma sus personajes del natural, pero sin ofrecernos apenas antecedentes de lo que les acontece, para no ponerlo todo perdido de psicologismo: resultan hondamente veros¨ªmiles porque est¨¢n certeramente observados, y encarnados con un compromiso formidable por seis actores de v¨¦rtigo. Todos ellos irradian una verdad cristalina.
La pieza est¨¢ dialogada vigorosamente; la acci¨®n, bien hilvanada, y lo grave, entreverado con lo humor¨ªstico, como las dos mitades del taijitu tao¨ªsta. Es curioso: el dibujo de algunas acciones relevantes no est¨¢ del todo acabado, pero quiz¨¢ esa levedad sea parte del secreto de que Vientos de levante adquiera luego un coloreado intenso y amplio.
Esta funci¨®n no es lo de todos los d¨ªas, aunque hable del d¨ªa a d¨ªa: no destila ambici¨®n formal ni tem¨¢tica, pero prende y conmueve. ?Cabe logro mayor? Las proporciones del Teatro Galileo, su proximidad entre escena y p¨²blico, son ideales para disfrutarla. No gastar¨¦ tinta en reparos min¨²sculos. Jorge Kent acorda admirablemente las esterotipias y el desparpajo de Antonio, el poeta, y en un pesta?eo se desdobla en el caleidosc¨®pico papel de Sebas, enfermo de ELA. Carolina ?frica transmite una incertidumbre exquisita a Ainhoa, su alter ego. Paola Ceballos (una Pepa refulgente), Jorge Mayor y Pilar Manso, empiezan como si estuvieran pasando sus personajes un poco por encima, pero, a media funci¨®n, nos admiran por la claridad y hondura que les imprimen: guardan, para sorprender. La escenograf¨ªa de Almundena Mestre, delicada, pr¨¢ctica y elocuente.
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