La Gracita Morales de los agentes secretos
Moore, un actor limitado y una excelente presencia para promocionar el 'british style', fue una v¨ªctima del encasillamiento
Cuentan malintencionados testigos presenciales que a Roger Moore ten¨ªan que doblarle cada vez que James Bond sub¨ªa un escal¨®n en la pantalla. Moore fue el Bond menos din¨¢mico y brutal; confi¨® la displicente iron¨ªa de 007 a los gadgets, a los trajes de figur¨ªn con pantal¨®n ligeramente acampanado y a las posibilidades interpretativas de un ¨²nico registro facial que consist¨ªa en elevar una ceja. Roger no fue un actor distinguido, tampoco un prodigio f¨ªsico. Hubiera sido inapropiado encomendarle coreograf¨ªas tan violentas como las que protagonizaron Sean Connery en Desde Rusia con amor o cualquiera de las vividas por Daniel Craig, ni ofreci¨® la intensidad emocional de Timothy Dalton, encarnaci¨®n de Bond en permanente desasosiego metaf¨ªsico. Lo de Moore fue una explotaci¨®n distanciada del t¨®pico del gentleman que lo mismo sirve para un roto de El Santo en televisi¨®n que para el primer Bond que se atrevi¨® a disfrazarse de payaso (en Octopussy).
Despu¨¦s del encarnizamiento destructivo de Connery, Moore subray¨® el lado par¨®dico del agente con licencia para matar en tres pel¨ªculas con cierta gracia (Vive y deja morir, El hombre de la pistola de oroy La esp¨ªa que me am¨®); las cuatro siguientes fueron un lento descenso hacia la inanidad. Nadie recordar¨¢ a Roger Moore por sus apariciones fantasmales en C¨¦sar y Cleopatra ni ser¨¢ capaz de identificar en su memoria los planos de La ¨²ltima vez que vi Par¨ªs en los que aparec¨ªa ni reclamar¨¢ esos filmes b¨¦licos olvidables y polvorientos (Patos salvajes o Lobos marinos) que coprotagoniz¨®. Para siempre ser¨¢ el tercer Bond y El Santo para los nost¨¢lgicos de las series de televisi¨®n del Neol¨ªtico (a?os sesenta). Pero no ha sido el peor Bond (el honor le corresponde a George Lazenby) y siempre tuvo el humor suficiente para reconocer que su aportaci¨®n al personaje de Ian Fleming desmereci¨® el trabajo del actor escoc¨¦s.
En realidad, Moore, un actor limitado y una excelente presencia para promocionar el british style de Carnaby Street, fue una v¨ªctima del encasillamiento. Connery, Dalton, Pierce Brosnan o Daniel Craig tienen una vida lejos de M y Moneypenny; Moore no. Solo pudo elegir entre Simon Templar y Bond. Moore fue la Gracita Morales de los agentes secretos.
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