Luces de la (gran) ciudad
Arquitectos y urbanistas se citan en Madrid en un foro de la Fundaci¨®n Norman Foster para debatir c¨®mo afrontar el imparable crecimiento de la poblaci¨®n urbana en el mundo
El futuro de la ciudad es el futuro de nuestra sociedad. En 2050, el 70% de la poblaci¨®n mundial vivir¨¢ en entornos urbanos, seg¨²n las ¨²ltimas previsiones. Una gran parte de esos seres humanos lo har¨¢ en megal¨®polis con m¨¢s de 10 millones de habitantes. En algunos pa¨ªses, la velocidad de cambio es extraordinaria. Lo que a Europa le tom¨® 200 a?os de lenta evoluci¨®n se est¨¢ reproduciendo ahora en China e India en 20. En 1950, el pueblo pesquero de Shenzhen, en el sureste de China, ten¨ªa 3.148 habitantes. En 2025, Naciones Unidas predice que superar¨¢ los 15 millones. La urbanizaci¨®n se ha multiplicado por 10, acompa?ada por un desplazamiento del equilibrio de los pa¨ªses llamados ¡°desarrollados¡± a los pa¨ªses ¡°en desarrollo¡±.
Construir ciudades para 1.000 millones de personas en los pr¨®ximos 25 a?os es uno de los mayores retos y una de las m¨¢s estimulantes oportunidades de nuestro tiempo. Por eso la Fundaci¨®n Norman Foster ha escogido ese desaf¨ªo como tema de su foro inau?gural, titulado Future is Now, que tendr¨¢ lugar en Madrid el pr¨®ximo jueves. Algunos de los pol¨ªticos, gestores, pensadores, dise?adores, tecn¨®logos y artistas m¨¢s respetados del mundo se citar¨¢n en el Teatro Real para reflexionar sobre c¨®mo repensar nuestro futuro en com¨²n y hacerlo m¨¢s responsable desde los puntos de vista social y medioambiental. Y en ese replanteamiento las ciudades desempe?an sin duda un papel esencial.
Si bien algunas urbes est¨¢n acometiendo soluciones sostenibles e imaginativas, otras muchas no lo est¨¢n haciendo. Emergen nuevas formas de ciudad, con profundas repercusiones sociales para miles de millones de personas. Buena parte de este crecimiento reciente suscita miedo y preocupaci¨®n. Apretadas filas de impersonales rascacielos recorren los paisajes urbanos de Pek¨ªn, Shangh¨¢i, Yakarta o Lagos. Los campos de arroz y las praderas se cubren de asfalto y cemento. Monstruosos atascos de tr¨¢fico provocan tiempos medios de desplazamiento superiores a cuatro horas diarias en Ciudad de M¨¦xico, S?o Paulo o Bang?kok. La calidad del aire en estas metr¨®polis ha roto todas las barreras establecidas por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Y algunos expertos advierten de que respirar el aire urbano un mal d¨ªa en Pek¨ªn equivale a fumarse un paquete de cigarrillos.
Pero no todas las megal¨®polis son como temibles postales del Apocalipsis. Muchas urbes chinas, latinoamericanas e incluso norteamericanas han invertido de manera inteligente en las infraestructuras necesarias para hacerse vivibles y sostenibles. El Gobierno indio est¨¢ desarrollando un programa multimillonario de ¡°ciudades inteligentes¡±, pensado para mejorar la situaci¨®n del pa¨ªs, que va a urbanizarse r¨¢pidamente en la pr¨®xima d¨¦cada. Algunos n¨²cleos europeos ¡ªcomo Copenhague, Londres, Friburgo o Vitoria-Gasteiz¡ª han aprovechado al m¨¢ximo sus posibilidades. Redes de transporte, informaci¨®n y energ¨ªa bien planteadas, unidas al potencial de la econom¨ªa compartida, est¨¢n impulsando un cambio sostenible.
El mayor reto del crecimiento descontrolado se plantear¨¢ en partes relativamente pobres de ?frica y Asia que actualmente carecen de acceso a servicios tan b¨¢sicos como el agua limpia y el saneamiento. El problema resulta m¨¢s acuciante si se piensa que, seg¨²n algunos c¨¢lculos, m¨¢s de 50 personas por hora se ir¨¢n mudando a ciudades enfrentadas a problemas de crecimiento informal, urbanizaci¨®n descontrolada, falta de inversi¨®n y mal gobierno.
Es hora de ver a nuestras urbes como la soluci¨®n y no como el problema de la sociedad contempor¨¢nea
?Y van estas a exacerbar nuestros problemas sociales y medioambientales, o podr¨ªan ayudar por el contrario a proporcionar soluciones duraderas? La respuesta es clara. Si las ciudades ¡ªcon independencia de su forma o tama?o¡ª est¨¢n bien dise?adas y bien administradas, mejorar¨¢n la vida de los miles de millones de personas que en la d¨¦cada de 2050 residir¨¢n en zonas urbanas.
El Londres del siglo XIX puede brindarnos interesantes pistas. Atestada de emigrantes atra¨ªdos por la promesa del empleo urbano, se convirti¨® en la primera gran urbe del mundo. Y, al igual que algunas de las de hoy, se congestion¨® en exceso y se volvi¨® insalubre, sucia, contaminada y peligrosa. La esperanza de vida media para un hombre era inferior a 30 a?os. Como la describi¨® el fallecido urbanista Peter Hall, Londres era en aquel tiempo la ¡°ciudad de la noche espantosa¡±.
A finales de la d¨¦cada de 1880, dio un giro de 180 grados. Invent¨® la primera forma de gobierno metropolitano del mundo e invirti¨® en una amplia gama de infraestructuras: alcantarillado, vivienda, parques, transporte p¨²blico y mucho m¨¢s. Despu¨¦s de que Margaret Thatcher fulminara en los a?os ochenta el Greater London Council, ¨®rgano de gobierno local, la ciudad supo recuperarse e introducir en 2000 una nueva figura institucional, un alcalde elegido por sufragio directo. A pesar de todos los problemas que siguen existiendo hoy, Londres es la demostraci¨®n de que es posible humanizar, controlar y mejorar las grandes ciudades. Pero para lograrlo hacen falta buenos dirigentes, un dise?o firme y una inversi¨®n bien enfocada.
En esa fusi¨®n de edificios e infraestructuras que define las urbes, estas ¡ªcarreteras, conexiones, transportes, parques y espacios p¨²blicos¡ª son como el pegamento que une a aquellos. En una sociedad industrializada, los edificios y el movimiento de mercanc¨ªas y personas entre esos edificios suponen dos tercios del consumo energ¨¦tico. Como consecuencia de ello, las ciudades acarrean en torno al 70% de las emisiones mundiales de CO2.
Pero aunque esto parezca una mala noticia, hay muchas pruebas que indican que es posible dise?ar ciudades productivas y limpias. Estocolmo redujo sus emisiones un 35% entre 1993 y 2010, mientras su econom¨ªa crec¨ªa un 41%, una de las tasas m¨¢s elevadas de Europa. Desde 1990, Copenhague ha reducido sus emisiones de carbono m¨¢s del 40%, al tiempo que experimentaba un crecimiento real del orden del 50%. Si Pek¨ªn, Ciudad de M¨¦xico y S?o Paulo siguiesen el ejemplo de Estocolmo, Copenhague o incluso Londres, el impacto ser¨ªa significativo.
Los ejemplos positivos no solo se encuentran en la Europa acaudalada. Las metr¨®polis de pa¨ªses en desarrollo pueden ser igual de inventivas. La ciudad colombiana de Medell¨ªn ¡ªcapital del asesinato en la d¨¦cada de los noventa¡ª se embarc¨® en una serie de proyectos sociales y de transporte, incluidos telef¨¦ricos (metrocables) para atender a las barriadas m¨¢s pobres, que han contribuido a alcanzar una sociedad urbana m¨¢s estable y sostenible. Hoy Medell¨ªn, junto con Bogot¨¢, se contempla como ejemplo de c¨®mo dar la vuelta a las ciudades mediante la inversi¨®n en infraestructuras (como ciclov¨ªas, sistemas de tr¨¢nsito r¨¢pido de autobuses, bibliotecas y escuelas), lideradas por alcaldes carism¨¢ticos y comprometidos.
Londres ilustra la humanizaci¨®n de la ciudad. Se precisan buenos dirigentes e inversi¨®n bien enfocada
Ahora bien, no todas las ciudades son iguales, y cada una exige soluciones diferentes para abordar problemas distintos, pero igual de cr¨ªticos. El tama?o y la forma influyen enormemente en su huella medioambiental y en su potencial para la cohesi¨®n social y la mejora de la salud. Y ah¨ª es donde interviene el dise?o urban¨ªstico.
Las ciudades que obtienen constantemente calificaciones elevadas de sus habitantes en lo referente a calidad de vida son relativamente compactas y f¨¢ciles de recorrer a pie, con buen transporte p¨²blico y abundancia de parques y espacios c¨ªvicos. Estas ciudades objeto de deseo son comparativamente densas y han evolucionado hist¨®ricamente a partir de un concepto europeo tradicional, no muy distinto al que ha regido el desarrollo urbano en Espa?a. Consumen menos energ¨ªa que el modelo suburbano m¨¢s reciente de ciudades como Los ?ngeles, con una expansi¨®n de baja densidad y una dependencia total del coche. Seg¨²n el reciente estudio La Nueva Econom¨ªa del Clima, la dispersi¨®n urbana le cuesta a la econom¨ªa estadounidense m¨¢s de un trill¨®n de d¨®lares al a?o (895.000 millones de euros).
La buena noticia es que los habitantes de las ciudades tienen una mayor esperanza de vida y la posibilidad de gozar de mejor salud. Proporcionan un mayor acceso a servicios educativos y sanitarios. Los habitantes urbanos tienden a tener mejores oportunidades de vida que los rurales. No siempre ha sido as¨ª. Es digno de menci¨®n el hecho de que, en la actualidad, la mayor esperanza de vida se encuentra en ciudades de alta densidad y muy desarrolladas, como Hong Kong o Singapur.
En definitiva, las ciudades pueden dise?arse y retroadecuarse para fomentar una mayor equidad social y medioambiental. No tienen por qu¨¦ drenar nuestros recursos y ensuciar nuestros paisajes. Los l¨ªderes urbanos coinciden en que bastar¨ªa una peque?a reducci¨®n de emisiones por parte de los mayores contaminadores del mundo para marcar una diferencia considerable en la sostenibilidad del planeta. Despu¨¦s de todo, a diferencia de los engorrosos sistemas pol¨ªticos de los Gobiernos nacionales y de las organizaciones internacionales, las ciudades pueden actuar con rapidez y decisi¨®n. Es hora de verlas como la soluci¨®n y no como el problema de las sociedades contempor¨¢neas.
Porque si algo est¨¢ claro es que en lo que a las ciudades se refiere, el futuro ya ha llegado.
Ricky Burdett es catedr¨¢tico de Estudios Urbanos en la London School of Economics y miembro del consejo de administraci¨®n de la Fundaci¨®n Norman Foster.
Traducci¨®n de Paloma Cebri¨¢n. News Clips.
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