Peque?os pero no tontos
La correcci¨®n pol¨ªtica se antepone a la calidad literaria en las lecturas recomendadas en las aulas
"Me interesa leer tu libro y mis padres se toman todo mal. Creen que tus consejos no son buenos. Aclaro que a m¨ª me encantan, pero (ellos) no creen que sean ficci¨®n, creen que todo es real. Ay¨²dame¡±. Este es el mensaje de socorro de un lector recibido en el blog de la escritora Mar¨ªa Frisa, que mantiene una v¨ªa de comunicaci¨®n constante con su p¨²blico. Para la autora, es la en¨¦sima prueba que demuestra la brecha que existe entre p¨²beres y adolescentes lectores y padres y profesores empe?ados en que lean.
Frente al mantra que atribuye una bondad intr¨ªnseca a la lectura (a cualquier lectura), se abren fosos que discriminan libros buenos y malos, apropiados o inapropiados, f¨¢ciles o dif¨ªciles. Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que hay que fomentar el gusto por la literatura en las aulas. C¨®mo hacerlo y con qu¨¦ lecturas, es otra cuesti¨®n. ?Hasta d¨®nde deben intervenir los profesores? ?Qu¨¦ libros deben poner los padres fuera del alcance de sus hijos, como si fueran medicamentos o lej¨ªa? ?Cu¨¢l es el papel de las editoriales, como primeros filtros en la selecci¨®n de lecturas? ?Y la responsabilidad de los autores de infantil y juvenil? ?Qu¨¦ hacer cuando un joven pide ayuda al autor de un libro que considera humor¨ªstico pero que su padre considera veneno? Son cuestiones tan espinosas como importantes, pues implican censura, formaci¨®n del gusto y libertad de expresi¨®n y de acceso a los contenidos en una sociedad que presume de libre. En definitiva, el tablero donde se juega el futuro de la literatura, la incubadora de la que saldr¨¢n los lectores de ma?ana.
Los programas de lectura en los centros educativos son una parte important¨ªsima de este embrollo. En ellos, las editoriales, los autores, los docentes y los padres cohabitan en una simbiosis que condiciona la forma, el tono y los contenidos de los libros que llegan al mercado. ¡°La independencia editorial prevalece, pero es interesante y deseable escuchar a la comunidad lectora. Nuestros lectores nos ayudan y orientan con sus comentarios y opiniones¡±, explica In¨¦s Pons, responsable de promoci¨®n escolar del grupo Planeta. Se refiere a lo que en argot editorial se llama l¨ªnea de prescripci¨®n, es decir, colecciones literarias dise?adas para su lectura en los centros educativos, que se venden como complemento a los libros de texto a un precio menor que las destinadas a las librer¨ªas. Aunque est¨¢n en retroceso, ya que los centros no compran tantos lotes de libros como antes de la crisis, muchos sellos las mantienen y hay autores que escriben fundamentalmente para ellas, lo que suele conllevar un programa intensivo de charlas a los alumnos.
Los autores est¨¢n condicionados por
el que dir¨¢n y el temor
a un linchamiento Elvira Lindo
Un comercial visita los institutos a comienzo de cada curso y ofrece un cat¨¢logo de novedades: este era el modelo dominante hasta hace poco, pero, como apunta Rosa Luengo, directora de Edelvives, una de las editoriales m¨¢s veteranas en texto y libro infantil y juvenil, ¡°cada vez es m¨¢s habitual encontrarnos con profesorado que no acota la lectura sino que introduce aquello que los j¨®venes leen sin que nadie se lo proponga dentro de la escuela, sino que son libros que circulan de otra manera¡±.
Este sistema ha generado en parte una literatura a la carta, escrita a la medida de las preocupaciones pedag¨®gicas, ¨¦ticas y est¨¦ticas de docentes y, a veces, padres, algo que muchos autores no ven necesariamente mal: ¡°He sido profesora antes que escritora y s¨¦ d¨®nde estoy. Pero tampoco veo motivo de esc¨¢ndalo en ello: las personas nos autocensuramos constantemente. A m¨ª no me cuesta nada cambiar la palabra gilipollas por imb¨¦cil, si la frase va a ser menos ofensiva para un lector¡±, explica Ana Alcolea, premio Cervantes Chico y autora de una docena de ¨¦xitos que circulan por los institutos de todo el pa¨ªs, como El medall¨®n perdido o El secreto del gale¨®n.
¡°Las primeras colecciones de literatura infantil y juvenil que aparecieron en nuestro pa¨ªs lo hicieron por la necesidad que los centros ten¨ªan de fomentar la lectura en un panorama no muy rico¡±, apunta Rosa Luengo. Apareci¨® entonces la graduaci¨®n por edades y se puso el foco en la extensi¨®n, el lenguaje y los temas. Colecciones como El barco de vapor, vinculadas a SM y a otras editoriales (de origen religioso, la mayor¨ªa) especializadas en texto, marcaron el camino, pero siempre se cruzaron libros transgresores que romp¨ªan estos moldes y que se empastaban mucho mejor en el gusto de ni?os y j¨®venes. Libros que, contra todo pron¨®stico, se abr¨ªan paso en las escuelas. Un caso paradigm¨¢tico es el de Manolito Gafotas, de Elvira Lindo. Como recuerda la autora: ¡°Los maestros comenzaron a recomendarlo enseguida. El ¨¦xito se debe en gran parte a ellos, que vieron c¨®mo los ni?os se divert¨ªan en la hora de lectura y quisieron aprovechar ese tir¨®n¡±.
Lecturas no obligatorias
- Manolito Gafotas. Elvira Lindo. Seix Barral.
- El medall¨®n perdido. Ana Aldecoa. Anaya.
- Matilda. de Roald Dahl. Loqueleo.
- La lea i el cargol. Roberto del Hoyo. Baula.
- La inmortal. Ricard Ruiz Garz¨®n. Edeb¨¦.
- 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales. Mar¨ªa Frisa. Alfaguara.
- Deseo de ser punk. Bel¨¦n Gopegui. Anagrama / Punto de Lectura.
- Los nombres del fuego. Fernando J. L¨®pez. Loqueleo.
- Paracaidistas. Chus Fern¨¢ndez. Trea.
- Velocidad de los jardines. Eloy Tiz¨®n. P¨¢ginas de Espuma.
- Deber¨ªa ca¨¦rsete la cara de verg¨¹enza. Sergi P¨¤mies. Anagrama.
- Sin miedo. Manuel Alonso. Loqueleo.
El ¨¦xito internacional de la serie permiti¨® a Lindo comprobar las diferencias entre los pa¨ªses que ten¨ªan un modelo desarrollado de lecturas escolares y los que, como Espa?a, a¨²n estaban mont¨¢ndolo: ¡°Cuando sali¨® Manolito, en los 90 ¡ªcuenta Elvira Lindo¡ª, Espa?a era un pa¨ªs m¨¢s relajado, y por tanto, con m¨¢s sentido del humor. Los padres y los maestros entend¨ªan que eran, ante todo, novelas humor¨ªsticas. Tuve m¨¢s problemas en otros pa¨ªses, porque lo pol¨ªticamente correcto y las consideraciones pedag¨®gicas ya marcaban la literatura infantil. Yo siempre pon¨ªa a Espa?a como ejemplo de tolerancia. En algunos pa¨ªses europeos se hicieron algunos ajustes, pero en Estados Unidos la censura fue atroz. Censuraron hasta dibujos de Urberuaga¡±.
Lindo, que sigue yendo a los institutos a hablar de su personaje, cree que las cosas han cambiado mucho desde entonces: ¡°Los autores est¨¢n condicionados por el que dir¨¢n y el temor a un linchamiento. Las editoriales no quieren l¨ªos. Los profesores, al prescribir libros, tampoco. No hay nada m¨¢s desagradable que ser acusado de vulnerar la inocencia infantil. Y a lo mejor acaba siendo hasta bueno: lo ideal ser¨¢ que el ni?o acuda a la librer¨ªa y escoja un libro pensando que tiene entre las manos algo subversivo¡±.
Un panorama m¨¢s apocal¨ªptico dibuja Roberto del Hoyo, autor de veinte t¨ªtulos muy le¨ªdos en centros de ense?anza catalanes y fundador de la asociaci¨®n Autores y Autoras en Peligro de Extinci¨®n, que trata de agrupar a los profesionales de infantil y juvenil de Catalu?a: ¡°Las editoriales intervienen mucho en los libros de lectura. En alguna ocasi¨®n me he sentido mal despu¨¦s de ver un libro m¨ªo publicado con frases y dichos que jam¨¢s habr¨ªa escrito y que incluso me provocan rechazo¡±. Para Del Hoyo, la connivencia entre editores, docentes y pol¨ªticos ha sido nefasta: ¡°Los libros de lectura son un libro de texto m¨¢s porque la falta de formaci¨®n de maestros y profesores hace que las mismas editoriales preparen fichas did¨¢cticas llenas de ejercicios. Los ni?os y los j¨®venes ya no leen por placer, para aprender de la vida, para crecer como personas, sino para hacer un trabajo o un examen¡±.
Para Ricard Ruiz Garz¨®n, premio Edeb¨¦ 2017 por La inmortal, ¡°es un dif¨ªcil equilibrio que no todo el mundo lleva con la elegancia que deber¨ªa¡±. Este autor cree que se busca ¡°dirigir las lecturas de los alumnos de forma que no se conviertan en librepensadores o librelectores responsables¡±. Sin embargo, no todo es r¨ªgido ni hay una conspiraci¨®n moralista, ya que ¡°cada poco tiempo un libro que rompe con las reglas previas se abre camino en los centros y vuelve a redise?arlo todo, y es mejor intentar ser ese libro que los que lo evitan hoy y lo copian ma?ana¡±.
Porque los alumnos tambi¨¦n influyen. Mar¨ªa Frisa, por ejemplo, confiesa que elige los temas de sus siguientes libros casi mediante plebiscito: ¡°Pregunto en las charlas de qu¨¦ quieren que escriba¡±. La serie 75 consejos, protagonizada por la ni?a Sara y ambientada en el mundo escolar, causa furor y, aunque nunca estuvo pensada para su lectura en las aulas, la petici¨®n de los alumnos y de profesores conscientes de su ¨¦xito, ha hecho de ella una lectura habitual en los programas de fomento. El a?o pasado, Frisa se vio envuelta en una pol¨¦mica cuando un grupo de tuiteros la acusaron de promover el bullying en uno de los vol¨²menes de la serie y exigieron su retirada del mercado. Pero, ya antes de que esto sucediera, la autora tuvo alg¨²n tropiezo: ¡°Una directora de un instituto de Granada suspendi¨® un encuentro con sus alumnos porque ley¨® el libro y consider¨® que era inadecuado, pero es muy raro que esto suceda¡±.
El llamado caso Frisa plante¨® de forma virulenta muchos de los problemas acerca de qu¨¦ deben leer los ni?os y por qu¨¦, y abri¨® un debate sobre los l¨ªmites del humor y la autocensura. El 8 de junio se publicar¨¢ 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales, donde la autora, psic¨®loga de profesi¨®n, no solo da su versi¨®n de lo sucedido, sino que adapta conceptos de psicolog¨ªa cognitiva para que los lectores se enfrenten al acoso en Internet. ¡°Me autocensuro, evidentemente¡±, dice Frisa. ¡°Intento rebajar el contenido ir¨®nico, claro que me ha afectado mucho todo, ya no escribo igual¡±.
¡°Las editoriales de juvenil son m¨¢s Disney que Pixar¡±, opina la profesora de secundaria Natalia Cueto
Hay otra cuesti¨®n menos moral, pero igual de importante: ?deben las lecturas juveniles rebajar su ambici¨®n literaria? Niveles de lectura, simbolismo, iron¨ªa, complejidad ling¨¹¨ªstica o de trama, ?deben sacrificarse en el altar de la legibilidad? En otras palabras: ?la literatura juvenil debe servirse predigerida? Algunos profesores lo niegan y creen que, en general, se infravalora la capacidad intelectual y la curiosidad de los alumnos: ¡°Cierto es que su competencia lectoescritora no es la que ten¨ªan los alumnos en los 80, el mundo ha cambiado, pero son mucho m¨¢s que lo que los planes de estudio o los libros de texto dibujan. Son capaces de morirse de risa con Manolito Gafotas o El peque?o Nicol¨¢s o el teatro de Alonso de Santos o Mendoza, igual que nosotros. Hay una falla enorme entre lo que son hoy en d¨ªa los adolescentes y lo que se espera de ellos¡±, dice Natalia Cueto, profesora de secundaria y bachillerato en el IES Jovellanos de Gij¨®n y tutora ling¨¹¨ªstica en la UNED.
Esta docente, experta en motivaci¨®n y animaci¨®n a la lectura en adolescentes, que imparte cursos sobre la materia en centros de formaci¨®n del profesorado, rechaza las visiones apocal¨ªpticas y pone el foco en el esfuerzo que deben hacer los maestros por ¡°ponerse a la altura¡± de los alumnos: ¡°El objetivo del placer por la lectura deber¨ªa presidir la selecci¨®n y las metodolog¨ªas, y m¨¢s tarde incrementar de manera gradual su competencia lectoescritora. No se puede olvidar que viven r¨¢pido, hacen ocho cosas a la vez, est¨¢n acostumbrados a la hiperestimulaci¨®n y los juegos los adiestran en todo aquello que se aleja de las habilidades necesarias para disfrutar de un buen libro¡±.
Tambi¨¦n las editoriales, seg¨²n Cueto, deber¨ªan cambiar la visi¨®n que tienen de los adolescentes: ¡°Son capaces de leer poes¨ªa, un texto impecable de Mu?oz Molina, un discurso de Richard Ford, En lo alto para siempre de Wallace, Velocidad de los jardines de Tiz¨®n, Deseo de ser punk de Bel¨¦n Gopegui o Paracaidistas de Chus Fern¨¢ndez. Las editoriales de juvenil son m¨¢s Disney que Pixar: hay otra realidad y deber¨ªa haber un esfuerzo. Entienden el s¨ªmbolo, la imagen y hasta la epanadiplosis pero ha de trabajarse desde su mundo y en direcci¨®n ascendente¡±.
En la misma sinton¨ªa se sit¨²a Elvira Lindo: ¡°No consideran que la infantil y juvenil sean literatura, no se tiene respeto al g¨¦nero. Siempre hay algo de condescendencia, es como si los escritores de juvenil tuvieran que escribir siguiendo las necesidades educativas que requiere cada edad. Es una pena, porque nosotros le¨ªmos lo que nos dio la gana, libros excelentes, malos o regulares, pero uno de nuestros primeros actos de soberan¨ªa fue decidir el libro que ¨ªbamos a leer. Esta intromisi¨®n continua en la vida ¨ªntima del ni?o me parece que no le ayuda a hacerse un adulto¡±.
Y no solo es una convicci¨®n propia de autores. In¨¦s Pons, de Planeta, coincide en apariencia: ¡°En Espa?a, al contrario que en otros pa¨ªses europeos, a¨²n muchos profesores creen que la literatura juvenil es de menor categor¨ªa que la de adulto. Por eso, programan t¨ªtulos cl¨¢sicos que muchas veces reciben el rechazo de los alumnos por estar lejos de sus vivencias y sus expectativas¡±. Y un ¨²ltimo matiz: ¡°Creo que hay buena o mala literatura. S¨ª veo necesario el corte entre infantil y el resto por una cuesti¨®n de competencia idiom¨¢tica y entorno cognoscitivo, pero a partir de ah¨ª esto es la hamburguesa o el solomillo¡±, concluye Cueto.
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