Mitolog¨ªas a medida
'Diosas y demonias' es sastrer¨ªa hecha para Blanca Li y Maria Alexandrova
Dem¨¦ter, H¨¦cate, Pers¨¦fone¡ todas han sido muchas veces ballet, desde los tiempos del rococ¨® y el neoclasicismo a las artes posmodernas. Persephone (Stravinski) fue coreografiada por Martha Graham en 1965 (Blanca Li estudi¨® en su escuela neoyorquina) y luego, en 1993 vimos en el Teatro de La Zarzuela Demeter and Persephone (The Klezmatics) de Twyla Tarp, por la compa?¨ªa de la gran jefa ya ausente. La relaci¨®n madre e hija ven¨ªa como anillo al dedo a un inicio de desgarrado destete de las bailarinas grahamnianas. El tratamiento de los mitos aqu¨ª en este d¨²o de la espa?ola y la rusa (H¨¦cate carece de ellos) es voluntarioso y particular, cortado a medida de otros intereses m¨¢s pl¨¢sticos que de ¨¢mbito mit¨®grafo. Se?¨¢lese que demonia adem¨¢s de una marca de zapatos extravagantes, es un palabro, no existe en la lengua castellana. En ingl¨¦s lo titulan as¨ª:?Goddesses & Demonesses y en franc¨¦s: D¨¦esses et Demones. Asuntos ling¨¹¨ªsticos aparte, tras Mosc¨², Londres y Par¨ªs, ellas han sido muy aplaudidas en este empe?o, pues es verdad que la reuni¨®n esc¨¦nica, el contraste, sobrepasa lo ex¨®tico y roza cierta excepcionalidad.
DIOSAS Y DEMONIAS
Coreograf¨ªa y baile: Blanca Li; con Mar¨ªa Alexandrova; m¨²sica: Tao Guti¨¦rrez; escenograf¨ªa: Pierre Attrait; v¨ªdeo: Charles Carcopino; vestuario: Azzedine Ala?a, J. P. Gaultier, S. McCartney y S. Th¨¦allet. Teatros del Canal, Madrid. Hasta hoy, 4 de junio.
Blanca Li (Granada, 1964) siempre ha destacado por su eclecticismo y arrojo, dando un abanico creativo y esc¨¦nico dif¨ªcil de abarcar y hasta de describir, habiendo colaborado con artistas de muchos sectores, desde la danza barroca y moderna a los bailarines de break-dance; su origen estuvo en la gimnasia y su accidentado y breve paso por la direcci¨®n del Ballet Estatal de Berl¨ªn fue muy documentado por la prensa; desde 1992, tras participar en la Exposici¨®n Universal de Sevilla, se radic¨® en Par¨ªs, donde tambi¨¦n ha hecho incursiones en el cine de arte.
Maria Alexandrova (Mosc¨², 1978) es una de las m¨¢s brillantes estrellas de su promoci¨®n y una de las personalidades m¨¢s s¨®lidas y descollantes del ballet ruso actual; emergi¨® a la compa?¨ªa titular moscovita desde el aula de la f¨¦rrea Sofia Golovkina y en 1997 ya estaba en el teatro de las ocho columnas haci¨¦ndose un justificado hueco en los repartos y entre la fiel balletoman¨ªa. La feroz competencia pareci¨® ser un acicate de superaci¨®n y estilizaci¨®n de esta hermosa y potente mujer, que convierte en danza excelsa todo el paso que toca. Esta es la tercera visita de Maria Alexandrova a Madrid; antes estuvo dos veces en el Teatro Real: en la gala de estrellas de 2008 (donde bail¨® Raymonda y La hija del fara¨®n acompa?ada por Dimitri Gudanov) y en septiembre de 2009 encarnando el papel de Aegina en el Espartaco de Yuri Grigorovich, funciones a recordar siempre del Ballet del Teatro Bolsh¨®i de Mosc¨² en Madrid. No puedo dejar de citar su brillante Esmeralda en 2009 y una curiosidad: siguiendo una tradici¨®n de la casa, Alexandrova fue l¨ªder sindical, ha sido diputada en el parlamento municipal de Mosc¨² y candidata distrital del Partido Comunista de la Federaci¨®n Rusa. Este a?o, en febrero, renunci¨® a su plaza de primera bailarina en el Bolsh¨®i para seguir por libre su carrera. No es la primera que lo hace, pero en este caso, teatro, p¨²blico y cr¨ªticos no han salido de su perplejidad: ella es una de las grandes, de las destinadas a marcar historia a base calidad y fuerza formal.
Diosas y demonias es, como dije antes, sastrer¨ªa a medida de ambas artistas, quiz¨¢s con entalles demasiados justos a veces, rodeadas la mayor¨ªa del tiempo por una fuerte parafernalia tecnol¨®gica que va de las luces al sonido y otros efectos especiales, a veces epatantes y otras excesivos, como algunas secuencias, que pueden ser sintetizadas. La fuerte personalidad de Alexandrova emerge a cada frase, puede decirse que mucho queda en ella, rozando lo estoico, de la entereza vertical de Golovkina, su maestra; el ballet la ha preparado conscientemente para estos experimentos y los que vengan. La obra comienza con un soberbio solo de Alexandrova, en malla acad¨¦mica y con zapatillas de puntas, donde desborda l¨ªnea, control y gusto. Despu¨¦s las dos van descalzas, y eso las iguala solamente en apariencia, en ciertas figuras conjuntas. Hay referencias iconogr¨¢ficas a Dem¨¦ter (la antorcha, las serpientes) y sus representaciones con atributos.
Lo menos acertado y muy repetitiva es la m¨²sica, donde abundan las citaciones de partituras ajenas, pero, eso s¨ª, pasadas por el molinillo devastador de la electr¨®nica. Fue un gran ¨¦xito, el p¨²blico aplaudi¨® en pie.
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