Encerrados con un solo tedio
En el muy kafkiano 'procesismo' de Catalu?a, dos veteranos partidos han encontrado en la insistencia en un tema ¨²nico un m¨¦todo para no perder nunca las elecciones
Como si quisiera remarcarme que regimiento y aburrimiento eran lo mismo, un compa?ero de fatigas en Melilla sol¨ªa decirme: ¡°Todo el rato pienso que el tiempo pasa¡±. Ten¨ªa aquel soldado el s¨ªndrome de Drogo, pero entonces el s¨ªntoma a¨²n no ten¨ªa nombre. Esta ma?ana, en Tiempo, un libro de R¨¹diger Safranski, he encontrado un caso parecido al de mi amigo: un tipo que piensa incesantemente en el paso de los segundos y al que las gotas de agua le crean una encerrona mental: ¡°Ahora ha ca¨ªdo una gota y ha pasado un segundo de nuevo, y ahora ha ca¨ªdo otra y de nuevo ha pasado un segundo¡¡±
Para entender qu¨¦ es el tiempo, Safranski recomienda que acudamos, antes de todo, a la experiencia del aburrimiento. A fin de cuentas, nos dice, la cultura brot¨® de la lucha contra el tedio. Y aunque esto sea tan cierto como que hay obras de arte que pulverizan nuestro hast¨ªo, haremos bien ¨Cquienes tenemos el s¨ªndrome de Drogo los percibimos a la legua¨C en no olvidarnos de que el mundo est¨¢ lleno de grandes especialistas en hacernos perder el tiempo.
Recuerden: el s¨ªndrome toma el nombre de Giovanni Drogo, el joven militar que en el relato de Buzzati El desierto de los t¨¢rtaros es destinado a una fortaleza al borde del desierto, a un lugar al que llega con ideas de futuro, pero en el que ir¨¢ contagi¨¢ndose de la experiencia de tedio y anacronismo general, pues en la fortaleza todos esperan el ataque de unos improbables t¨¢rtaros. De modo que Drogo va a acabar convirti¨¦ndose en un tipo encerrado con un solo tedio y en un testigo ap¨¢tico de su propia vida, de una vida dedicada a pensar todo el tiempo en c¨®mo le roban el tiempo.
En una atm¨®sfera parecida se asienta, cada d¨ªa m¨¢s, el muy kafkiano procesismo de Catalu?a. All¨ª, dos veteranos partidos, enrocados en una tenaz repetici¨®n de un mismo estado de tedio ¨Cahora cae una gota y pasa un segundo de nuevo, y ahora cae otra y de nuevo un refer¨¦ndum¨C, han encontrado en la insistencia en un tema ¨²nico un m¨¦todo para no perder nunca las elecciones.
Pero quiz¨¢ la versi¨®n m¨¢s perversa de encierro y s¨ªndrome de Drogo se halle en Ni le ciel ni la terre, un film de Cl¨¦ment Cogitore que no consigo olvidar. Situado frente a un poblado ¨¢rabe al borde del desierto, un regimiento franc¨¦s en misi¨®n de vigilancia en Afganist¨¢n controla de d¨ªa el ambiguo tedio que tiene enfrente, y de noche, somete al poblado a inspecciones con equipos de visi¨®n de rayos infrarrojos. Pronto, sin embargo, la presencia de lo natural y lo primitivo lo altera todo. El poblado no puede ser descifrado por el ojo tecnol¨®gico y occidental. Y todas las noches desaparecen franceses. Como una gota de tedio a la que siguiera otra y luego otra, los soldados que duermen se evaporan, y para resolver el enigma no hay indicio alguno, salvo la constataci¨®n de que las cabras del poblado duermen de pie, m¨¢s cerca del cielo que los perros del regimiento, que duermen pegados a la tierra. En medio de semejante desconcierto, Cogitore va dibujando una par¨¢bola aterradora sobre la soledad en el universo.
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