El tiempo de los ¡°crate diggers¡±
Los discos m¨¢s oscuros ahora son accesibles, gracias a coleccionistas con af¨¢n proselitista
Entre las abundantes consecuencias del encogimiento del mercado discogr¨¢fico, una de las m¨¢s lamentables es el olvido de sus funciones culturales. Me refiero a que la industria actual se desentiende de esos lanzamientos que no generaban muchos ingresos pero s¨ª prestigio; aunque, ojo, a la larga pod¨ªan convertirse en fen¨®menos millonarios, como aquella Colecci¨®n de M¨²sica Antigua Espa?ola del sello Hispavox, algunos de cuyos vol¨²menes que se reciclaron en CD de cantos gregorianos de The Benedictine Monks Of Santo Domingo de Silos.
Tambi¨¦n est¨¢n desapareciendo las recopilaciones eruditas que iluminaban el pasado cercano. Pienso en lanzamientos como Nuggets, aquel doble LP de temas estadounidenses grabados entre 1965 y 1968. Su autor, Lenny Kaye, cr¨ªtico musical y futuro guitarrista de Patti Smith, quer¨ªa explorar ¡°la primera era psicod¨¦lica¡± pero su trabajo permiti¨® definir lo que se conocer¨ªa como garage rock, el primero de muchos subg¨¦neros que solo fueron percibidos n¨ªtidamente a posteriori.
Felizmente, esas funciones son ahora desempe?adas por coleccionistas. Coleccionistas de vinilos, aunque ¨Ccomo luego veremos- tambi¨¦n trabajan con otros soportes. Son los crate diggers, ¡°los que excavan en los cajones de discos¡±. Hasta que Alex Grijelmo nos proporcione una formulaci¨®n m¨¢s elegante, los denominaremos rebuscadores de discos.
Los primeros rebuscadores eran pinchadiscos y productores de rap, que buscaban fragmentos aptos para construir nuevos fondos instrumentales. Seguramente conocen la historia de Funky drummer, aquel single de James Brown ignorado por el p¨²blico y que, tras ser descubierto por Hank Shocklee, ha terminado sonando al menos en 1.400 discos posteriores.
Durante un tiempo, ese m¨¦todo permit¨ªa elaborar hip-hop de forma econ¨®mica. No entraremos en la moralidad de esa pr¨¢ctica, que fue domesticada por abogados de artistas y disqueras que exig¨ªan (y consegu¨ªan) una porci¨®n del pastel. Claro que la aparici¨®n del MP3 y la implantaci¨®n de servicios como Napster eliminaron la necesidad del crate digging, que era (y es) una labor desagradable: conviene llevar guantes, mascarilla y un tocadiscos port¨¢til.
Para entonces, otra especie humana exploraba los caladeros de discos olvidados. Eran hipsters que rechazaban el recio canon del rock y revalorizaron otras m¨²sicas que se hab¨ªan desarrollado sigilosamente durante los sesenta y los setenta: el easy listening, el lounge, la exotica. Se supone que garantizaban el viaje a una ¨¦poca m¨¢s l¨²dica; tambi¨¦n fue bautizada como ¡°m¨²sica para pisos de solteros de la era espacial¡±.
Lo que hemos visto despu¨¦s es la especializaci¨®n. Los discos de segunda mano han aumentado en precio, debido a las infladas cotizaciones que marca Internet. Los rebuscadores se han desplazado hacia artistas y g¨¦neros no santificados, donde todav¨ªa pueden hallarse gangas. As¨ª asistimos al rescate de infinidad de discos digamos que no profesionales, autoeditados o publicados de forma underground. A veces, incluso se llega a tiempo de relanzar al artista, como explic¨® en una charla TALK el rebuscador Alexis Charpentier, al respecto del pianista haitiano Henri Pierre No?l.
Los crate diggers no se conforman con el hallazgo de la pieza ¨²nica. A continuaci¨®n, deben contextualizar al artista, situar su m¨²sica. Y finalmente, dada la ya citada dejaci¨®n de funciones por parte de las grandes compa?¨ªas, hay que compartir el disco, mediante blogs, posdcasts y, si es posible, reediciones.
Hablo de ¡°discos¡± en un sentido amplio. Ecstatic music, el nuevo lanzamiento de Alice Coltrane, se ha elaborado a partir de cuatro casetes que la arpista (y viuda de John Coltrane) edit¨® para seguidores de sus creencias v¨¦dicas. Una p¨¢gina web, http://www.awesometapes.com/, se dedica a difundir casetes africanas, procedentes de pa¨ªses donde esas modestas cintas eran el soporte habitual para la m¨²sica. En algunos casos, cuando se localiza al artista, se reeditan ¨Cen vinilo, CD, audio FLAC- y se comparten los beneficios al 50 %. Algo parecido hace los sellos brit¨¢nicos Soundway o Finders Keepers.
De alguna manera, los rebuscadores de discos ofrecen una segunda oportunidad para m¨²sicas que no despegaron en su primer vuelo. Es m¨¢s de lo que se permite a los artistas que firmaron su alma con grandes compa?¨ªas.
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