La verdad a cualquier precio
Pasolini se dio cuenta antes que nadie de la devastaci¨®n espiritual que la econom¨ªa de consumo masivo podr¨ªa traer consigo
Porque Pier Paolo Pasolini no ten¨ªa miedo de nada, ni siquiera lo ten¨ªa de aquello que m¨¢s puede asustar a un literato o a un artista de las ¨²ltimas d¨¦cadas, casi del ¨²ltimo siglo: que lo acusaran de retr¨®grado, de anticuado. La ortodoxia de la modernidad, lo mismo en las artes que en la pol¨ªtica, es la celebraci¨®n incondicional de lo que se considera avanzado, lo contempor¨¢neo, lo m¨¢s nuevo, lo ¨²ltimo. Quiz¨¢s por eso las artes pl¨¢sticas han adoptado tan jovialmente los papanatismos de la moda, sin m¨¢s que espolvorearlos con una capa cada vez m¨¢s ligera y m¨¢s atolondrada de intelectualidad, y los dirigentes pol¨ªticos de todos los partidos encargan directamente sus esl¨®ganes a las mismas empresas de publicidad que incitan a comprar tel¨¦fonos o coches. Tienes que asegurarte de que te has hecho con el ¨²ltimo modelo de algo, un smartphone o el nombre de un artista o la consigna ideol¨®gica que m¨¢s va a llevarse esta temporada. Y como la velocidad de la moda hace imprescindible y hasta inevitable el olvido, no habr¨¢ el menor peligro de que nadie te acuse de veleidad o de incongruencia.
Hace unos a?os, por ejemplo, la ortodoxia de lo ¨²ltimo exig¨ªa augurar con impaciente alegr¨ªa la desaparici¨®n de los libros en papel y el triunfo del lector electr¨®nico. El mismo espacio que en esa ¨¦poca dedicaban casi a diario los medios al triunfo inminente de esa maravilla tecnol¨®gica lo dedican ahora, sin estupor ni autocr¨ªtica, a la sorpresa halagadora de que los libros en papel han resistido a la crisis, a la pirater¨ªa, incluso a la brutalidad de las autoridades culturales espa?olas. Durante largos decenios, arquitectos y urbanistas predicaron, y desdichadamente pusieron en pr¨¢ctica, el dogma lecorbusiano de la destrucci¨®n de la ciudad, en nombre de lo nuevo: los coches, las autopistas, los centros comerciales eran el porvenir. Ahora cantan las virtudes de los espacios caminables, el transporte p¨²blico, la mezcla de los usos urbanos, las bicicletas. Bienvenidos sean. Pero el mundo ser¨ªa ahora algo menos inhabitable si las cabezas pensantes de la modernidad urbana no hubieran actuado durante tantos a?os como si cobraran directamente de las compa?¨ªas petrol¨ªferas y los fabricantes de coches.
Los partidos pol¨ªticos espa?oles no parece que acaben de enterarse, pero la m¨¢s abrumadora de todas las ortodoxias, la del crecimiento econ¨®mico ilimitado y el bienestar definido exclusivamente en t¨¦rminos de consumo, est¨¢ siendo ya puesta en duda por mucha gente: gente joven, sobre todo, que ve derrumbarse sus expectativas de porvenir y est¨¢ muy alerta a las consecuencias de una prosperidad cada vez m¨¢s desigual y basada en la explotaci¨®n de recursos que no son renovables, en el pillaje, el envenenamiento y la destrucci¨®n del mundo natural.
Le¨ªdas ahora las palabras airadas de Pasolini cobran una inquietante cualidad de profec¨ªas cumplidas. Lo que ¨¦l vio venir y contra lo que clam¨® en solitario fue la Edad de la Basura
Ahora ya se corre algo menos de peligro de ser llamado retr¨®grado o antiguo o nost¨¢lgico si no se aprueba con fervor incondicional cualquier novedad que traiga el sello del progreso. En los a?os sesenta y los primeros setenta, cuando Pasolini alz¨® en solitario su voz para poner en duda lo que todo el mundo acataba, para denunciar la parte de devastaci¨®n y de empobrecimiento espiritual que hab¨ªa en el capitalismo de consumo y en la omnipresencia de la televisi¨®n comercial, su heterodoxia enfurec¨ªa por igual a la derecha y a la izquierda. Era, para unos y otros, para sus adversarios de siempre y sus camaradas de otro tiempo, un retr¨®grado, una especie de profeta irritante, un defensor de causas no ya perdidas, sino obsoletas, m¨¢s molesto a¨²n porque ejerc¨ªa su disidencia en los a?os deslumbrantes del milagro econ¨®mico.
Era comunista y homosexual, pero dec¨ªa a?orar la sensaci¨®n de lo sagrado y hab¨ªa hecho una pel¨ªcula con el Evangelio de san Mateo. Se declaraba marxista, pero sus h¨¦roes de clase no eran los obreros de las f¨¢bricas, sino los campesinos forzados al abandono de la tierra y a la emigraci¨®n por el desarrollo capitalista, los peque?os artesanos arruinados por la producci¨®n industrial, los marginados y los buscavidas de los cinturones de chabolas de las grandes ciudades. Hab¨ªa conocido la pobreza muy de cerca y era consciente de c¨®mo el desarrollo mejoraba las vidas de la gente trabajadora: el agua corriente, la salud, la buena alimentaci¨®n, la escuela. Pero se dio cuenta antes que nadie de la devastaci¨®n espiritual que la econom¨ªa del consumo masivo podr¨ªa traer consigo, y del modo en que la televisi¨®n comercial estaba acabando con la variedad y la riqueza de las culturas populares, las hablas y las formas de vida.
En sus ¨²ltimos tiempos parec¨ªa que buscaba desesperadamente explicarse: disipar los malentendidos y las tergiversaciones de lo que dec¨ªa, defender su derecho a llevar la contraria, aunque estuviera ¨¦l solo, aunque nadie quisiera aceptar y ni siquiera o¨ªr sus palabras urgentes. Unos d¨ªas antes de que lo mataran, en octubre de 1975, Pasolini particip¨® en un debate p¨²blico con educadores. ¡°No tengo miedo a exponerme a ser tachado de reaccionario o de conservador¡±, les dijo: ¡°La verdad debe decirse a cualquier precio¡±. En voz alta y clara hizo el dictamen del mundo que entonces estaba naciendo, y que ha llegado a su cumplimiento m¨¢ximo en esta ¨¦poca nuestra: ¡°El consumismo es una forma nueva y revolucionaria de capitalismo, porque posee en su interior elementos nuevos que lo revolucionan: la producci¨®n de mercanc¨ªas superfluas a una escala enorme y, por tanto, el descubrimiento de la funci¨®n hedonista¡±. Tambi¨¦n dijo, provocadoramente, que si de ¨¦l dependiera clausurar¨ªa la televisi¨®n y la escuela p¨²blica. (La televisi¨®n tal como exist¨ªa, la escuela en su peor sentido, explic¨® luego, no se sabe si sorprendido o halagado de que no hubieran apreciado su sarcasmo).
Ese debate tan lejano, tan pertinente ahora, lo ha traducido y prologado con solvencia impecable Salvador Cobo, con el mismo t¨ªtulo que tiene en italiano, Vulgar lengua, en una de esas editoriales combativas y algo rec¨®nditas que hay ahora, Ediciones el Salm¨®n. Le¨ªdas ahora las palabras airadas de Pasolini cobran una inquietante cualidad de profec¨ªas cumplidas. Lo que ¨¦l vio venir y contra lo que clam¨® en solitario fue la Edad de la Basura: la basura material de las mercanc¨ªas superfluas que ahora convierte en vertederos de pl¨¢stico los fondos marinos y las playas de las islas perdidas; la basura de la televisi¨®n que iba a trastornar Italia desde los tiempos de Berlusconi y luego nos contagi¨® a nosotros, y ah¨ª sigue, segregando su groser¨ªa como un vertido t¨®xico incesante, sin que nadie clame en serio contra ella, no vaya a parecer retr¨®grado, o anticuado, o nost¨¢lgico.
¡®Vulgar lengua¡¯. Pier Paolo Pasolini. Traducci¨®n de Salvador Cobo. Ediciones el Salm¨®n, 2017. 136 p¨¢ginas. 13 euros.
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