Maldita sea: Sabina es un superviviente
El m¨²sico regresa a Madrid para presentar sin mucho ¨ªmpetu las canciones de su nuevo disco pero triunfar con sus cl¨¢sicos
M¨¢s de una vez ha dicho Joaqu¨ªn Sabina que no son pocos los que esperaban que ya hubiese muerto para hacer honor a su personaje juglar, canalla, vividor, bala perdida y todo el reguero de definiciones que han acompa?ado a este m¨²sico que ha hecho de s¨ª mismo un g¨¦nero, amado, y de qu¨¦ forma, por unos, y odiado, y de qu¨¦ forma, por otros. Sabina no entiende de t¨¦rminos medios, ni nadie se acerca a ¨¦l, due?o de un cancionero repleto de cl¨¢sicos sellados en la memoria espa?ola, con tal intenci¨®n. Para bien y para mal, Sabina representa el exceso personificado, como una hip¨¦rbole con bomb¨ªn, donde conviven la verdad y la trampa, la leyenda en vida. En vida. A estas alturas, no es nader¨ªa remarcarlo: Sabina siempre contestaba a sus agoreros o a los mit¨®manos que se murieran ellos, que ¨¦l quer¨ªa vivir, sin dejar cad¨¢ver bonito, aunque haya vivido m¨¢s deprisa que la gran mayor¨ªa de los mortales, y, de paso, poder cantarlo.
A 2017, la misma Espa?a excesiva mediante, a la que ¨¦l ilustra con sus virtudes y sus pecados c¨®mo casi nadie lo consigue en el mundo de la cultura, as¨ª lo ha hecho. Sabina, a sus 68 a?os, es un superviviente. Como cant¨® anoche con su inimitable y al mismo tiempo mil veces imitada voz ronca, ¡°superviviente, s¨ª, maldita sea¡±. Fue en L¨¢grimas de m¨¢rmol, una de las nuevas canciones de su ¨²ltimo disco Lo niego todo, el primero en siete a?os y que se encarg¨® de presentar en la primera parte de su concierto en el WiZink Center de Madrid, donde hoy repite faena ante el p¨²blico de la capital, ¡°su casa¡± seg¨²n sus palabras. Y lo es para el autor de Pongamos que hablo de Madrid y el tipo que ten¨ªa las llaves de la madrugada de la ciudad. Qu¨¦ duda cabe. El pabell¨®n le recibi¨® en pie, con un sonoro aplauso, mientras la emoci¨®n le recorr¨ªa el rostro con perilla cana.
Arranc¨® con Lo niego todo, que tiene aire de cl¨¢sico en su abundante cat¨¢logo. No as¨ª lo mismo la ranchera Posdata, No tan deprisa o Quien m¨¢s quien menos, que bajaron el nivel emotivo con el que se empez¨®. Faltaba br¨ªo, que lleg¨® con L¨¢grimas de m¨¢rmol, otra con ese aroma de imprescindible en su repertorio y que le debe tanto a Leiva, productor del nuevo disco. Hubiese sido una haza?a que se hubiera conseguido durante las composiciones del ¨²ltimo ¨¢lbum alcanzar el mismo ¨¦xtasis que con la entrada de los cl¨¢sicos sabineros. Sabina, el superviviente, no est¨¢ para luchar contra lo imbatible: su pasado de gloria. Pero s¨ª para disfrutarla mientras el escenario le ti?e las canas, como se deja o¨ªr en Noche de bodas, que hizo bailar al respetable. Esa gloria es la que le hacen un artista transversal, un icono. No solo gusta al padre y al hijo con la misma pasi¨®n, sino que se admite que sus canciones suenen tanto en el bar de los carajillos del barrio como en el hilo musical del ¨²ltimo centro comercial. Forman parte del paisaje.
¡°Treinta a?os juntos, maldita sea¡±, dijo antes de presentar a Pancho Varona, el ¨²ltimo en la ronda a toda la banda, que tiene en el ¡°n¨²cleo duro¡± tambi¨¦n a Antonio Garc¨ªa de Diego. Los cl¨¢sicos llegaron con Pancho, al que corearon su nombre y se puso al micr¨®fono y la guitarra para La del pirata cojo, bailada por medio pabell¨®n. Entonces, fue un sin parar. La ¡°voz de lija¡±, dijo su due?o, con ese chasquido siempre al l¨ªmite que no le fall¨® como en otras ocasiones, despleg¨® toda su gloria. Yo me bajo en Atocha, Y sin embargo, Ruido, 19 d¨ªas noches y 500 noches, Aves de paso, Peces de ciudad, Por el boulevard de los sue?os rotos, Princesa, Contigo y Pastillas para no so?ar subieron la temperatura ambiental a la altura de estas noches de verano madrile?as con el mercurio de los term¨®metros disparado. Maldita sea, iron¨ªa sabinera incluida, Sabina es un superviviente de su propia leyenda.
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