G¨¹nter Grass, habitante de Puntallana
El peque?o municipio palmero rinde homenaje al que fue su m¨¢s ilustre vecino
Puntallana tiene 2.400 habitantes, est¨¢ a quince minutos de la capital, Santa Cruz de la Palma, y tuvo como visitante silencioso durante algunos a?os a G¨¹nter Grass (16 de octubre de 1927-13 de abril de 2015), premio Nobel de Literatura y premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras (ambos en 1999), autor de El tambor de hojalata, el libro en el que un ni?o, Oscar Mazerath, desaf¨ªa las leyes del sonido y ensordece y rompe los cristales con su potente percusi¨®n. Puntallana guard¨® con discreci¨®n la historia de esas visitas. Y ahora le dedica un homenaje ins¨®lito en las fiestas de San Juan.
Este hombre, Grass, se pas¨® la vida buscando silencio; lo encontr¨®, entre otros sitios, en Puntallana, donde s¨®lo se oyen los gallos y donde los palmeros susurran sus discusiones. Fue all¨ª con su mujer, Ute, en varias ocasiones, de inc¨®gnito, rompiendo las leyes actuales de la prensa y de los selfies, y de ese paso qued¨® el testimonio de los vecinos, que lo ve¨ªan cavilar desde la ventana, con la pipa que fue parte de su figura, con su gorra marr¨®n, con sus ropas pesadas de le?ador n¨®rdico.
Tomaba el sol en los bancos del pueblo y hac¨ªa la vida disciplinada que lo distingui¨® en otros sitios en los que busc¨® lo mismo. Como en Faro, en la costa atl¨¢ntica portuguesa, donde se recluy¨® un tiempo a ra¨ªz de la enorme pol¨¦mica surgida en 2007 cuando ¨¦l mismo descubri¨® que, siendo un adolescente, acuciado por la situaci¨®n de su madre, hab¨ªa militado (en la guerra mundial) junto a las SS de Hitler.
Grass hizo esa revelaci¨®n (que tuvo antecedentes, en los a?os 50, en la radio de Berl¨ªn) en su libro Pelando la cebolla (Alfaguara), sus pol¨¦micas memorias. Termin¨® de corregir y de preparar ese libro que tanto disgusto le trajo en un apartamento de la Puerta del Sol, en Madrid, adonde iba tambi¨¦n en busca del anonimato; tomaba el sol en la Plaza de Santa Ana e iba a tomar co?ac en el bar favorito de su amigo Jaime Salinas, en la Plaza del ?ngel. Desde entonces ese libro fue el n¨²cleo de sus pesadillas. En Faro y en Puntallana hall¨® el sosiego que ya recuper¨® al final de su vida, arropado por la familia, los hijos y los nietos y Ute, a los que dedic¨® uno de sus libros m¨¢s personales, La caja de los sue?os (Alfaguara, 2009).
Eran conocidas, al menos para este periodista, sus estancias en las islas danesas, en Faro y en Lanzarote, adonde fue fugazmente, y donde dibuj¨®, igual que en cualquier parte, hasta la calidad del aire, hasta las novedades imposibles de las piedras. Pero de su estancia en Puntallana no se dijo mucho, o no se dijo nada. Como si fuera el resultado de un acuerdo t¨¢cito de silencio, los puntallaneros respetaron la discreci¨®n de esa presencia. Figura su firma, y un dibujo de un rodaballo, emblema de su literatura y de su pintura, aparece firmado en marzo de 2007, en el libro de honor del Ayuntamiento de Puntallana. Se guarda y se exhibe como oro molido.
Y ahora, a?os despu¨¦s de sus visitas y m¨¢s de dos a?os despu¨¦s de su muerte, el Ayuntamiento de Puntallana le ha dedicado a Grass un homenaje ins¨®lito al menos en la historia de las fiestas populares relacionadas con la noche de San Juan. Lo que en estos casos suele ser ruido y algarab¨ªa, en Puntallana, reino del silencio que busc¨® el Nobel, ha sido este ¨²ltimo jueves un homenaje de m¨²sica (de resonancias alemanas o cl¨¢sicas, con la Banda de M¨²sica local y con la soprano Sislena Caparrosa), y otras evocaciones personales acerca de la relevancia de su figura como testigo moral del siglo XX.
Para que la presencia de este ilustre ausente fuera m¨¢s simb¨®lica a¨²n, un actor local, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gonz¨¢lez, se atavi¨® (el bigote es suyo) con aquellos ropajes de Grass, acentu¨® la curva de su espalda para parecerse a¨²n m¨¢s al Nobel y se puso a leer con su pipa, en el escenario, en la inquietante transfiguraci¨®n que tienen las evocaciones de personas ya existentes tan solo en los libros o en la memoria. Un ni?o como aquel Oscar, Sergio Rodr¨ªguez Robayna, port¨® el tambor y lo fue tocando como en aquella novela, la m¨¢s famosa del autor de Pelando la cebolla.
Sislena Caparrosa, de 19 a?os, oriunda de Rep¨²blica Dominicana, cant¨® ¨®pera y bachata, y termin¨® entonando Nessun dorma. Los agudos podr¨ªan parecer, en el silencio de Puntallana, adonde fue a reposar G¨¹nter Grass, los latidos imperiosos y tristes de aquel Tambor de hojalata.
El temporal de calor que sufren las islas hizo que al d¨ªa siguiente, hoy, se suspendieran los estruendos de los fuegos tradicionales. Como si as¨ª se completara el silencio que quer¨ªa Grass en Puntallana.
Babelia
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