Arroyo asciende al Olimpo del arte de la Costa Azul
La Fundaci¨®n Maeght dedica una antol¨®gica al espa?ol donde s¨®lo antes cuatro compatriotas suyos expusieron: Picasso, Mir¨®, Tapies y Barcel¨®
Seguramente estos ¨²ltimos d¨ªas, a Eduardo Arroyo le han rondado por la memoria Jos¨¦ Manaut y Carlos Pascual de Lara. Fueron sus profesores de dibujo en el Liceo franc¨¦s y murieron hace tiempo, sin cumplir sus sue?os. Uno tras haber pasado por las c¨¢rceles de franquistas y el otro, repentinamente, a los 36 a?os, aterido de fr¨ªo, pintando. Toca pues rendirles homenaje ¨ªntimo. No en vano, en sus memorias (Minuta de un testamento), el artista confiesa que para entenderlo priman dos conceptos: a?oranza e impaciencia. Cuando adolescente, aparte de para jugar al baloncesto, Arroyo pensaba que no serv¨ªa para nada. Fueron ellos los que se percataron de su talento. As¨ª que mientras esta semana colocaba obsesivamente los 150 cuadros de su antol¨®gica en la Fundaci¨®n Maeght, en Saint-Paul de Vance, a 25 kil¨®metros de Niza, le han debido acompa?ar a fondo. ¡°As¨ª ha sido, los he recordado mucho¡±, comentaba este viernes ante su muestra.
Hasta esta semana, Picasso, Mir¨®, T¨¤pies, Chillida y Barcel¨® eran los ¨²nicos espa?oles que hab¨ªan expuesto a ese nivel en este templo art¨ªstico de la Costa Azul. Ahora son cinco: Arroyo entra en la lista. Desde que hace un a?o le propusieron formar parte de ese club, ha trabajado a destajo junto a la gran experta en el artista y comisaria de la exposici¨®n, Fabienne di Rocco.
Como tiene buena memoria, a sus 80 a?os, ha sabido qu¨¦ cuadros deb¨ªan estar. ¡°Sobre todo, algunos que hace m¨¢s de 30 o 40 a?os no se expon¨ªan, aparte de obra nueva, hecha espec¨ªficamente para esta exposici¨®n¡±, asegura el artista. ¡°Han sido obras muy duras de terminar. Pero me impuse hacerlas para convencerme de que no me iba a morir y para amargar a quienes estaban encantados de verme acabado¡±, asegura.
Entre lo reciente, ha incluido El regreso de las cruzadas o Van Gohh en el billar d¡¯Auvers-sur-Oise, Ferdinand Hodler y su modelo¡ Nuevas pruebas de su pintura simb¨®lica, discursiva, cristalina en sus paradojas, rabiosa e ir¨®nica. Una buena respuesta de lo que fue la nueva figuraci¨®n contra la abstracci¨®n predominante en los a?os cincuenta. ¡°Con el tiempo me he dado cuenta de cuanto me ha influido la abstracci¨®n. Nosotros no est¨¢bamos en contra de ella. Pero s¨ª de la dictadura que acarreaba¡±.
El templo de un gran marchante
Saint Paul de Vance es un pueblo consagrado al arte, pero con galer¨ªas, contra todo pron¨®stico, espeluznantes, dice el propio Eduardo Arroyo. Sin embargo, hay algo que no admite discusi¨®n en cuanto a la calidad: La Fundaci¨®n de Marguerite y Aim¨¦ Maeght, que fue uno de los marchantes de arte m¨¢s importantes del mundo, fallecido en 1981. Entre sus representados estaban Giacometti, Leger, Braque, Chagall, Mir¨®, Calder o Chillida. Y a ellos y otros tantos est¨¢ consagrada la sede que construy¨® el arquitecto catal¨¢n Josep Llu¨¬s Sert y fue inaugurada por Andr¨¦ Malreaux, ministro de cultura en la ¨¦poca de De Gaulle, en 1964. Desde entonces, este lugar ic¨®nico de la Costa Azul, se ha convertido en ese templo donde cualquier artista desea exponer en vida.
A pocos artistas les sirvi¨® tanto la pasi¨®n literaria y el periodismo para conformar en sus ¨®leos tanto lo que quieren que se vea como lo que quieren decir. Cuando Arroyo daba tumbos por ese Madrid trist¨ªsimo del franquismo en los a?os cuarenta y cincuenta, antes de largarse a esa fiesta que fue Par¨ªs ¨C¡°m¨¢s concretamente Montparnase, no sal¨ªamos de all¨ª¡±-, seis eran sus h¨¢bitos principales: leer, leer y leer; pintar, pintar y pintar. As¨ª que poco le extra?¨® que saliera de Espa?a tras haber pasado por la Escuela Oficial de Periodismo, por aquello de aprender un oficio, y muy poco despu¨¦s, se viera en Par¨ªs, convertido en pintor.
En su exilio voluntario ¨CFrancia e Italia, hasta los a?os ochenta, cuando volvi¨® a Espa?a, con un periodo en Berl¨ªn del que salieron sus cauchos y esa obra maestra: Ronda de noche-, se cruz¨® con ese ramillete exclusivo que conforma parte de la columna vertebral de la cultura europea. ¡°Yo soy un pintor europeo¡±, clama ahora.
De esa fuente bebi¨® a fondo. Fue amigo de Michelangelo Antonioni, De Chirico, Picabia... Hizo escupir panfletos y carteles en el mayo del 68, intim¨® con Jorge Semprun, entr¨® en el mundo de la ¨®pera para construir escenograf¨ªas de la mano de Klaus Michael Gruber, con montajes que dirigieron Georg Solti o Claudio Abbado en Par¨ªs, Berl¨ªn o Salzburgo. Es decir, a lo grande¡ ¡°Si de algo me alegro hoy, con esta antol¨®gica, es de que puedo exhibir esos decorados como una instalaci¨®n sin que haya nadie en medio cantando y estorbando la vista¡±.
No dej¨® un solo d¨ªa de pintar o escribir, eso s¨ª. Como se confiesa amante de las listas y los testamentos, es consciente de que para la Fundaci¨®n Maeght deb¨ªa echar el resto. Primero, en la selecci¨®n. Despu¨¦s por dejar claro entre las paredes de la imponente sede, lo que ha querido ser dentro de la historia del arte europeo. ¡°Esta es la exposici¨®n m¨¢s importante de mi vida¡±, comenta.
Y a la vista queda esta obra que ha sabido sintetizar como pocas el pop art con el surrealismo, el esperpento del Celtiberia show con iconos literarios -Proust, Joyce, Tolstoi, Unamuno, Balzac¡- o hist¨®ricos, como Napole¨®n y ese Winston Churchill, pintor dominguero, de espaldas: ¡°Fue un genio, no como esos idiotas de Franco y Hitler, que tambi¨¦n le daban al pincel¡±.
La muestra deja patente la obra de un artista cuyos colores van trufados de letra, cuyos pinceles son a la vez estilogr¨¢fica. Simbiosis de ¨®leo con tinta y holl¨ªn de deshollinador: ¡°Les dediqu¨¦ una serie porque me traen suerte¡±, asegura. Como vuelan sus famosas moscas por el espacio. Igual que boxeadores, toreros, mitos y leyendas, su obsesi¨®n por don Juan¡ En cualquier formato: ¨®leo, dibujo, esculturas con estela poderosa, de tremenda influencia: ¡°Hoy existen grandes artistas j¨®venes, pero no deber¨ªan perder tanto el tiempo imitando la considerable cantidad de gilipolleces que hemos hecho nosotros¡±.
Babelia
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