Rojo menstrual
Su feminismo narcisista es escasamente ortodoxo y se despliega en una aut¨¦ntica fiesta formal, cuyo sentido del humor no debilita su poderoso mensaje
THE LOVE WITCH
Direcci¨®n: Anna Biller.
Int¨¦rpretes: Samantha Robinson, Jeffrey Vincent Parise, Laura Waddell, Robert Seeley.
G¨¦nero: terror. Estados Unidos, 2016
Duraci¨®n: 120 minutos.
En un sal¨®n de t¨¦ solo para mujeres, de recargada ambientaci¨®n victoriana, dos clientas conversan, mecidas por la melod¨ªa de una arpista que escala cimas de cursiler¨ªa con un estribillo que suena, literalmente, como ¡°tra la l¨¢¡±. Una de ellas -largo pelo negro, cuidado maquillaje- desgrana su convencional fantas¨ªa rom¨¢ntica con pr¨ªncipe azul montado en corcel blanco y hace expl¨ªcita su estrategia para cumplirla: satisfacer los caprichos sexuales de todo hombre que parezca encajar en su ideal. Su interlocutora ¨Cpelirroja, pulcra, con una indumentaria que parece erradicar toda lubricidad- le sugiere que quiz¨¢ su l¨ªnea de pensamiento est¨¢ demasiado subordinada a la herencia patriarcal.
The Love Witch es una pel¨ªcula donde el rimmel refulge como una supernova, las gamas crom¨¢ticas evocan el interiorismo de un burdel de la Am¨¦rica profunda y el terciopelo rojo parece desangrarse sobre la pantalla como si fuera la menstruaci¨®n de la mism¨ªsima diosa madre. Su c¨®digo es, expl¨ªcitamente, el camp: una celebraci¨®n del artificio y la afectaci¨®n donde cada frase y cada gesto de los personajes femeninos evoca el barroquismo sentimental de una estridente fotonovela, mientras las figuras masculinas, atrapadas en f¨ªsicos de gal¨¢n de stock a lo Pedro S¨¢nchez, parecen condenadas a las limitaciones expresivas de una interpretaci¨®n opaca y acartonada. Anna Biller, que no solo escribe, dirige, monta y produce, sino que se encarga del vestuario y el dise?o de decorados, es una maestra del pastiche feminista: si en The Hypnotist (2001) jug¨® al melodrama en technicolor y en Viva (2007) al softcore de los setenta, aqu¨ª dedica su particular estrategia de apropiaci¨®n al terror con bruja de esa misma d¨¦cada.
Si, en su origen, el camp sirvi¨® para que una cultura homosexual armarizada y eminentemente masculina tomara por asalto ciertos imaginarios de la cultura dominante, Biller da una inflexi¨®n feminista a esa estrategia. Su feminismo narcisista es escasamente ortodoxo y se despliega en una aut¨¦ntica fiesta formal, cuyo sentido del humor no debilita su poderoso mensaje en torno a la capacidad de entrega amorosa de la mujer frente a unos hombres que viven la materializaci¨®n de sus fantas¨ªas sexuales como una pesadilla.
Babelia
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