Mete¨®rica carrera de los toros de Jandilla en el quinto encierro de San Ferm¨ªn
La temida ganader¨ªa termina el recorrido en dos minutos y 13 segundos, sin corneados
Una carrera mete¨®rica ¡ªdos minutos y 13 segundos¡ª han protagonizado los toros de la ganader¨ªa Jandilla en el quinto encierro de San Ferm¨ªn, en el que solo dos corredores han sido atendidos por los servicios m¨¦dicos por sendas contusiones craneales. Se ha roto as¨ª la trayectoria peligrosa de esta ganader¨ªa que, a lo largo de sus 17 comparecencias anteriores, dej¨® 30 heridos por asta de toro
M¨¢s que toros adormecidos tras una pl¨¢cida noche de descanso, la corrida enviada por el ganadero m¨¢s bien parec¨ªa un selecto grupo de atletas bien entrenados para ganar una medalla en la carrera culminante y definitiva de sus vidas. Una prueba que no hab¨ªan corrido nunca, pero en la que se comportaron como experimentados corredores, que se abrieron paso a velocidad de v¨¦rtigo entre los muchos mozos que intentaron acercarse a los protagonistas y entorpecer su marcha hacia la meta.
Tres cabestros de variada capa encabezaron la manada de este quinto encierro de San Ferm¨ªn en cuanto se abri¨® la puerta de los Corrales de Santo Domingo. Pero solo unos pocos segundos fueron suficientes para que los j¨®venes suficientemente preparados como son estos toros de Jandilla, en la flor de sus vidas y maduros atletas de cuatro a?os cumplidos, adelantaran sin dificultad a sus grandotes compa?eros de semblante cansino en la empinada cuesta que marca el comienzo del encierro.
Tres toros negros ¡ªa la postre, los ganadores de la dif¨ªcil prueba¡ª se colocaron en cabeza, seguidos del ¨²nico jabonero del grupo, e imprimieron una sorprendente velocidad, y como un rayo se plantaron en la plaza del Ayuntamiento, entre la sorpresa y el nerviosismo de los mozos, que no daban cr¨¦dito a la rapidez de las im¨¢genes.
Desconoc¨ªan los atletas de cuatro patas que unos grandes tablones marcan el final de la calle Mercaderes, y cuando los vieron ya no hubo tiempo para reducir la marcha. No sirvi¨®, por tanto, el milagroso l¨ªquido antideslizante de la adoquinada calzada, de modo que los tres primeros toros resbalaron y no pudieron evitar el duro encontronazo con la madera. El jabonero, que les pisaba ya los talones, corri¨® la misma suerte. Pero la sorpresa fue que un corredor humano apareci¨® de pronto encima del ¨²ltimo toro, como si fuera un improvisado jinete, qued¨® aprisionado entre las carnes bovinas y la madera, y solo el quite del santo patr¨®n le permiti¨® encontrar un hueco y reptar por debajo para poner espalda en polvorosa y evitar males mayores.
La calle Estafeta, llena hasta los balcones, como cada ma?ana en San Ferm¨ªn, fue un espect¨¢culo, en el que los corredores principales demostraron el duro entrenamiento que han seguido en el campo, y se limitaron a abrirse paso entre una riada de mozos que pudieron realizar bonitas carreras, y algunos, tambi¨¦n como siempre, sufrieron atropellos y ca¨ªdas por la err¨®nea creencia de que pueden correr a la misma velocidad que los toros.
No hubo nada m¨¢s digno de resaltar; es decir, nadie qued¨® descolgado, no cayeron los toros, y algunos mozos, eso s¨ª, sintieron en sus carnes el olor de los pitones en la espalda, pero los veloces atletas llegaron ufanos al ruedo, felices de haber culminado una carrera exitosa.
Dos minutos y 13 segundos; casi de r¨¦cord. Y lo mejor, solo dos contusionados despu¨¦s de que la estad¨ªstica haga un flaco favor a esta ganader¨ªa que, ojal¨¢, muestre su encastada nobleza en la corrida de esta tarde.
Babelia
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