Pl¨¢cidamente
Cuesta comprender que este hombre de 76 a?os pueda seguir cantando como lo hace sobre un escenario, lejos del que ha sido su territorio natural durante m¨¢s de medio siglo
A Macbeth lo acosan los fantasmas, pero Pl¨¢cido Domingo, aunque haya que restregarse los ojos y dar cr¨¦dito a nuestros o¨ªdos, es real. Cuesta comprender que este hombre de 76 a?os pueda seguir cantando como lo hace sobre un escenario, lejos del que ha sido su territorio natural durante m¨¢s de medio siglo, ascendiendo las mismas monta?as, pero por rutas completamente diferentes: y sin ox¨ªgeno. Contaba el nonagenario Joseph Fuchs que ¨¦l hab¨ªa logrado tocar en el escenario del Carnegie Hall a una edad a la que la mayor¨ªa de sus coet¨¢neos no eran ya siquiera capaces de llegar hasta el Carnegie Hall. Pl¨¢cido, a poco que se lo proponga, acabar¨¢ haciendo suya la frase del gran violinista neoyorquino.
Macbeth
M¨²sica de Giuseppe Verdi.
Pl¨¢cido Domingo, Anna Pirozzi e Ildebrando D¡¯Arcangelo, entre otros.
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.
Direcci¨®n musical: James Conlon.
Teatro Real, hasta el 17 de julio.
Que el considerado por muchos el tenor m¨¢s completo de las ¨²ltimas d¨¦cadas haya conseguido reinventarse con ¨¦xito como bar¨ªtono dice mucho de su inconformismo, de su rebeld¨ªa, de su intrepidez. Llega a Madrid con el Macbeth ya muy rodado, reci¨¦n cantado en San Petersburgo, e incluso con una grabaci¨®n comercial audiovisual realizada hace menos de un a?o en la ?pera de Los ?ngeles (de la que el propio Domingo es director general) y con el mismo responsable de la direcci¨®n musical que ha venido a Madrid, su amigo James Conlon.
Pl¨¢cido remeda as¨ª al gran Felice Varesi, que estren¨® el papel en 1847 y que luego har¨ªa lo propio con el Giorgio Germont de La Traviata y el personaje protagonista de Rigoletto, que cantar¨ªa tambi¨¦n en el Teatro Real de Madrid en 1853 (y el Conde de Luna un a?o despu¨¦s). Verdi le escribi¨®: ¡°No parar¨¦ de animarte a que estudies bien la situaci¨®n dram¨¢tica y las palabras; la m¨²sica surgir¨¢ por s¨ª sola. En una palabra, me place que sirvas mejor al poeta que al compositor¡±. Parece casi una profec¨ªa de lo que hace este nuevo Pl¨¢cido, que necesita acomodarse de alguna manera la partitura a sus cualidades actuales y, sobre todo, medir mucho los esfuerzos. Apenas audible en alg¨²n concertante, y al igual que en I due Foscari hace un a?o, ech¨® por fin el resto y sac¨® voz, sin red de seguridad, en Piet¨¤, rispetto, amore, su aria del cuarto acto. A su lado, Anna Pirozzi luci¨® grandes credenciales verdianas, solo empa?adas por cierta tendencia a gritar algunos agudos. Su voz no es ¡°¨¢spera, ahogada, cavernosa¡± ni ¡°diab¨®lica¡±, como quer¨ªa Verdi, a sabiendas de que estaba pidiendo un imposible, pero en la escena del sonambulismo, muy bien arropada por Fernando Rad¨® y Raquel Lojendio, nos regal¨® uno de los mejores momentos vocales y musicales de la noche.
Verdi alert¨® al empresario del florentino Teatro della Pergola, donde se estren¨® Macbeth, que las cosas que m¨¢s habr¨ªa que cuidar en su ¨®pera ser¨ªan ¡°Coro e Machinismo¡±. Aqu¨ª no ha habido tramoya alguna (solo leves efectos de iluminaci¨®n, tres cambios de vestuario de Pirozzi, un par de espadas, algunas coronas y poco m¨¢s), pero el coro, permanentemente en escena, aunque muy dubitativo sobre cu¨¢ndo ten¨ªa que sentarse y levantarse, ha estado a la altura de su reputaci¨®n, a pesar de unos comienzos imprecisos en una funci¨®n conducida por la batuta segura y complaciente, aunque raras veces inspirada, de James Conlon. En otra carta a Piave, su libretista, en pleno proceso de gestaci¨®n de la ¨®pera, Verdi le confes¨® que Macbeth ¡°es una de las m¨¢s grandes creaciones humanas¡±, y a?ad¨ªa: ¡°Si no podemos hacer algo grande con ella, intentemos hacer al menos algo fuera de lo com¨²n¡±. Lo m¨¢s ¡°fuori dal comune¡± de lo visto y o¨ªdo en Madrid ha sido el propio Pl¨¢cido, centro constante de todas las miradas. Pero a pesar de la sangre derramada, de la sucesi¨®n de cr¨ªmenes y del drama may¨²sculo que nos presenta Verdi, muy respetuoso con la esencia del dise?o dramat¨²rgico de Shakespeare, esta versi¨®n de concierto ha carecido de verdadera tensi¨®n teatral y ha avanzado en general pl¨¢cidamente, un adverbio que, a tenor de lo apuntado m¨¢s arriba, parece ya merecedor de algo m¨¢s que la solitaria acepci¨®n que nos da el Diccionario de la Real Academia. La sombra del bar¨ªtono Pl¨¢cido es alargada.
Babelia
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