La nueva quimera del oro
Los buscadores ya no persiguen riqueza, sino emoci¨®n. En Asturias se celebra cada verano el campeonato nacional de bateo, m¨¦todo ancestral de extracci¨®n recuperado como actividad l¨²dica
¡°Nunca nadie sali¨® al r¨ªo con un Sanfiz que no viera el oro¡±. Lo aseguraba sin pesta?ear Luis Sanfiz el viernes pasado en la boca de la mina romana de Entrepe?as, en Navelgas, una parroquia del municipio de Tineo en Asturias. Ah¨ª trabaj¨® su padre, Enrique Sanfiz, cuando la compa?¨ªa Aur¨ªfera Asturiana reabri¨® la explotaci¨®n durante cinco a?os a mediados del siglo pasado. Al terminar su jornada laboral, junto a otro minero llamado Eustaquio Fern¨¢ndez, Enrique Sanfiz cog¨ªa una sart¨¦n y se pon¨ªa a lavar en el r¨ªo montones de tierra que recog¨ªa en los alrededores. A menudo, quedaban en el fondo de la sart¨¦n finas l¨¢minas doradas. ¡°Los vecinos le llamaban loco. Se re¨ªan porque siempre estaba buscando. Ten¨ªa el sue?o de ver una buena pepita. No encontr¨® nada grande, pero casi siempre sacaba algo. Lo vend¨ªa a los dentistas¡±, recuerda Luis.
Casi nadie recordaba entonces en Navelgas que muchos siglos atr¨¢s, incluso antes de que llegaran los romanos, en esa comarca ya se lavaba tierra para buscar oro. Es una t¨¦cnica ancestral, denominada bateo porque se utiliza una especie de sart¨¦n llamada batea, que se usaba tradicionalmente en zonas aur¨ªferas como sistema de extracci¨®n manual y prospecci¨®n: si se encuentran part¨ªculas en el r¨ªo, posiblemente procedan de una veta cercana. Los detectores de metales relegaron esta pr¨¢ctica al olvido, pero no del todo. Siempre quedaba alguien, como Eustaquio y Enrique, que sab¨ªa mover la batea.
Enrique Sanfiz muri¨® en 1992 a los 82 a?os, pero tuvo 16 hijos y a todos les ense?¨® a batear. Entre todos fueron extendiendo su afici¨®n entre sus amigos. Poco a poco, la fiebre del oro empez¨® a rebrotar en Navelgas. Hoy ya nadie llama loco a ning¨²n Sanfiz y es f¨¢cil encontrar a familias enteras rebuscando en el r¨ªo. Pero ya no con fines econ¨®micos, pues la extracci¨®n manual no es rentable hoy d¨ªa, sino como actividad l¨²dica. Los nuevos buscadores no persiguen riqueza, sino la emoci¨®n de ver brillar el metal en sus bateas.
¡°Esto es un buen pasatiempo para disfrutar de la naturaleza. Como quien sale a pescar. Hace a?os quiz¨¢ era m¨¢s f¨¢cil conseguir un dinero extra, pero hoy la monta?a est¨¢ toda removida. Hay que remover diez toneladas de tierra para juntar un gramo. A 40 euros el gramo, est¨¢ claro que no es rentable¡±, explica Luis, el m¨¢s peque?o de la prole, hoy con 53 a?os. ¡°Yo nunca he vendido nada de lo que he sacado. Lo tengo de recuerdo¡±, asegura. ?Y cu¨¢nto ha sacado en el medio siglo que lleva bateando? ¡°Bah... He llegado a tener medio kilo, pero he regalado mucho¡±, confiesa mientras muestra una colecci¨®n de peque?as pepitas primorosamente colocadas en un estuche. No dice cu¨¢ntas m¨¢s guarda en su casa.
Es f¨¢cil aprender a batear. Hay que tener paciencia, buena vista y espalda fuerte para aguantar agachado. Pero no es tan f¨¢cil saber d¨®nde buscar. ¡°Hay que conocer muy bien la monta?a. En eso son maestros los Sanfiz. Yo llevo a?os buscando, pero nunca encuentro tanto como cuando voy con alguno de ellos¡±, reconoce Manolo Rodr¨ªguez, nacido en Navelgas pero afincado en Gij¨®n. ¡°De todas formas, eso es lo de menos. Lo que me gusta es pasar el tiempo en el r¨ªo, llevar un bocadillo y perderme por ah¨ª todo el d¨ªa¡±, aclara. No obstante, ense?a con orgullo su bot¨ªn. ¡°He tardado a?os en llenar esto¡±, afirma mostrando un tubito como los que se usan para recoger muestras de sangre y que los bateadores utilizan para guardar sus tesoros. El de Manolo est¨¢ repleto. ?Cu¨¢nto hay ah¨ª? ¡°No s¨¦. ?50 gramos?¡±, pregunta a Luis. ¡°Por ah¨ª¡±, le responde.
A principios de los 90 comenzaron a llegar a Navelgas turistas con intenci¨®n de batear. Llegaron tambi¨¦n noticias de pueblos parecidos, en pa¨ªses de gran tradici¨®n aur¨ªfera como Canad¨¢, Estados Unidos, Finlandia o Australia, que se hab¨ªan hermanado para crear una competici¨®n internacional de bateadores. Y se lanzaron: con la ayuda econ¨®mica del pintor Manuel Garc¨ªa Linares, muy conocido en Asturias y nacido en Navelgas, formaron un peque?o equipo, con los hermanos Luis y Carlos Sanfiz, para competir en el mundial de 1995 en Francia. Alucinaron: ¡°Hab¨ªa una competencia terrible. Nosotros ten¨ªamos experiencia en el r¨ªo, donde lo importante no es la rapidez, pero aquella gente practicaba la velocidad en casa. ?Ten¨ªan unas bateas, que llamaban turbos, que no hab¨ªamos visto en la vida!¡±, exclama Luis.
Do?a Mar¨ªa Jos¨¦, la mayor pepita hallada en Espa?a
En 2015 el Museo Geominero, perteneciente al Instituto Geol¨®gico y Minero de Espa?a, organiz¨® una exposici¨®n para mostrar algunas de las pepitas m¨¢s grandes encontradas en las ¨²ltimas d¨¦cadas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. La mayor¨ªa proced¨ªan del asombroso yacimiento de Talarrubias-Casas de Don Pedro, en Badajoz, descubierto en los a?os 90. El resto son de C¨¢ceres y Salamanca. Tres de los m¨¢s importantes coleccionistas del pa¨ªs cedieron sus joyas para la exhibici¨®n: piezas desde 2,66 hasta 135,12 gramos. El mayor coleccionista, sin embargo, propietario de la gran Do?a Josefa (218 gramos), no prest¨® las suyas. "Todas eran joyas, independientemente de su tama?o. El valor de una pepita tiene que ver con su peso, claro est¨¢, pero tambi¨¦n influye mucho su forma y su composici¨®n", explica Rafael Lozano, comisario de aquella exposici¨®n, titulada El oro bajo tus pies. Algunas empresas han pedido permisos en torno a las zonas donde se hallaron estas pepitas para estudiar posibles explotaciones, pero de momento no ha aparecido nada rentable. El oro est¨¢ muy disperso. Actualmente en Espa?a solo se explotan de forma industrial dos minas, las de Belmonte y Salas, en Asturias. En 1990 se extrajo el ¨²ltimo lingote de oro de la pr¨®spera mina de Rodalquilar, en Almer¨ªa.
Pero no se acobardaron. Al a?o siguiente fueron a Canad¨¢ y en 1997, en Italia, Luis Sanfiz alcanz¨® las semifinales. Por esa fecha se form¨® en el pueblo la Asociaci¨®n de Bateadores Barciaecus para organizar un campeonato nacional. El primero fue en 1999 y, sin faltar un verano desde entonces, la ¨²ltima edici¨®n se celebr¨® el fin de semana pasado. Compitieron m¨¢s de 150 personas de todas las edades. El mecanismo es sencillo: cada participante recibe un cubo lleno de arena con varias pepitas. Gana el que encuentre m¨¢s en menos tiempo. Hay una modalidad nocturna, con luz de antorchas, que gusta mucho a los aficionados por el reto que supone distinguir el brillo en la oscuridad.
Navelgas acogi¨® tambi¨¦n en 2005 el campeonato europeo y ha conseguido ser sede del mundial dos veces, en 2008 y 2015. El equipo espa?ol, integrado este a?o por 40 federados, viajar¨¢ a Escocia el pr¨®ximo s¨¢bado para participar en el mundial que se desarrollar¨¢ la semana que viene en la localidad de Moffat.
En 2006, se inaugur¨® en el pueblo un Museo del Oro que muestra la historia de las explotaciones aur¨ªferas y exhibe una r¨¦plica de la pepita m¨¢s gran encontrada en la zona en los ¨²ltimos tiempos con t¨¦cnica de bateo: 27,8 gramos, hallada en 2001 por Enrique Sanfiz, nieto del pionero. Tambi¨¦n se organizan talleres para ni?os y adultos.
En los campeonatos no solo se compite: son tambi¨¦n una excusa para que los aficionados al bateo compartan su afici¨®n una vez al a?o. En la inauguraci¨®n del viernes pasado hab¨ªa vino, queso, chosco (embutido tradicional asturiano) y charanga en directo. Hasta all¨ª viajaron David y Nuria, una joven pareja de Madrid que empez¨® a batear despu¨¦s de ver un documental en televisi¨®n. Estaba tambi¨¦n Marteen Jacobs, ingeniero holand¨¦s que se traslad¨® a Gij¨®n tras conocer a su mujer, natural de Navelgas, en el campeonato europeo de Francia en 2001. ¡°Muchas parejas se han conocido bateando. Algunos se hacen las alianzas de boda con su propio oro. En 2008, otro holand¨¦s como yo se enamor¨® de otra chica de Navelgas y ahora tambi¨¦n vive en Asturias¡±, dice Marteen.
El bateo es cada vez m¨¢s popular en Asturias pero tambi¨¦n en Galicia y Le¨®n, en torno a las famosas minas romanas de Las M¨¦dulas, y alrededor de la falla aur¨ªfera que baja por Zamora, Salamanca y Extremadura. En los a?os ochenta empezaron a aparecer, de pronto, grandes pepitas en Salamanca y Extremadura. Pesaban 30, 40 y hasta 50 gramos. Buscadores aficionados, ge¨®logos y coleccionistas comenzaron a explorar el terreno en busca de vetas. Y siguieron saliendo pepitas.
Los hallazgos corrieron de boca en boca y tambi¨¦n por all¨ª, en paralelo a Navelgas, se desat¨® la fiebre del oro: en este caso, no con bateas sino con detectores de metales. Pero igualmente sin intenci¨®n de lucro: solo para coleccionar. ¡°Hay montones de pepitas en esa zona. Lo bueno es que, al estar muy dispersas, la explotaci¨®n industrial no resulta rentable, lo que es una suerte para los aficionados. Tampoco es rentable fundirlas, porque tiene mucho m¨¢s valor la pepita en s¨ª que el metal¡±, explica el ge¨®logo Santos Barrios, experto buscador y coleccionista.
Fue, sin embargo, un agricultor llamado Felipe Gonz¨¢lez quien en 1997, de forma casual, cuando cambiaba la rueda de un tractor, descubri¨® en el neum¨¢tico una pepita de 8,5 gramos. Ocurri¨® en el pueblo de Talarrubias, en Badajoz, colindante con Casas de Don Pedro. Fue el principio de la exploraci¨®n en esa zona. Los investigadores afirman que en esos dos municipios se encuentra el yacimiento de pepitas m¨¢s importante de Espa?a en este momento. El propio Gonz¨¢lez descubri¨® all¨ª en 2002 la mayor documentada hasta la fecha. Hasta tiene nombre: Do?a Mar¨ªa Jos¨¦, 218 gramos. Seguro que hubo otras mayores en el pasado, pero antes no hab¨ªa coleccionistas y se sol¨ªan fundir.
Pero ?c¨®mo es posible que sigan enterradas esas pepitas tan gordas a estas alturas de la historia? ¡°Se suele creer que los romanos se lo llevaron todo. Eso es cierto en parte. En esa zona de Extremadura, por ejemplo, no hay mucho oro fino en los r¨ªos, si bateas no encuentras casi nada. Por eso quiz¨¢ los romanos pensaron que no hab¨ªa vetas¡±, afirma Rafael Lozano, ge¨®logo del Instituto Geol¨®gico y Minero de Espa?a.
Nadie sabe cu¨¢nto oro queda bajo el suelo de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Tampoco cu¨¢nto hay en las casas de los bateadores y buscadores aficionados. ¡°El oro siempre ha generado desconfianza. En los pueblos peque?os hay mucha gente que tiene pepitas y no las ense?a por miedo a que se las roben. Algunos las venden a coleccionistas. Muy pocos ense?an todo lo que tienen¡±, comenta Barrios. La codicia quiz¨¢ no sea ya el motor de los buscadores de este milenio, pero el brillo del metal m¨¢s precioso sigue desatando pasiones.
Babelia
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