El contador de mujeres
Un ensayo imprescidible del argentino Edgardo Dobry profundiza en la m¨ªtica y universal figura del insaciable burlador Don Juan sin renegar de la tradici¨®n hisp¨¢nica
Una silueta cuyo rasgo fundamental es la insaciable voracidad num¨¦rica; un personaje m¨ªtico que carece de referencia definitiva, un nombre del que cada tradici¨®n nacional (desde la Espa?a de los siglos de oro hasta nuestros d¨ªas) se apropia para ofrecer una versi¨®n que no colma ni puede colmar el ansia de definici¨®n: don Juan. Casi podr¨ªa decirse (y Edgardo Dobry lo capta con extremada penetraci¨®n) que el burlador es un contable ¡ªsu instrumento es un secretario¡ª y que es incidental que sean mujeres lo que enumere. Aunque s¨®lo puede contar mujeres; mujeres de otro propietario. Las mujeres son el lado oscuro de este ensayo luminoso. De esta manera lo incidental ¡ªlas mujeres¡ª se transforma en necesario (es lo ¨²nico que don Juan puede contar), y ata a don Juan a la peor de las servidumbres, a la enfermedad del moderno: ese bul¨ªmico e inagotable que se complace en el presentimiento de que su ¡°gozar¡± (el verbo es de Tirso) ser¨¢ insatisfecho.
Muchos m¨¦ritos tiene este ensayo: no cede a la tentaci¨®n de convertirse en tratado acad¨¦mico; no es prefreudiano (en Espa?a esto sigue siendo raro, pero Dobry viene de otra tradici¨®n). Eso se nota en la comodidad con que se apropia de las diversas corrientes del pensamiento cr¨ªtico del siglo XX y XXI sin intentar aplicar la teor¨ªa, sino pensar con ella, a trav¨¦s de ella. No es ecl¨¦ctico, ni le interesa sumarse a la euforia de la literatura mundial, que confecciona mapas y se deleita en condescendencias imperiales, ni practica el oficio in¨²til de la redacci¨®n de papers. Tampoco se averg¨¹enza de la tradici¨®n hisp¨¢nica, sino que la hace convivir con los grandes nombres: Salvador de Madariaga junto a Nietzsche o al menor aunque ahora demasiado festejado Stefan Zweig; o Moli¨¨re junto al rom¨¢ntico Esteban Echeverr¨ªa, autor de un don Juan argentino; o, a¨²n m¨¢s notable, Gregorio Mara?¨®n junto a Michel Foucault. Y lo justifica con toda l¨®gica: no se trata de abolir las jerarqu¨ªas, sino de dar al lector la responsabilidad de recordarlas: a nadie se le ocurrir¨¢ conferirle m¨¢s autoridad a don Gregorio que a Kierkegaard.
Todos esos m¨¦ritos ser¨ªan in¨²tiles si Dobry no lograra mantener la unidad del conjunto. Lo hace a trav¨¦s de una pregunta que surgi¨® de su propia biograf¨ªa de poeta, traductor de grandes poetas y especialista en la l¨ªrica moderna. A partir de la conocida consideraci¨®n de los mitos de la modernidad de Ian Watt (Hamlet, don Quijote, Robinson Crusoe), observa que ser¨ªa impensable, en cualquiera de estos casos, no tomar como eje a Shakespeare, Cervantes o Defoe. En cambio: ?por qu¨¦ don Juan carece de una versi¨®n de referencia ¨²nica? Los cr¨ªticos que han pensado sobre el burlador pueden prescindir no s¨®lo de Tirso de Molina, sino que los franceses relegan a Lord Byron, los ingleses a Moli¨¨re o a Pushkin, los espa?oles a Gabriel Ferrater (Dobry considera que el narrador del Poema inacabado es un don juan): ¡°?Por qu¨¦ el gozoso y a la vez angustiado deseo insatisfecho de don Juan dice algo de nosotros, algo que quiz¨¢ ninguna otra figura puede decir?¡±.
Los 11 cap¨ªtulos del ensayo y las dos fascinantes traducciones de los textos inacabados, herm¨¦ticos, deslumbrantes, casi paralizantes, de Baudelaire y de Flaubert (de los que casi con seguridad no hab¨ªa versi¨®n en castellano) son fluidos despliegues de las diversas consecuencias de la interrogaci¨®n que motiva el ensayo y lo mantiene rigurosamente unitario: la relaci¨®n entre el conocimiento, la identidad y su vac¨ªo, la usurpaci¨®n, el enga?o, el simulacro, el goce y el desaf¨ªo. Dobry no responde directamente la pregunta, pero puede interpretarse que en el cap¨ªtulo 11 (¡®Don Juan, la inconclusi¨®n¡¯) ci?e el asunto a trav¨¦s del Don Juan de Lord Byron, obra inmensa e inconclusa y ¡°primer gran poema del deseo de sin objeto, deseo carnal y deseo de escritura: su devenir sin fin y sin final es una manera de exhibir esa falta inasible¡±.
Cabe recordar que el poema de Byron est¨¢ fabricado como un teatro en el que lucha el yo del poeta con su personaje: ¡°Quiero un h¨¦roe, un deseo ins¨®lito¡±, proclama la voz poderosa al indicio del artefacto. Dobry caza ah¨ª su presa: don Juan ser¨ªa la figura que preanuncia la est¨¦tica de la modernidad: la estirpe de la obra en busca de su objeto¡±. Es la estirpe que, sin satisfacer el deseo de una forma definitiva, quiere sustraerse a la fijeza inerte de los objetos de la cultura de masas. Esa l¨ªnea ¡ªdesarrollada meticulosamente con un ¨¢gil manejo de autores, fuentes, aproximaciones y fuertes intervenciones cr¨ªticas¡ª hace de este ensayo un libro imprescindible: panorama y a la vez interpretaci¨®n, permite adem¨¢s mantener interrogantes abiertos.
Por ejemplo: ?se podr¨ªa pensar cr¨ªticamente un linaje de la modernidad en la que lo femenino ¡ªsea lo que fuese¡ª apareciese como figura de lo inconcluso? Ir¨®nicamente, lo que ense?a este libro ¡ªy lo que buena parte de la cr¨ªtica feminista niega¡ª es aquello que sesgadamente ya se?al¨® Orlando, de Virginia Woolf: la funci¨®n de lo femenino en la modernidad ser¨ªa, al contrario, abrazar la cultura de masas. El libro de Dobry deja l¨²cidamente ese lado oscuro como tarea inconclusa: no es el menor de sus m¨¦ritos.
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Autor: Edgardo Dobry.
Editorial:?Arpa (2017).
Formato: tapa blanda (237 p¨¢ginas).
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