?Te acuerdas?
A veces un libro lleva a una pel¨ªcula. El ambiente y la crudeza de 'No, mam¨¢, no', de Verity Bargate, recuerda a los filmes de Mike Leigh
Aunque sabemos que nada hay menos libre que la libre asociaci¨®n de ideas, la mente tiene su propio algoritmo. A veces un libro te lleva a una pel¨ªcula, y esta, a otro escritor. A veces atropelladamente. Fiel a la idea de que las buenas historias deben avanzar in crescendo (arrancar con un terremoto y de ah¨ª para arriba), Verity Bargate abri¨® No, mam¨¢, no, su primera novela con este p¨¢rrafo: ¡°Lo que m¨¢s me impresion¨® cuando me dieron a mi segundo hijo y lo cog¨ª en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni c¨®lera. Nada¡±. El terremoto sigue cuando Jodie, la narradora, vuelve a la habitaci¨®n desde el paritorio y se enciende un cigarro. Llega entonces el minuto sentimental: el marido le da envidia; el beb¨¦, asco. Ninguna verg¨¹enza.
Publicada por Edhasa en 1982 y reeditada ahora por Alba en la traducci¨®n de Mireia Bofill, No, mam¨¢, no es la cruda historia de una enfermera cansada de ser esposa y madre que vive en el Soho londinense, amamanta cuidadosamente a su v¨¢stago y lee a Graham Greene en bucle: ¡°Quiero un amor humano corriente, corrupto¡±. Ha le¨ªdo ocho o nueve veces El final del romance, pero esa frase la sigue obsesionando. Tambi¨¦n ha le¨ªdo a Virginia Woolf: el reci¨¦n nacido se llamar¨¢ Orlando. Tan solo la llamada de una amiga de juventud, ahora instalada en Brighton, lleva luz a una vida que, en menos de 170 p¨¢ginas, pone patas arriba todas las convenciones sociales y sentimentales.
Verity Bargate, que muri¨® de c¨¢ncer en 1981 ¡ªten¨ªa 41 a?os¡ª, fund¨® un teatro ¡°de vanguardia¡± en Dean Street. Un premio para nuevos talentos lleva ahora su nombre. Trabaj¨® como actriz y no cuesta imaginarlas a ella o a su Jodie en una pel¨ªcula de Mike Leigh. Aunque la historia de No, mam¨¢, no transcurre en los a?os setenta, los escenarios y la relaci¨®n de la protagonista con su amiga Joy ¡ªadem¨¢s de los trenes¡ª recuerdan a la que mantienen Hannah y Annie en Career Girls (Dos chicas de hoy), esa joya sin pretensiones estrenada en 1997, hace ahora 20 a?os (se puede ver en Filmin por 1,95 euros).
?Cu¨¢l es la base de ambas relaciones? El pasado. Es decir, la pregunta ¡°?te acuerdas?¡±. El filme arranca cuando Annie viaja a Londres para visitar a Hannah. Compartieron casa cuando una estudiaba psicolog¨ªa y la otra literatura y trataban de adivinar el futuro ¡ªligar o no¡ª utilizando Cumbres borrascosas como si fuera el I Ching, es decir, abri¨¦ndolo al azar. De fondo, el sintetizador precocinado de Let¡¯s Go to Bed, de The Cure, su grupo favorito. En aquellos tiempos, los chicos beb¨ªan tercios de New Castle Brown y llevaban camisetas de los Smiths y Hannah se re¨ªa de Annie, con gafas de nadadora para evitar que le llorasen los ojos al cortar cebolla. Mandaba Thatcher.
Pasados los a?os, Hannah busca piso ¡ªpara comprar; se acabaron los alquileres¡ª y recorre Londres junto a su amiga sin dejar de preguntarle ¡°?te acuerdas?¡±. As¨ª, la visita a un octavo en Cannary Wharf da lugar a una de las escenas m¨¢s c¨®micas de una pel¨ªcula para la que parece inventada la palabra agridulce: ¡°Supongo que en los d¨ªas claros desde aqu¨ª se ve hasta la lucha de clases¡±, comenta Hannah al asomarse al nuevo distrito financiero, coronado por el edificio de oficinas ¡ªOne Canada Square¡ª dise?ado por C¨¦sar Pelli: ¡°Pobres, no ten¨ªan dinero para pagarse un arquitecto¡±.
La Hannah de Dos chicas de hoy ¡ªque no se cree ¡°lo suficientemente fuerte como para ser vulnerable¡±¡ª es la actriz Katrin Cartlidge, la flaca de Rompiendo las olas (de Lars von Trier), Antes de la lluvia (de Milcho Manchevski) o Indefenso (del propio Leigh). Cartlidge muri¨® en 2002 por una septicemia, a la misma edad que Bargate: 41. Tambi¨¦n existe un premio con su nombre. Lo concede la fundaci¨®n impulsada por varios de los directores con los que trabaj¨®. A su personaje en Dos chicas de hoy le habr¨ªa hecho gracia saber que, al poco de morir, el r¨ªspido Morrissey le dedic¨® en el Albert Hall la triste entre las tristes Late Night, Maudlin Street, una canci¨®n para archivar bajo las etiquetas ¡°abandono¡± y ¡°mudanzas¡±.
De la muerte de los artistas lo normal es enterarse por la prensa, pero de esta yo me enter¨¦ por un libro. As¨ª de absurdo. Uno se entera por un libro de la muerte de Felipe II, pero no de la de una actriz famosa. Todav¨ªa recuerdo la impresi¨®n de leerlo en Esa belleza, de John Berger. All¨ª, en ese ensayo de 2004, est¨¢ la foto: Cartlidge escu¨¢lida como un giacometti (el tema del ensayo, traducido en Espa?a por el poeta Jaime Priede para Bartleby). Fue ver su cara y sentirme como un hipocondriaco-con-motivos al que le ocultan que algo le pasa a su prima favorita. Berger muri¨® en enero pasado ¡ªtal vez sean demasiados muertos para un art¨ªculo de verano¡ª, meses despu¨¦s de estrenarse el documental sobre su vida en un pueblo franc¨¦s: Las estaciones en Quincy. Lo produjo y codirigi¨® la transparente Tilda Swinton, protagonista a su vez de la versi¨®n en cine del Orlando de Virginia Woolf. No sigo, que el algoritmo tiene razones que la raz¨®n no entiende.
¡®No, mam¨¢, no¡¯. Verity Bargate Traducci¨®n de Mireia Bofill. Alba, 2017 174 p¨¢ginas. 16,90 euros
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