Nobles, blandos y mec¨¢nicos victorinos
La plaza solo se cubri¨® en algo m¨¢s de media entrada
El garbanzo negro, pero muy negro, fue el primer toro, tobillero, pegajoso, que acud¨ªa a ga?af¨®n limpio y se revolv¨ªa en el espacio de una perra gorda, pero los cuatro restantes no tuvieron maldad, aunque tampoco la calidad que le ha dado esplendor a la casa en la que nacieron. Toros nobles todos ellos, mansones en los caballos, con las fuerzas demasiado justas, al igual que la casta, que no permitieron el lucimiento que buscaron con empe?o y decisi¨®n los toreros y no encontraron a pesar de la extrema generosidad del p¨²blico bilba¨ªno. Sin duda, era parientes del famoso Cobradiezmos, indultado en Sevilla, pero muy lejanos; m¨¢s bien, conocidos de dehesa.
Dulce suavidad despleg¨® el segundo de la tarde, pero carec¨ªa del ¨¢nimo suficiente para andar. De forma mec¨¢nica embisti¨® el tercero, sin gracia y exceso de soser¨ªa; noble tambi¨¦n el cuarto, pero sin confianza alguna en su condici¨®n de bravo; con clase de la buena el quinto y andares anodinos, y el sexto victorino se cans¨® de esperar en los corrales, mordi¨® la oscura arena m¨¢s de la cuenta y el presidente sac¨® el pa?uelo verde, lo que vino a confirmar que el lote carec¨ªa de la categor¨ªa que su divisa anuncia.
MART?N / URDIALES, ESCRIBANO, URE?A
Toros de Victorino Mart¨ªn, ¡ªel sexto, devuelto¡ª, bien presentados, mansones, blandos, nobles y sosos; peligroso el primero. Sobrero de Salvador Domecq, serio, manso y descastado.
Diego Urdiales: estocada (palmas); pinchazo, estocada ¡ªaviso¡ª (oreja).
Manuel Escribano: dos pinchazos, media baja ¡ªaviso¡ª y dos descabellos (ovaci¨®n); estocada (oreja).
Paco Ure?a: gran estocada (oreja); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
Plaza de Bilbao. Quinta corrida de feria, 23 de agosto. M¨¢s de media entrada.
En fin, toros a medio gas, sin fortaleza ¡ªperdieron las manos m¨¢s de la cuenta¡ª, de tan buena condici¨®n como escasa casta, de tal modo que no asustaron a nadie, a excepci¨®n del citado primero, que se las hizo pasar muy canutas a Urdiales, y tampoco colaboraron al triunfo de sus lidiadores.
A pesar de ello, se cortaron tres orejas. La primera la pase¨® Paco Ure?a al tercero de la tarde; si bien su labor no pudo alcanzar la grandeza que busc¨® con entrega, cobr¨® un estoconazo en todo lo alto que hizo rodar sin puntilla a su oponente. No hubo faena en el estricto sentido de t¨¦rmino, porque el recorrido del animal era muy corto y siempre con la cara a media altura, y a rega?adientes, tambi¨¦n, porque hasta cinco veces perdi¨® las manos antes del tercio final. La segunda la cort¨® Urdiales al cuarto despu¨¦s de un pinchazo y un aviso, y una labor con alg¨²n momento brillante, pero sin arrebato alguno. Una tanda de naturales, quiz¨¢, intent¨® alcanzar el vuelo, y un derechazo de categor¨ªa, pero poco m¨¢s, en el contexto de un empaque innato de este torero, que recibi¨® a ese toro con dos excelentes ver¨®nicas por el pit¨®n izquierdo. Bien, pero no para que paseara una oreja en la otrora exigente plaza de Bilbao.
Y la tercera se la llev¨® Escribano del quinto. Lo recibi¨® de rodillas en toriles, pas¨® un apuro gordo en un par al quiebro sentado en el estribo (a los dos los banderille¨® con m¨¢s entrega que brillo), y se acomod¨® por momentos a la excesivamente lenta embestida del toro. Mucho mejor el torero que el domesticado animal. ?Pero es que le pidieron con fuerza las dos orejas! Un poco de seriedad, se?ores¡
Imposible el primero, el victorino malo, que cantaba su peligro a voces; con clase, sin codicia y sin vibraci¨®n alguna el primero de Escribano, y muy descastado y sin clase el sobrero, que desesper¨® con raz¨®n a Ure?a.
Nota final: victorinos en Bilbao y algo m¨¢s de media plaza. ?Socorro!
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