Liam Gallagher, presa de su pasado en el DCode
Band of Horses y Daughter brillan en la ¨²ltima gran cita del verano
A las ocho y cuatro minutos de la tarde de ayer, la marabunta agolpada en torno al escenario #2 del DCode divisaba un inmenso cartel de mensaje inequ¨ªvoco, ¡°Rock ¡®n¡¯ roll¡±, frente al asiento del teclista. Y el primer aldabonazo de la serie resultaba ser otra declaraci¨®n de intenciones, Rock ¡®n¡¯ roll Star, delicioso himno chuleta y pieza inaugural para el primer disco de Oasis, el que prendi¨® definitivamente la mecha del brit pophace veintitantos a?os. Pero el protagonista de esta historia, uno de los personajes m¨¢s deseados en la s¨¦ptima entrega de este gran sarao que cierra el verano festivalero, decidi¨® ejercer en la madrile?a Ciudad Universitaria de lo que nunca fue: un antidivo.
Liam Gallagher, la flamante estrella a la que escudri?aban casi 25.000 personas, se nos plantific¨® con gafas de pasta, ch¨¢ndal corto y sudadera, con m¨¢s aspecto de cuarent¨®n voluntarioso al encuentro de su entrenador personal que de icono rockero del ¨²ltimo cuarto de siglo. A partir de ah¨ª, la constataci¨®n que m¨¢s tem¨ªamos: el repertorio de estreno empalidece en la comparaci¨®n con los tiempos de su banda primigenia, cuando ¨¦l y su hermano Noel encadenaban tantas grescas como jitazos.
Gallagher era el ¨²nico de los nombres ilustres que estrenaba material. De hecho, a As You Were le faltan a¨²n cuatro semanas para desembarcar en las tiendas, por lo que el repertorio era casi desconocido. Los nuevos acompa?antes son h¨¢biles, brillantes, razonablemente j¨®venes. Y algunos estrenos, desde For What it's Worth a Better Run Better Hide, dejaron un poso de gratos homenajes a Lennon, justo lo que su hermano lleva toda la vida practicando. Pero era imposible sustraerse al pasado, que para nuestro mancuniano de las manos a la espalda es m¨¢s bien losa. Incluso piezas menos populares de Oasis, como Slide Away, se recib¨ªan con alborozo mientras t¨ªtulos m¨¢s recientes, como Soul Love, inspiraban una indiferencia proporcional a su car¨¢cter pl¨²mbeo. Y as¨ª hasta ese final coreado, con Wonderwall, convertido en un fabuloso karaoke multitudinario.
La tarde ya hab¨ªa registrado algunos momentos rese?ables, con el p¨²blico abarrotando la explanada desde bien pronto para mecerse con ese afable pop medio jamaicano del d¨²o germ¨¢nico Milky Chance. La popularidad de su Stolen Dance no llegar¨¢ a eclipsar a Despacito, pero tambi¨¦n merecer¨ªa un estudio. Aunque lo m¨¢s hermoso acontec¨ªa en el escenario accesorio, donde los londinenses Daughter desarrollaban ese folk-rock entre l¨ªrico y narc¨®tico que de alguna manera prolonga, con voz femenina, la estela imborrable de Jeff Buckley.
Erigidos ya en at¨ªpico grupo de masas, Band of Horses reinaron en el tramo central de la noche con un concierto que m¨¢s pareci¨® un torbellino. Sus discos acostumbran a ser algo irregulares y dispersos, pero ese rock mel¨®dico y directo, impregnado de una suerte de ¨¦pica campestre, resulta muy contagioso y adictivo sobre las tablas. Era el ¨²ltimo concierto de su casi infinita gira mundial del ¨¢lbum Why Are you OK?, as¨ª que Ben Bridwell no escatim¨® colores de ese precioso timbre agudo de voz mientras sus compinches apretaban el ment¨®n como aut¨¦nticos estibadores con guitarras el¨¦ctricas. Por lo visto anoche, es dif¨ªcil negarle ya a Laredo la condici¨®n de cl¨¢sico del siglo XXI. Ni a No One¡¯s Gonna Love You la de canci¨®n con los cambios de acordes m¨¢s bonitos del repertorio.
Mucho m¨¢s tenebrista fue la propuesta de los neoyorquinos Interpol, embarcados en la siempre complicada aventura de reproducir un ¨¢lbum ¨ªntegro. 15 a?os despu¨¦s, Turn on the Bright Lights (que es oscur¨ªsimo, pese al t¨ªtulo) son¨® a cl¨¢sico irrefutable e incluso muy personal, pese a la herencia evidente de Joy Division.
Y dej¨® la noche en bandeja a Franz Ferdinand, reincidentes en el DCode y que jugaban esta vez con la ventaja de no defender material reci¨¦n horneado, cuatro a?os despu¨¦s del que a¨²n es su ¨²ltimo trabajo. Instant¨¢neos, divertidos, habilidosos en la sucesi¨®n de himnos, los de Glasgow aportaron el ingrediente m¨¢s preciado a partir de ciertas horas: alboroto. En su caso, si no innovador, s¨ª rabiosamente inteligente. A Alex Kapranos no le acab¨® de fructificar esa extravagante alianza con Sparks en la superbanda FFS, pero sigue sabiendo lat¨ªn.
De marcha con rebequita
A las nueve ya hab¨ªan ca¨ªdo la noche y la temperatura en el Dcode m¨¢s fresco de la historia en t¨¦rminos meteorol¨®gicos. El ambiente fue esta vez mucho m¨¢s propicio para la rebequita que para esos cert¨¢menes involuntarios de camisetas mojadas que se hicieron habituales, entre la calorina y los manguerazos de la organizaci¨®n, en tantas ocasiones anteriores. El calor corri¨® esta vez por cuenta de los 25.000 asistentes, que agotaron las localidades.
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