Condescendencia imperial
Frears cree construir una s¨¢tira de los protocolos de la realeza, pero ofrece un reverencial retrato de un icono
¡°El diario de John Brown nunca fue encontrado¡±, informaba un r¨®tulo al final de Su majestad, Mrs. Brown (1997), pel¨ªcula de John Madden centrada en la amistad surgida, tras la muerte del pr¨ªncipe Alberto, entre la reina Victoria, interpretada por Judi Dench, y su criado escoc¨¦s, ante la escandalizada reprobaci¨®n del entorno mon¨¢rquico. Los diarios que s¨ª fueron hallados son los de Abdul Karim, un funcionario de prisiones en la India colonizada que, enviado a Gran Breta?a para entregar una medalla conmemorativa a la reina Victoria, se convirti¨® en hombre de confianza ¨Cy, al parecer, frustrado inter¨¦s rom¨¢ntico- de la monarca ante el estupor de la corte. Con Judi Dench retomando su papel veinte a?os despu¨¦s de Su majestad, Mrs. Brown, La reina Victoria y Abdul, consagrada a contar la historia de esta complicidad no s¨®lo interclasista, sino tambi¨¦n interracial e interreligiosa, podr¨ªa considerarse una suerte de secuela extempor¨¢nea de la pel¨ªcula de John Madden, pero tambi¨¦n es un trabajo perfecto para valorar no s¨®lo la alta capacidad de autoenga?o del cine brit¨¢nico en el manejo de su memoria hist¨®rica, sino tambi¨¦n el agud¨ªsimo grado de confusi¨®n ideol¨®gica de un ex-cineasta proletario como Stephen Frears.
LA REINA VICTORIA Y ABDUL
Direcci¨®n: Stephen Frears.
Int¨¦rpretes: Judi Dench, Ali Fazal, Olivia Williams, Adeel Akhtar.
G¨¦nero: drama.
Gran Breta?a, 2017
Duraci¨®n: 112 minutos.
Partiendo del libro Victoria and Abdul de la escritora Shrabani Basu, que tuvo que revisar su texto tras el hallazgo de los diarios de Karim, Frears cree construir una s¨¢tira de los protocolos de la realeza y los prejuicios del entorno aristocr¨¢tico, pero ofrece un reverencial retrato de un icono reformulado seg¨²n el eficaz arquetipo cinematogr¨¢fico de la cascarrabias entra?able y carism¨¢tica que encierra, en su interior, una soledad que desespera por comunicarse. La reina Victoria y Abdul trata con insultante condescendencia colonial a sus personajes indios, reduciendo a mero contrapunto c¨®mico a la figura de Mohammed, el compa?ero de viaje de Abdul Karim que, a la postre, ser¨¢ el ¨²nico en denunciar en voz alta la ferocidad del Imperio. Es necesario preguntarse desde qu¨¦ posici¨®n moral, Frears, que celebraba todo tipo de mestizajes en Mi hermosa lavander¨ªa (1985) y Sammy y Rosie se lo montan (1987), filma el repugnante plano final de la pel¨ªcula.
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