Un esp¨ªritu libre
Simon Leys no se arredr¨®, a pesar de que Sartre y tantos otros se apresuraron a degradarlo a una infame condici¨®n anticomunista y perruna
Gente joven y editoriales nuevas me descubren nombres necesarios que de otro modo no habr¨ªa conocido, y me ayudan a corregir algunas de las tonter¨ªas y las mentiras que di por verdades en mi juventud, y a ver cosas que hubiera debido ver hace tiempo. Cuando ten¨ªa 20 y 30 a?os me habr¨ªa venido muy bien leer a Simon Leys, que fue uno de los esp¨ªritus de verdad libres del siglo pasado, de la estirpe de Orwell, de Camus, de Cioran, de Czeslaw Milosz, un raro que combin¨® lo m¨¢s erudito de la filolog¨ªa cl¨¢sica china con el amor por la navegaci¨®n en velero y la heterodoxia pol¨ªtica con la novela. Belga de nacimiento, escribi¨® en un franc¨¦s espl¨¦ndido, pero emigr¨® a Australia despu¨¦s de vivir varios a?os en Hong Kong y se convirti¨® tambi¨¦n en un excelente escritor en ingl¨¦s. En 1971 public¨® un libro que a m¨ª y a muchos otros nos habr¨ªa sido muy ¨²til leer en aquellos a?os, El traje nuevo del presidente Mao. Lo m¨¢s triste no es pensar que nuestras penurias culturales de entonces hicieran inviable su publicaci¨®n inmediata en espa?ol. Lo triste de verdad es saber, con una lucidez in¨²til por retrospectiva, que si el libro hubiera llegado a nuestras manos, si hubi¨¦ramos sabido de su existencia, nos habr¨ªamos negado a leerlo, aunque no de condenar su perfidia y de descalificar a su autor como un reaccionario, quiz¨¢s un agente del imperialismo.
Ahora puede parecer inveros¨ªmil el prestigio casi universal que disfrutaba en la izquierda la figura de Mao Zedong. Antes incluso de la muerte de Franco, no hab¨ªa escaparate de librer¨ªa espa?ola en el que no se desplegara la edici¨®n que public¨® Anagrama de las Cuatro tesis filos¨®ficas, de Mao. Tambi¨¦n se ve¨ªa muy destacado un volumen de Siglo XXI sobre la Gran Revoluci¨®n Cultural Proletaria China, tan laudatorio como un panfleto oficial. En 1974, en Madrid, con 18 a?os de fervor ideol¨®gico adolescente, yo le¨ªa un libro de pura propaganda firmado nada menos que por Baltasar Porcel, futuro cortesano de Jordi Pujol, y titulado China, una revoluci¨®n en pie. Los poemas de Mao y el Libro Rojo circulaban en ediciones legales, y hab¨ªa quien los citaba con reverencia. Simon Leys dice que leer prosa doctrinal comunista es como comer salchichas de rinoceronte, o masticar serr¨ªn. Pero nuestros paladares de entonces se somet¨ªan a aquel rancho mental y verbal con una perseverancia que m¨¢s nos habr¨ªa valido dedicar a otros aprendizajes.
Quiz¨¢s nosotros ten¨ªamos la disculpa parcial de nuestra ignorancia y nuestro aislamiento. China quedaba muy lejos, y el comunismo se beneficiaba del prestigio ganado con toda justicia por los comunistas espa?oles en la resistencia contra Franco. Pero en los pa¨ªses cercanos que nos daban tanta envidia, Francia e Italia sobre todo, democracias plenas en las que no hab¨ªa l¨ªmites para el flujo de la informaci¨®n, ni deber¨ªa haberlos para el esp¨ªritu cr¨ªtico y el debate de las ideas, algunos de los intelectuales m¨¢s preclaros, los m¨¢s cr¨ªticos con los poderes establecidos en sus pa¨ªses, idolatraban a Mao Zedong y celebraban su Revoluci¨®n Cultural como el logro definitivo del para¨ªso en la tierra, una revuelta juvenil y popular contra la burocracia y contra toda forma de dominaci¨®n, una especie de interminable fiesta creativa despleg¨¢ndose bajo la sonrisa ben¨¦vola del Gran Timonel. Jean-Luc Godard, Jean-Paul Sartre, Julia Kristeva, Roland Barthes, los semi¨®logos exquisitos de la revista Tel Quel, los editorialistas de Le Nouvel Observateur y Le Monde: todos eran mao¨ªstas. El tono intelectual de la ¨¦poca lo resumi¨® Sartre con la sutileza propia de un pensador: ¡°Todo anticomunista es un perro¡±.
La cultura espa?ola del antifranquismo y de los primeros a?os de la democracia era muy refractaria a cualquier visi¨®n cr¨ªtica de los sistemas comunistas
En un ambiente as¨ª, la publicaci¨®n de El traje nuevo del presidente Mao fue un esc¨¢ndalo. La agresividad extrema que cay¨® sobre ¨¦l fue una sorpresa para Simon Leys, si bien no lleg¨® a arredrarse, ni a preocuparse siquiera, a pesar de que Sartre y tantos otros se apresuraran a degradarlo a una infame condici¨®n anticomunista y perruna. A diferencia de casi todos ellos, Leys conoc¨ªa con detalle la actualidad china, y la historia del pa¨ªs, y el idioma, y le¨ªa a diario en Hong Kong los peri¨®dicos y los libros que llegaban de China, y hablaba con desterrados y fugitivos, y hab¨ªa visto los cad¨¢veres de fusilados, con las manos atadas a la espalda, que bajaban a centenares por el r¨ªo Amarillo y aparec¨ªan en las playas de Hong Kong.
La Revoluci¨®n Cultural, explicaba Leys, no hab¨ªa sido una efervescencia de rebeld¨ªa popular y libertad, sino una calamidad desatada por Mao con el prop¨®sito de librarse del c¨ªrculo de los antiguos leales que lo hab¨ªan apartado del poder efectivo. El padre de los pueblos del mundo era un d¨¦spota tan lleno de soberbia como indiferente a la realidad y al sufrimiento: su ¨¦xito m¨¢s celebrado, la campa?a del Gran Salto Adelante, entre 1958 y 1962, dedicada insensatamente a imponer la colectivizaci¨®n total de la agricultura y la industrializaci¨®n acelerada, hab¨ªa concluido con la ruina del pa¨ªs y con una mortandad, por hambre y por violencia, que nunca ha podido determinarse con exactitud, pero que rond¨® los 45 millones de personas.
Una primera traducci¨®n de El traje nuevo del presidente Mao la public¨® Tusquets en 1976. Yo no llegu¨¦ a enterarme. La cultura espa?ola del antifranquismo y de los primeros a?os de la democracia era muy refractaria a cualquier visi¨®n cr¨ªtica de los sistemas comunistas, y por consiguiente muy mezquinamente hostil a los testimonios de sus v¨ªctimas. Algo menos tontainas habr¨ªamos sido con solo un poco m¨¢s de libertad de esp¨ªritu, y de generosidad humana.
Simon Leys muri¨® hace tres a?os. Sus opiniones her¨¦ticas de 1971 han sido confirmadas por el trabajo de los historiadores y por un cat¨¢logo innumerable de relatos de testigos y supervivientes de aquellos tiempos de horror y destrucci¨®n. Ahora aquel libro lo edita y lo traduce de nuevo una editorial joven, Ediciones El Salm¨®n, con un amor ejemplar por la materialidad de la palabra escrita y por el pensamiento libre, con un pr¨®logo de Jean-Bernard Maugiron que sit¨²a la obra en el contexto de su tiempo y de la vida de su autor. Ninguna ¨¦poca est¨¢ a salvo de la tonter¨ªa ni del oscurantismo. En la nuestra vuelven a cobrar un prestigio sorprendente las terribles abstracciones colectivistas de pueblos elegidos y l¨ªderes salvadores. Esp¨ªritus libres como Simon Leys hacen tanta falta ahora como en los setenta.
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Autor:?Simon Leys.
Editorial:?Ediciones El Salm¨®n (2017).
Formato:?tapa blanda (379 p¨¢ginas).
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