La literatura se expone
Hay artistas que usan los libros como material pl¨¢stico y escult¨®rico
Hay una literatura que se resiste a quedarse en los libros y habitar ¨²nicamente en los sellos editoriales. Esa literatura busca espectadores y salta a los museos. Desde estos, abre incluso una puerta que parec¨ªa sellada: la m¨¢s radical rematerializaci¨®n del texto.
Esa intenci¨®n es la que lleva a Stan Douglas a asumir una en¨¦sima versi¨®n de Memorias del subdesarrollo, de Edmundo Desnoes, y convertirla de paso en pieza de museo. Y es la que alienta a Pedro G. Romero para darle forma objetual al archivo o plantearse el cat¨¢logo como una escultura. Glenda Le¨®n transforma las palabras sobre el arte en objetos que las fagocitan. Cristina de Middel construye d¨ªpticos en los que el Libro Rojo de Mao se confronta con el modelo econ¨®mico de la China actual. Gonzalo Elvira rescata portadas de libros prohibidos o imagina otras que no existen hoy, pero qui¨¦n sabe si podremos verlas ma?ana en una librer¨ªa. Joan Fontcuberta arrastra las variaciones de un Blow Up m¨²ltiple en el que se cruzan Queco Larra¨ªn, Julio Cort¨¢zar, Antonioni o Brian de Palma. Daniel G. And¨²jar ofrece consistencia material al conocimiento cr¨ªtico que corre por Internet. Paul Virilio detect¨® en la exposici¨®n el formato id¨®neo para expresar sus ideas sobre la cat¨¢strofe y el accidente¡ Estos artistas convierten la ilustraci¨®n (por su sentido visual) en Ilustraci¨®n (por su sentido filos¨®fico). De ah¨ª que el museo, para ellos, pase de ser un espacio destinado a ver a un espacio propicio para leer.
Hace poco, en el Azkuna Zentroa de Bilbao tuvo lugar el encuentro El ensayo de la exposici¨®n, ideado por el colectivo Bulegoa z/b. All¨ª disertaron Bifo, Carles Guerra o Tamara D¨ªaz Bringas. En una sesi¨®n, Dora Garc¨ªa habl¨® de sus comienzos como artista en la Espa?a de los ochenta a partir de todo lo que entonces desconoc¨ªa. La suya fue una exposici¨®n (en cualquier sentido de la palabra) de lagunas por llenar. Un tanteo que s¨®lo puede entenderse como un ensayo, cuya traducci¨®n en arte puede remitirnos a t¨¦rminos habituales, aunque no siempre felices, como work in progress o ¡°din¨¢micas procesuales¡±. En todo esto flota una cr¨ªtica al statu quo del sistema literario, esgrimida desde una mutaci¨®n del libro (en la forma) que preserva sin embargo su sentido original (en el fondo). Estas conversiones art¨ªsticas demuestran que el libro est¨¢ m¨¢s vivo que nunca, aunque su supervivencia no siempre se deba a su fidelidad a s¨ª mismo, sino a las m¨²ltiples traiciones que demanda su necesidad de adaptaci¨®n.
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