Maestros antiguos
Al final, la orquesta y el p¨²blico aplaudieron larga y un¨¢nimemente al director Bernard Haitink, a quien hemos tenido la suerte de conocer y disfrutar
¡°Si los hemos estudiado real y verdaderamente¡±, escribe Thomas Bernhard, ¡°lo que quiere decir tan minuciosamente como sea posible durante much¨ªsimo tiempo, los Maestros Antiguos se deshacen, se nos desmoronan y nos dejan solo un regusto insulso, incluso, la mayor¨ªa de las veces, un regusto nauseabundo en la cabeza. La obra de arte m¨¢s grande y m¨¢s importante nos pesa al final en la cabeza como un enorme amasijo de vulgaridad y de mentira, lo mismo que un amasijo demasiado grande de carne en el est¨®mago. Nos sentimos fascinados por una obra de arte y, al final, nos resulta, sin embargo, rid¨ªcula¡±. As¨ª piensa el music¨®logo y cr¨ªtico musical Reger, el sosias del escritor austr¨ªaco que protagoniza Maestros Antiguos, una novela que lleva el revelador subt¨ªtulo de Comedia.
Mendelssohn: La gruta de Fingal y Concierto para viol¨ªn. Brahms: Sinfon¨ªa n¨²m. 2.
Orquesta Sinf¨®nica de Londres.
Director: Bernard Haitink.
Auditorio Nacional, 22 de octubre.
En la fase final de su carrera, Bernard Haitink, camino ya de los 89 a?os, cultiva casi en exclusiva la m¨²sica de los antiguos maestros centroeuropeos. En este concierto, Mendelssohn y Brahms; al d¨ªa siguiente, Beethoven y de nuevo Brahms. Hace pocos meses en la Philharmonie de Berl¨ªn, Schubert y Mahler. Un pu?ado de nombres (a?¨¢danse los de Mozart, Bruckner, Schumann o Wagner) que no cesan de reaparecer en los programas de quien es, a su vez, un maestro antiguo, a quien los instrumentistas de las orquestas que dirige ven tambi¨¦n como tal, si bien el adjetivo debe entenderse en su acepci¨®n m¨¢s noble y no como una manera elegante o sibilina de tildarlo de anticuado. Haitink encarna como pocos la tradici¨®n del gran director europeo enraizado en la tradici¨®n cl¨¢sica y, como tal, fue un mod¨¦lico forjador durante casi tres d¨¦cadas de la moderna personalidad de la Orquesta del Concertgebouw de ?msterdam, una formaci¨®n que gusta de largas, largu¨ªsimas relaciones con sus directores titulares.
Haitink cuenta, de entrada, con la complicidad y la entrega sin reservas de las pocas orquestas que dirige en la actualidad, que son ¨²nicamente las mejores. Se not¨® de entrada en la portentosa versi¨®n que abri¨® el concierto de La gruta de Fingal, una obertura que, m¨¢s que atmosf¨¦rica o descriptiva, el holand¨¦s supo convertir en reflexiva, en una pl¨¢cida y extasiada contemplaci¨®n de la costa escocesa. Fue la suya una lectura trascendida, de tensiones muy pasajeras y tempi muy, muy amplios, que invitaba a ver la m¨²sica con otros ojos y a dibujarla con otros colores, como si las obras maestras de los maestros antiguos no se agotaran nunca. ¡°Bernard versus Bernhard¡±, podr¨ªan haberse titulado estas l¨ªneas.
Otra obra de Felix Mendelssohn (una presencia constante en una novela anterior del propio Bernhard: Hormig¨®n) completar¨ªa la primera parte, donde la madurez sin fisuras de Haitink contrast¨® con la juventud de la violinista Veronika Eberle, que ofreci¨® una versi¨®n en exceso ensimismada del Concierto para viol¨ªn de su compatriota, que requiere una amplitud y vuelo l¨ªrico mucho mayores. Mirando casi siempre al suelo, con escasa comunicaci¨®n visual con la orquesta o con el director, lo que provoc¨® m¨¢s de un desajuste, no logr¨® que la parte solista (sobre todo en la cadencia del primer movimiento y en todo el tercero) tuviera la transparencia y agilidad de la prestaci¨®n orquestal.
Muy musical, pero con un sonido peque?o, Eberle mostr¨® mejores credenciales en el Andante, tocado con enorme delicadeza. Fue, en conjunto, una versi¨®n can¨®nica, ortodoxa, muy diferente de la ofrecida hace un par de a?os, tambi¨¦n en Iberm¨²sica, por Patricia Kopatchinskaja con Vlad¨ªmir ?shkenazi. Si quiere abrirse camino en el disputad¨ªsimo mundo de los violinistas de primera fila, Eberle tendr¨¢ que construir una personalidad m¨¢s acusada y tocar m¨¢s para el p¨²blico que para s¨ª misma.
El alt¨ªsimo nivel interpretativo de La gruta de Fingal resurgi¨® en el Adagio non troppo de la Segunda Sinfon¨ªa de Brahms y, de manera muy especial, en una intensa pero contenida secci¨®n central. Antes hab¨ªamos escuchado un terso y di¨¢fano primer movimiento, en el que Haitink logr¨® hacer sonar a una orquesta abultada (catorce primeros violines) casi como si se tratara de esa Orquesta de C¨¢mara de Europa que, como ha declarado a este peri¨®dico, tanto parece haber cambiado su imagen sonora de este repertorio. El viejo maestro solo se sent¨® en su taburete para dirigir el gr¨¢cil y delicado tercer movimiento y, en cuanto termin¨®, volvi¨® a ponerse de pie para atacar con fuerza el Allegro con spirito final, en el que lo m¨¢s relevante fueron, parad¨®jicamente, los pasajes en pianissimo y la sabidur¨ªa con que Haitink supo resaltar la riqueza r¨ªtmica de Brahms. Al final, toda la Sinf¨®nica de Londres, la orquesta camale¨®nica por antonomasia, aplaudi¨® larga y un¨¢nimemente, al igual que el p¨²blico, a este verdadero maestro antiguo, pero de esos de carne y hueso que hemos tenido la suerte de conocer y disfrutar.
Babelia
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