Vida de bi¨®grafo
James Atlas emprendi¨® la biograf¨ªa de Bellow impulsado por la admiraci¨®n. El entusiasmo se enfri¨® con el paso de los a?os y de su conocimiento de las mezquindades del personaje
Cada vida humana es improbable y ¨²nica. Cada una es un misterio. Henry James escribe: ¡°Nunca pienses que puedes decir la ¨²ltima palabra sobre alguien¡±. James Atlas corrige: ¡°Tampoco la primera¡±. James Atlas sabe de qu¨¦ habla. Ha dedicado una gran parte de su vida a averiguar las vidas de otros. Cuando era todav¨ªa muy joven se puso a escribir la biograf¨ªa del poeta Delmore Schwartz, que hab¨ªa aparecido como un cometa en la literatura americana de los ¨²ltimos a?os treinta, y que en poco m¨¢s de una d¨¦cada se hundi¨® en el alcoholismo y la enfermedad mental y muri¨® de un ataque al coraz¨®n en un hotel para desahuciados de Nueva York, en la periferia s¨®rdida de Times Square. Atlas era un universitario joven enamorado de la literatura y de esa gran escuela anglosajona de la biograf¨ªa. En Oxford hab¨ªa estudiado con Richard Ellmann, probablemente el mejor bi¨®grafo literario del siglo, el que cont¨® con tanta erudici¨®n como sensibilidad est¨¦tica y pulso narrativo la vida de James Joyce.
Atlas amaba la literatura y quer¨ªa acercarse m¨¢s a ella conociendo las vidas de los escritores. En su fascinaci¨®n juvenil por Delmore Schwartz estaba el atractivo del genio que se revela de la noche a la ma?ana y que parece destinado en igual medida al resplandor y al desastre. Nacido en 1913, en una de esas familias de emigrantes jud¨ªos del este de Europa que fueron el yacimiento de una gran parte de lo mejor de la cultura americana, Schwartz se hizo c¨¦lebre con un solo libro a los 25 a?os; a los 53 ya estaba muerto y olvidado. James Atlas encontr¨® en el archivo de una universidad las cajas con todos los papeles, los libros, los recortes, los residuos varios, las facturas sin pagar, hasta las revistas er¨®ticas que hab¨ªa en su habitaci¨®n del hotel cuando muri¨®; habl¨® con muchas personas que lo hab¨ªan conocido, entre ellas su camarada de la primera juventud, Saul Bellow; pas¨® a?os intentando recopilar cada detalle posible de la vida de Schwartz, queriendo imaginarla desde dentro en la medida de lo posible. Era una b¨²squeda de detective y tambi¨¦n de novelista: requer¨ªa una inmersi¨®n tan profunda como la de escribir una novela, y tambi¨¦n un esfuerzo de la imaginaci¨®n que no era menos necesario por tener que mantenerse en los l¨ªmites estrictos de lo que hab¨ªa sucedido. El bi¨®grafo quiere ser el autor del retrato m¨¢s completo posible de su modelo y tambi¨¦n su sombra. De tanto habitar en la vida de otro corre el peligro de ausentarse de la suya propia. La realidad con la que convive se le desdibuja sin remedio porque es otra realidad huidiza la que ocupa su tiempo, el espacio de su trabajo, hasta su domicilio, invadido por los documentos y libros que se van acumulando. Una novela suele ocupar plenamente la imaginaci¨®n durante dos o tres a?os como m¨¢ximo. Una biograf¨ªa, a la manera brit¨¢nica o americana, puede requerir 10, 15, 20 a?os, la mayor parte de la vida, como esa biograf¨ªa monstruosa del presidente Lyndon Johnson que Robert A. Caro sigue escribiendo a sus 81 a?os, y que va ya por el quinto volumen.
?C¨®mo es la vida de alguien que se dedica de manera tan absoluta a la vida de otro? El bi¨®grafo, dice James Atlas, es ¡°the ghost in the garden¡±, el fantasma o el merodeador que ronda en el jard¨ªn de otro, el otro, su modelo, su obsesi¨®n, su personaje imaginado y en parte, inevitablemente, inventado, contaminado por los intereses y las percepciones del autor. A?os despu¨¦s de terminar la biograf¨ªa de Delmore Schwartz, James Atlas, ya cerca de los 40, emprendi¨® otra mucho m¨¢s complicada y m¨¢s ambiciosa, porque su personaje ten¨ªa una vida y una obra m¨¢s dilatadas que las de Schwartz, y tambi¨¦n porque estaba vivo, lleno de vigor f¨ªsico y de fuerza creadora con cerca de 75 a?os, Saul Bellow.
La realidad con la que convive se le desdibuja sin remedio porque es otra realidad huidiza la que ocupa su tiempo, el espacio de su trabajo
Fue Bellow quien le llam¨® ¡°el fantasma en el jard¨ªn¡±, una vez que Atlas fue a visitarlo en su casa de Vermont. Tambi¨¦n Bellow le dijo, cuando Atlas llevaba m¨¢s de 5 a?os trabajando en una biograf¨ªa que al final iba a ocuparle m¨¢s de 10 y a tener casi 1.000 p¨¢ginas: ¡°Lo que deber¨ªa usted hacer es un libro contando c¨®mo se escribi¨® este libro¡±. Las mejores ideas son semillas m¨ªnimas que pueden permanecer sepultadas mucho tiempo sin perder su capacidad de germinaci¨®n, esperando el momento m¨¢s adecuado para cobrar vida f¨¦rtil. Ahora, 20 a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de su biograf¨ªa, y m¨¢s de 10 de la muerte de Bellow, James Atlas ha cumplido aquella sugerencia. El libro, The Shadow in the Garden, cambia la tercera persona del bi¨®grafo por la primera del memorialista, pero el hilo sigue siendo el de las vidas de los otros: la de Delmore Schwartz, desde luego, y las de los grandes bi¨®grafos del pasado, en particular el m¨¢s desmesurado de todos, el James Boswell que dio cuenta casi de cada paso y de cada comida y cada frase ingeniosa o mal¨¦vola y cada exabrupto de su amigo el doctor Samuel Johnson.
Pero el centro, de nuevo, lo ocupa Saul Bellow, su presencia tan imperiosa despu¨¦s de muerto como lo fue en vida, tan egoc¨¦ntrico, tan seductor, tan poco atento a los dem¨¢s, a todo lo que lo distrajera de su escritura y de sus ambiciones y deseos, incluida la persona de su bi¨®grafo, al que tolera pero mantiene siempre a una cierta distancia, halagado por su inter¨¦s, pero tambi¨¦n receloso de las facetas desagradables de su vida que pueda descubrir. James Atlas emprendi¨® la biograf¨ªa de Bellow impulsado por la admiraci¨®n, pero, con el paso de los a?os y de su conocimiento de las flaquezas y las mezquindades del personaje, el entusiasmo se enfri¨®, y hasta la obra perdi¨® para ¨¦l parte de su brillo. Ninguna admiraci¨®n l¨²cida puede ser incondicional. Ahora Atlas escribe para recordar sus trabajos antiguos y las figuras desaparecidas a las que dedic¨® tanto esfuerzo, y se da cuenta, casi con estupor, que ya no es aquel hombre joven que reverenciaba a maestros mayores que ¨¦l, a h¨¦roes muertos de la literatura. La enfermedad del paso del tiempo que a ellos los aquejaba ahora la sufre ¨¦l. Es un hombre de sesenta y tantos a?os, con el pelo blanco, que recuerda mundos extinguidos: el de las cartas escritas a mano, el de los originales mecanografiados y llenos de tachaduras. Ahora ¨¦l mismo es el testigo al que vienen a consultar bi¨®grafos j¨®venes, el guardi¨¢n todav¨ªa l¨²cido de los fantasmas.
¡®The Shadow in the Garden¡¯. James Atlas. Penguin Random House. 400 p¨¢ginas. 14,12 euros.
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