Emilio Lled¨® y la filantrop¨ªa
El fil¨®sofo cumple hoy 90 a?os y uno de sus disc¨ªpulos hace cr¨®nica de sus palabras
En la muy profunda entrevista que el 27 de octubre public¨® Tereixa Constenla con Emilio Lled¨® en EL PA?S, el fil¨®sofo que educ¨® a generaciones de j¨®venes, desde Alemania, Valladolid, La Laguna, Barcelona y esta ciudad en la que ahora vive, mostr¨® alegr¨ªa y dolor, duda y exactitud, esperanza y neblina, y fue todo el rato aquel maestro que tuvimos. La periodista me dej¨® estar con ellos mientras ocurri¨® la entrevista, y en silencio fui tomando notas como un alumno de ambos. Hoy que el profesor que nos hizo preguntones y dubitativos cumple noventa a?os quisiera hacer un retrato de aquel escenario en el que ¨¦l respond¨ªa, la periodista preguntaba y este cronista tomaba notas de lo que pasaba por all¨ª.
Durante los 77 minutos que dur¨® la charla, mientras ellos hablaban, tom¨¦ 47 notas, la primera fue Ni?o de la guerra, y la ¨²ltima fue Margarit. En el primer caso porque su propia presencia en esa casa tranquila, sosegada, con los ruidos de la calle opacos y desvanecidos, es tan distinta al ruido del pa¨ªs en el que naci¨®, el sobresalto del ni?o en Boc¨¢ngel. Y ha pasado tanto tiempo y es tan impresionante c¨®mo en su memoria se reproduce aquella desgracia como el principio de su determinaci¨®n a favor de la duda y de la paz, pues la paz viene de la duda; la guerra viene de la certeza, de la ruin certeza, del desg¨¦nero humano del que le hablaba a Tereixa citando a Manuel Aza?a. Y esa ¨²ltima nota, Margarit, viene, y en la entrevista sale, por el amor que ambos comparten, el poeta Joan Margarit y Emilio Lled¨®, por Barcelona. Una ciudad que los hizo a los dos, a Margarit desde la infancia que ahora resucita tambi¨¦n en su nuevo libro, y a Lled¨®, que por tantas razones tiene all¨ª depositada, tambi¨¦n, la memoria de su mayor tristeza. Y de la experiencia m¨¢s plena de su amor por la docencia. Claro, en los dos, en el poeta y en el fil¨®sofo, hay ahora melancol¨ªa; este record¨® los versos que Margarit le dedic¨®, seguro que el poeta no olvida a este amigo obstinado en el amor por todas las emociones que constituyen su ser ahora de 90 a?os.
Y luego escrib¨ª estas palabras que surg¨ªan de la charla: Hambre, Esqueleto, Los que la perdimos, Una cola de una hora para tomates, Salud relativamente buena. Y, subrayada, viene esta frase, la nota n¨²mero 8: Mi trabajo. De las trescientas palabras que Lled¨® te dice en una conversaci¨®n, por tel¨¦fono, por mail, en persona, agarr¨¢ndose la cabeza grande con sus manos igualmente bien nutridas de nudos y de venas, es ese sintagma inevitable: Mi trabajo. Siempre est¨¢ en un art¨ªculo pr¨®ximo, ahora ¡°sobre el desg¨¦nero¡±, en un libro (Fil¨ªa), en una conferencia o en la respuesta a un premio, ahora el Leyenda de la lectura que le han concedido los libreros de Madrid.
Y Mi trabajo est¨¢ tambi¨¦n sobre la mesa nutriente en la que recibe las visitas y ante la que se sientan el fil¨®sofo y la periodista. Libros que van variando, compromisos que le llegan por correo, pero tambi¨¦n Kant (¡°Kant se me queja mucho¡±). Kant, se dice en las notas, es como una especie de amigo que tiene siempre disponible y que a veces le rega?a, como le rega?an Arist¨®teles y Plat¨®n, que est¨¢n por las estanter¨ªas y muchas veces se bajan al suelo de esa mesa para ponerlo en su sitio: ¡°M¨ªrame, Lled¨®, no seas tan moderno¡±.
De las cosas que en ese primer momento le dijo a Tereixa apunt¨¦ algo sobre su edad. ¡°No quieres irte¡±, de la vida no quieres irte, ¡°A¨²n no se me rompe el espejo¡±. Y es verdad, est¨¢ robusto, pasea por El Retiro, se trae a casa algunas plantitas que va depositando en su jard¨ªn a¨¦reo, sobre la calle O Donnell, donde vive desde hace casi medio siglo. ¡°Podr¨ªa haber escrito veinte libros m¨¢s. Quiz¨¢. Pero en el haber hecho est¨¢ la solidez del cristal¡±. Haber hecho. Y tanto que ha hecho. Los libros son su obsesi¨®n y su materia, y de la materia de los libros habl¨®. ¡°Esos libros que llaman e-book¡±: ah¨ª destroz¨® la diplomacia. Ser¨ªa horrible una estanter¨ªa blanca y de pronto, en una esquina, un artilugio en el que caben dos mil libros. Si no hay libros, libros f¨ªsicos, libros verdaderos, tangibles, con sus portadas y sus t¨ªtulos, y su olor, se rompe la vida, y no hay que ¡°romper la vida¡± renunciando a ¡°otros di¨¢logos posibles¡±. Y sus libros son los di¨¢logos posibles con otras vidas que le esperan en esas estanter¨ªas f¨ªsicas que repasa como si buscara fotograf¨ªas recientes, o risas de sus nietas.
Ah, las nietas;en estas 47 notas de la entrevista Lled¨®-Constenla hay un largo espacio para ellas, junto con su evocaci¨®n de las margaritas que se trae del Retiro, los libros, los r¨ªos y los bosques que en ese momento ¡°est¨¢n asesinando¡± en Galicia. Ese paseo por la realidad lo llev¨® a la nota n¨²mero 30: ¡°Alumno. Viene de alo, alimentar¡±. Y siempre quiso alimentar, ¡°nutrir¡±, a los alumnos, ahuyentarlos de la ignorancia, a la que ahora nos fuerza la voluntad de echarnos abajo, ponernos al final de la tabla de aprender. ¡°?Ha faltado Filosof¨ªa?¡±, le pregunta Tereixa. ¡°Y ha sobrado ignorancia¡±, le responde el maestro. Hoy, a sus noventa a?os, cuando repaso aquellas notas, releo lo que dice Salman Rushdie en BABELIA: vivimos marcados ¡°por la ignorancia agresiva¡±. Eso es. Maleducamos, nos hemos maleducado, en esta Espa?a dif¨ªcil. Y cita Lled¨®, su memoria perfeccionada por el estudio, a Lope de Vega: ¡°Espa?a, madrastra de tus hijos verdaderos¡±.
La entrevista sigui¨® por palabras que quedan ah¨ª en las sucesivas notas: dolor, placer, amor, odio, ¡°separatismo, triste desaz¨®n¡±, ¡°el bien es la lengua que has hecho contigo¡±, ¡°el alma est¨¢ en las manos, dijo Artist¨®teles¡±, as¨ª hasta llegar a ¡°Solidaridad¡± y a ¡°Margarit¡±. Antes hab¨ªa dicho una palabra que parece hecha para su ser y para su voz y para su alegr¨ªa de viviry para su edad de hoy. La palabra Filantrop¨ªa, que le trae, a veces, deesa estanter¨ªa su paisano m¨¢s querido, m¨¢s vivo en ¨¦l quiz¨¢, m¨¢s imperecedero: don Antonio Machado. 90 a?os y cu¨¢nta alegr¨ªa de aprender.Don Emilio Lled¨® ??igo, de Salteras, Sevilla, donde tiene muchas de sus estanter¨ªas.
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