La bella salvaje
El autor de 'La br¨²jula dorada' regresa con la trilog¨ªa 'El libro de la oscuridad', que hoy llega a las librer¨ªas de la mano de la editorial Roca en traducci¨®n de Dolors Gallart. Adelantamos un cap¨ªtulo del primer volumen, que toma su t¨ªtulo de la canoa con la que el protagonista acostumbra a navegar por el T¨¢mesis.
Malcolm, un ni?o de once a?os, vive con sus padres en la posada de la Trucha, cerca de Oxford, a orillas del r¨ªo T¨¢mesis, frente al priorato de Godstow, donde las religiosas cuidan de una hu¨¦sped muy especial. Una noche, el padre de Malcolm acude a su habitaci¨®n.
¡ªMalcolm, a¨²n no te has acostado¡ Mejor. Baja un momento. Hay un caballero que quiere hablar contigo.
¡ª?Qui¨¦n es? ¡ªpregunt¨® Malcolm con impaciencia; se levant¨® de un salto para ir tras su padre.
¡ªHabla en voz baja. Si quiere, ya te dir¨¢ ¨¦l qui¨¦n es.
¡ª?D¨®nde est¨¢?
¡ªEn la habitaci¨®n de la terraza. Ll¨¦vale una copa de tokay.
¡ª?Qu¨¦ es eso?
¡ªVino h¨²ngaro. Venga, date prisa. S¨¦ correcto y di la verdad.
¡ªYo siempre digo la verdad ¡ªasegur¨® Malcolm de forma autom¨¢tica.
¡ªAhora me entero ¡ªcontest¨® su padre, que le alborot¨® el pelo antes de entrar en la sala.
El caballero que aguardaba le caus¨® un sobresalto, pese a que estaba simplemente sentado cerca de la chimenea apagada. Tal vez se debiera a su daimonion, un hermoso leopardo con manchas plateadas, o quiz¨¢s a su sombr¨ªa expresi¨®n taciturna. En cualquier caso, Malcolm se sinti¨® intimidado, y muy peque?o y muy joven. Su daimonion Asta se transform¨® en una polilla.
¡ªBuenas noches, se?or ¡ªdijo¡ª. Aqu¨ª tiene el tokay que ha pedido. ?Quiere que encienda el fuego? Hace fr¨ªo aqu¨ª adentro.
¡ª?Te llamas Malcolm?
El hombre ten¨ªa una voz ¨¢spera y profunda.
¡ªS¨ª, se?or. Malcolm Polstead.
¡ªSoy un amigo de la doctora Relf ¡ªdijo el hombre¡ª. Me llamo Asriel.
¡ªAh. Eh¡, ella no me ha hablado de usted ¡ªrespondi¨® Malcolm.
¡ª?Por qu¨¦ has dicho eso?
¡ªPorque si me hubiera hablado de usted, sabr¨ªa que es verdad. Asriel solt¨® una breve carcajada.
¡ªYa entiendo ¡ªconcedi¨®¡ª. ?Quieres otra referencia? Soy el padre de la ni?a que hay en el priorato.
¡ª?Ah! ?Lord Asriel!
¡ªAs¨ª es. Pero ?c¨®mo puedes comprobar si te estoy diciendo la verdad?
¡ª?C¨®mo se llama la ni?a?
¡ªLyra.
¡ª?Y c¨®mo se llama su daimonion?
¡ªPantalaimon.
¡ªEst¨¢ bien ¡ªdijo Malcolm.
¡ª?Ahora s¨ª? ?Est¨¢s seguro?
¡ªNo, no estoy completamente seguro, pero s¨ª un poco m¨¢s que antes.
¡ªMuy bien. ?Me puedes explicar qu¨¦ es lo que ha ocurrido esta tarde?
Malcolm se lo expuso con todo los detalles que logr¨® recordar.
¡ªHan venido unos hombres del Departamento de Protecci¨®n de Menores, que quer¨ªan llev¨¢rsela. Llevarse a Lyra, quiero decir. Pero la hermana Benedicta no les ha dejado.
¡ª?Qu¨¦ aspecto ten¨ªan?
Malcolm describi¨® sus uniformes.
¡ªEl que se ha quitado la gorra parec¨ªa que era el que mandaba. Era m¨¢s educado que los dem¨¢s, como m¨¢s zalamero y sonriente. Aunque ten¨ªa una sonrisa de verdad, no postiza. Creo que incluso me hubiera ca¨ªdo bien si hubiera venido aqu¨ª, de cliente o algo as¨ª. Los otros dos eran solo sosos y amenazadores. La mayor¨ªa de la gente se habr¨ªa muerto de miedo, pero la hermana Benedicta no se ha asustado. Les ha plantado cara ella sola.
El hombre tom¨® un sorbo de tokay. Su daimonion estaba tendido sobre el vientre, con la cabeza erguida y las patas delanteras estiradas, igual que en la foto de la Esfinge de la enciclopedia de Malcolm. Por un momento, pareci¨® como si las manchas negras y plateadas de su lomo despidieran un tr¨¦mulo brillo, justo antes de que lord Asriel tomara de repente la palabra.
¡ª?Sabes por qu¨¦ no he venido a ver a mi hija?
¡ªCre¨ª que estaba ocupado, que seguramente ten¨ªa cosas importantes que hacer.
¡ªNo he venido a verla porque, si lo hago, se la llevar¨¢n de aqu¨ª, a otro sitio mucho menos agradable. All¨ª no habr¨¢ ninguna hermana Benedicta que d¨¦ la cara por ella. Ahora, de todas formas, intentan llev¨¢rsela¡
¡ªDisculpe, se?or, pero yo ya he hablado de todo esto con la doctora Relf. ?No se lo ha explicado?
¡ª?A¨²n albergas dudas con respecto a m¨ª?
¡ªPues¡ no ¡ªrespondi¨® Malcolm.
¡ªRaz¨®n no te falta. ?Vas a seguir visitando a la doctora Relf?
¡ªS¨ª, porque me presta libros, aparte de que me escucha mientras le cuento lo que pasa.
¡ª?Ah, s¨ª? Eso est¨¢ bien. Pero, dime, la ni?a¡ ?La cuidan bien?
¡ªUy, s¨ª. La hermana Fenella la quiere mucho. Bueno, todos la queremos. Est¨¢ muy contenta; me refiero a Lyra. No para de hablar con su daimonion. Es un parloteo continuo, uno habla y el otro le responde. La hermana Fenella dice que se est¨¢n ense?ando a hablar el uno al otro.
¡ª?Y come bien? ?Se r¨ªe? ?Es activa y curiosa?
¡ªUy, s¨ª. Las monjas se portan muy bien con ella.
¡ªPero ahora las est¨¢n amenazando¡
Asriel se levant¨® y se acerc¨® a la ventana para mirar las escasas luces que quedaban encendidas al otro lado del r¨ªo, en el priorato.
¡ªEso parece, se?or. Su se?or¨ªa, quer¨ªa decir.
¡ªCon ?se?or? bastar¨¢. ?Conoces bien a esas monjas?
¡ªLas conozco de toda la vida, se?or.
¡ª?Y ellas te escuchar¨ªan?
¡ªSupongo que s¨ª.
¡ª?Podr¨ªas decirles que estoy aqu¨ª y que querr¨ªa ver a mi hija?
¡ª?Cu¨¢ndo?
¡ªAhora mismo. Me est¨¢n persiguiendo. El Sumo Tribunal me ha ordenado que no me acerque a menos de cincuenta millas de ella; si me encuentran aqu¨ª, se la llevar¨¢n a otro lugar, donde no la cuidar¨¢n tan bien.
Malcolm estuvo a punto de decir: ?Entonces no deber¨ªa arriesgarse?. Al mismo tiempo, sinti¨® admiraci¨®n y comprensi¨®n por la iniciativa de aquel hombre: era normal que quisiera ver a su hija y, adem¨¢s, hab¨ªa obrado con inteligencia al ir a consultarlo a ¨¦l.
¡ªBueno¡ ¡ªpens¨® y dijo Malcolm¡ª, no creo que pueda verla ahora mismo, se?or. Se acuestan tempran¨ªsimo. No me extra?ar¨ªa que ya estuvieran durmiendo todas. Por la ma?ana se levantan muy temprano. Quiz¨¢¡
¡ªNo dispongo de tanto tiempo. ?En qu¨¦ habitaci¨®n han instalado a la ni?a?
¡ªEn el otro lado, se?or, delante de la huerta.
¡ª?En qu¨¦ piso?
¡ªTodos los dormitorios est¨¢n en la planta baja; tambi¨¦n el de la ni?a.
¡ª?Y t¨² sabes cu¨¢l es?
¡ªS¨ª, pero¡
¡ªEntonces podr¨ªas ense?¨¢rmelo. Vamos.
No era posible negarle nada a ese hombre. Malcolm abandon¨® con ¨¦l la habitaci¨®n de la terraza y, despu¨¦s de recorrer el pasillo, salieron al exterior antes de que pudiera verlos su padre. Cerr¨® con sumo cuidado la puerta y descubri¨® el jard¨ªn iluminado por una luna radiante, como no la hab¨ªa visto tan brillante desde hac¨ªa meses. Era como si los alumbraran con un reflector.
¡ª?Ha dicho que hab¨ªa alguien que lo persegu¨ªa? ¡ªpregunt¨® Malcolm en voz baja.
¡ªS¨ª. Hay alguien vigilando el puente. ?Hay otra forma de cruzar el r¨ªo?
¡ªMi canoa. Est¨¢ ah¨ª abajo, se?or. Vay¨¢monos de la terraza antes de que nos vea alguien.
Lord Asriel baj¨® con ¨¦l hasta el cobertizo donde guardaba la canoa.
¡ªAh, es una canoa de verdad ¡ªdijo, como si hubiera esperado encontrarse con un juguete.
Malcolm se sinti¨® un poco ofendido por La bella salvaje, pero no dijo nada mientras la giraba y la hac¨ªa deslizar en silencio sobre la hierba en direcci¨®n al agua.
¡ªPrimero ¡ªpropuso¡ª vamos a ir corriente abajo un trecho, para que as¨ª no nos puedan ver desde el puente. Por ese lado hay una forma de entrar en la huerta del priorato. Suba usted primero, se?or.
Asriel as¨ª lo hizo, con mucha m¨¢s habilidad de la que Malcolm hab¨ªa previsto. La canoa apenas se movi¨®. Asriel se sent¨® con ligereza y se mantuvo quieto mientras Malcolm sub¨ªa tras ¨¦l.
¡ªYa ha ido en canoa otras veces ¡ªsusurr¨® Malcolm.
¡ªS¨ª. Esta es una buena canoa.
¡ªAhora hay que estar callados¡
Malcolm impuls¨® la embarcaci¨®n y empez¨® a remar, manteni¨¦ndose cerca de la orilla, bajo los ¨¢rboles, sin hacer el menor ruido. En eso era un verdadero experto. Una vez que estuvieron fuera del alcance de la vista, lejos del puente, hizo girar la embarcaci¨®n hacia estribor y se dirigi¨® a la otra ribera.
¡ªVoy a parar al lado del toc¨®n de un sauce ¡ªanunci¨® quedamente¡ª. La hierba es muy tupida all¨ª. Amarraremos la canoa y retrocederemos por el campo, pegados al seto.
Lord Asriel se baj¨® con la misma soltura con la que hab¨ªa subido. Malcolm, que no se pod¨ªa imaginar que existiera un pasajero mejor, amarr¨® la barca a una recia rama de sauce que brotaba del toc¨®n; al cabo de unos segundos, prosiguieron el camino por el borde del prado, a la sombra del seto.
Malcolm encontr¨® la brecha que conoc¨ªa y se adentr¨® por ella, entre las zarzas. Al hombre debi¨® de costarle m¨¢s, al ser m¨¢s grande, pero no dijo nada. Salieron a la huerta del priorato; las hileras de ciruelos y manzanos, de perales y cerezos, se perfilaban con nitidez bajo la luna. Malcolm sigui¨® bordeando la parte posterior del priorato, hasta llegar al lado donde se encontraba la habitaci¨®n de Lyra. Hab¨ªan tapado la ventana con unos postigos nuevos, que parec¨ªan muy resistentes. Volvi¨® a contar para cerciorarse de que no se equivocaba y luego golpe¨® quedamente el postigo con una piedra. Lord Asriel se hab¨ªa parado cerca. La luz de la luna, que daba de pleno en aquel lado del edificio, los hac¨ªa claramente visibles desde cierta distancia.
¡ªNo quiero despertar a ninguna de las otras monjas ¡ªsusurr¨® Malcolm¡ª, ni asustar a la hermana Fenella, que no est¨¢ bien del coraz¨®n. Hay que tener cuidado.
¡ªEstoy en tus manos ¡ªdijo lord Asriel.
Malcolm volvi¨® a golpear un poco m¨¢s fuerte.
¡ªHermana Fenella ¡ªmusit¨®.
No hubo respuesta. Golpe¨® por tercera vez.
¡ªHermana Fenella, soy yo, Malcolm ¡ªsusurr¨®.
Lo que de verdad le preocupaba era la hermana Benedicta, por supuesto. No quer¨ªa ni pensar lo que ocurrir¨ªa si la despertaba, de modo que actuaba con el mayor sigilo posible a la vez que trataba de despertar a la hermana Fenella: no era f¨¢cil. Asriel permanec¨ªa quieto, observando en silencio. Finalmente, Malcolm oy¨® como si alguien se moviera dentro. Lyra emiti¨® un quedo maullido y luego pareci¨® que la hermana Fenella arrastraba una silla o una mesita. Despu¨¦s murmur¨® algo con suave voz de anciana, como si quisiera tranquilizar a la ni?a.
¡ªHermana Fenella¡ ¡ªvolvi¨® a probar, levantando un poco m¨¢s la voz. Son¨® una queda exclamaci¨®n de sorpresa.
¡ªSoy yo, Malcolm ¡ªdijo.
Un leve ruido, como de unos pies que se desplazaran descalzos, y luego el roce del pestillo de la ventana.
¡ªHermana Fenella¡
¡ª?Malcolm? ?Qu¨¦ haces aqu¨ª?
Hablaba, igual que ¨¦l, en susurros. Se le notaba en la voz que estaba asustada y medio dormida. No hab¨ªa abierto el postigo.
¡ªPerdone, hermana, de verdad lo siento ¡ªse apresur¨® a decir¡ª, pero el padre de Lyra est¨¢ aqu¨ª, y lo est¨¢n persiguiendo¡unos enemigos, y necesita ver a Lyra antes¡, antes de irse a otra parte. Para¡ despedirse ¡ªa?adi¨®.
¡ª?Esto es un desatino, Malcolm! Sabes que no podemos dejarlo entrar¡
¡ª?Por favor, hermana! ?l lo desea de todo coraz¨®n ¡ªarguy¨® Malcolm, utilizando una frase que no sab¨ªa de d¨®nde hab¨ªa sacado.
¡ªEs imposible. Te tienes que ir, Malcolm. Es algo que ni siquiera se puede pedir. Vete antes de que se despierte. No me atrevo ni a pensar lo que dir¨ªa la hermana Benedicta¡
Malcolm tampoco se atrev¨ªa. Entonces sinti¨® el contacto de la mano de lord Asriel en el hombro.
¡ªD¨¦jame hablar con la hermana Fenella. T¨² ve a vigilar, Malcolm.
El chico fue hasta la esquina del edificio. Desde all¨ª pod¨ªa ver el puente y casi toda la huerta; tambi¨¦n a lord Asriel, que hablaba en voz baja, con la cabeza inclinada hacia el postigo. Su voz era un susurro: Malcolm no alcanzaba a o¨ªr nada. No habr¨ªa sabido precisar cu¨¢nto tiempo estuvieron hablando Asriel y la hermana Fenella. En todo caso fue bastante rato; ¨¦l ya estaba tiritando cuando vio, con asombro, que el pesado postigo se mov¨ªa lentamente. Lord Asriel dio un paso atr¨¢s para que pudiera abrirlo y luego se volvi¨® a acercar, ense?ando las manos para demostrar que no iba armado; lade¨® un poco la cabeza para que la luna le iluminara plenamente la cara. Volvi¨® a hablar en susurros. Pas¨® un minuto, tal vez un par, en que no ocurri¨® nada; y despu¨¦s la hermana Fenella le pas¨® entre sus finos brazos aquel peque?o bulto. Asriel lo cogi¨® con una enorme delicadeza. Su daimonion leopardo se irgui¨® para apoyarle las patas delanteras en la cintura. Asriel baj¨® a la ni?a para que pudiera decirle algo al daimonion de Lyra.
?C¨®mo habr¨ªa convencido a la hermana Fenella?, se preguntaba con asombro Malcolm. Observ¨® c¨®mo el hombre volv¨ªa a levantar a la peque?a y se alejaba caminando sobre la hierba entre los macizos sin flores, sosteni¨¦ndola cerca de la cara para poderle hablar bajito, meci¨¦ndola con dulzura, paseando despacio bajo el brillante claro de luna. En un momento dado, fue como si le ense?ara la luna a Lyra; en cualquier caso, parec¨ªa un se?or en sus propios dominios, sin nada que temer y toda aquella noche plateada para disfrutar. As¨ª sigui¨® yendo de un lado a otro con su hija. Malcolm pens¨® que la hermana Fenella estar¨ªa aguardando temerosa¡, por si lord Asriel no se la devolv¨ªa, por si lo atacaban sus enemigos, por si la hermana Benedicta sospechaba que estaba ocurriendo algo. Sin embargo, no hab¨ªa ruido alguno; ni en el priorato, ni en el camino, ni proveniente del hombre que paseaba con su hijita bajo la luz de la luna.
En un momento dado, pareci¨® que el daimonion leopardo hab¨ªa o¨ªdo algo. Agit¨® la cola, enderez¨® las orejas y volvi¨® la cabeza hacia el puente. Malcolm y Asta se giraron de inmediato, centrando la vista y los o¨ªdos en el puente, cada una de cuyas piedras se perfilaba con un contraste de color negro y plateado. No obstante, nada se movi¨®: el ¨²nico sonido perceptible fue el grito de una lechuza que cazaba a media milla de distancia.
Poco despu¨¦s, el daimonion leopardo abandon¨® su rigidez de estatua y volvi¨® a alejarse, ¨¢gil y silencioso. Malcolm cay¨® en la cuenta de que el hombre tambi¨¦n pose¨ªa dichas cualidades: durante el trayecto por el r¨ªo, por el prado y la huerta hasta la pared del priorato, no hab¨ªa o¨ªdo el menor ruido de pasos. En ese sentido, Asriel podr¨ªa haber sido un fantasma. Dio la vuelta al final del sendero y regres¨® a la ventana donde estaba la hermana Fenella. Malcolm mir¨® el puente, el jard¨ªn y el tramo de carretera que abarcaba desde all¨ª y no vio nada extra?o. Cuando se volvi¨®, Asriel entreg¨® el peque?o bulto por la ventana y, despu¨¦s de susurrar una o dos palabras, cerr¨® con sigilo el postigo. Luego le hizo una se?al y Malcolm acudi¨® a su encuentro. Era muy dif¨ªcil no hacer ni el m¨¢s m¨ªnimo ruido, incluso caminando sobre la hierba, pens¨®. Por eso observ¨® c¨®mo aquel hombre apoyaba los pies en el suelo: sus pasos ten¨ªan algo de leopardo¡, algo que podr¨ªa imitar.
Desanduvieron el camino por la huerta hasta la brecha entre las zarzas y por el borde del prado, al amparo del seto, hasta llegar junto al toc¨®n del sauce. Una luz m¨¢s fuerte y amarilla que la de la luna horad¨® el cielo. Alguien hab¨ªa encendido un reflector en el puente. Malcolm oy¨® el ruido de un motor de gas.
¡ªAh¨ª est¨¢n ¡ªdijo Asriel en voz baja¡ª. D¨¦jame aqu¨ª, Malcolm.
¡ª?No! Tengo una idea mejor. Ll¨¦vese mi canoa y siga r¨ªo abajo. Solo me tiene que dejar antes en la otra orilla.
A Malcolm se le hab¨ªa ocurrido justo en ese momento.
¡ª?Est¨¢s seguro?
¡ªPuede seguir bajando por el r¨ªo hasta muy lejos. Jam¨¢s sospechar¨¢n que va por all¨ª. ?Vamos!
Subi¨® a la canoa y desat¨® la amarra. Despu¨¦s mantuvo la embarcaci¨®n pegada a la orilla mientras sub¨ªa Asriel; luego se puso a remar con gran rapidez y lo m¨¢s silenciosamente que pudo para cruzar el cauce y llegar al jard¨ªn de la posada, pese a que la corriente quer¨ªa llevarlo por el centro, donde los descubrir¨ªan desde el puente. Asriel mantuvo agarrada la cuerda atada al peque?o embarcadero mientras Malcolm bajaba; dej¨® que este sujetara la barca mientras la encaraba hacia la corriente, cogi¨® los remos y agit¨® la mano para despedirse.
¡ªTe la devolver¨¦ ¡ªprometi¨®.
Luego desapareci¨®, alej¨¢ndose a toda velocidad con potentes golpes de remo en la caudalosa corriente del r¨ªo. La bella salvaje nunca hab¨ªa navegado tan deprisa, pens¨® Malcolm.
Traducci¨®n de Dolors Gallart.
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Autor:?Philip Pullman.
Editorial:?Roca Editorial (2017).
Formato:?eBook y tapa dura (448 p¨¢ginas).
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